anduvo con cuentos, hizo venir al piloto y, en voz alta, clara e imperativa, para que oyesen todos los pasajeros y el mismo cura, le dijo al Capitán que si
no bajaba en la próxima escala al originador de esa 'pestilencia', que entonces
ella se quejaría muy fuertemente y que las consecuencias serían gravísimas. Por
coincidencia, o por vergüenza, el cura se bajó en el siguiente pueblo, para
alivio de todos...
En la época de
Honduras mi padre estaba casado con una irlandesa; yo era un año menor que élla
y la suegra de mi padre, Avice Wood de Borden, era un año menor que él! Con
Mandalee procreó, en EE.UU., dos hijos de nacionalidad gringa; para nosotros no
hay diferencia y nos comunicamos frecuentemente, somos muy unidos. Quiero dejar
constancia aquí, aunque sea en una línea, de mi sincero afecto por Mandalee. Otra cosa que recuerdo es
que papá asistía a diario, antes de la hora de cena, a un gimnasio. Papá ha
hecho gimnasia toda su vida, es por ello que ahora, a sus 75 años de edad, es
tán sano y fuerte, y sigue practicando con regularidad sus ejercicios con pesas
y costumbres saludables en todo sentido.
Relacionado con esta forma de vivir, una vez me escribió lo siguiente (carta del 26 de octubre de 1991):
"Soy
partidario de un lema norteamericano, que dice: "When you play, play hard; when
you work, don't play at all", y le he agregado una cucharadita de mi propia receta, muy latina: "When you rest, don't play, don't work: just relax...", y
con esa medicina, a los 71 me siento de 30."
En
La Ceiba papá trabajaba para la Standard Fruit Company, en donde llegó a ser
Auditor Interno.
A todo
esto, en El Salvador -1961 ó 1962- papá fue enjuiciado en el Juzgado Tercero de lo Penal, en calidad
de reo ausente; yo asistí al juicio,
por recomendación de la defensa, en compañía de René Glower Valdivieso, un amigo
de la familia. Recuerdo que en mi situación de hijo del acusado, todos los ojos
se posaban en mí en determinados momentos, lo que me cohibía totalmente. Sufrí
mucho durante las embestidas de los fiscales, pues no me gustaron muchas cosas
que se dijeron de mi padre, pero todo fue compensado cuando el vocero del Jurado
anunció: "...por lo tanto, encontramos al
acusado, Ricardo José Leiva Moreira,... inocente." Fue allí, al final, entre abrazos y gran
barullo, que René Glower me condujo a dar las gracias a los miembros del Jurado
y, acto seguido, también a dos abogados y amigos de la familia (con quienes nos
encontramos no ahí, sino en otro recinto del complejo judicial Isidro Menéndez) y
quienes colaboraron en el caso: los doctores Ricardo Falla Cáceres y José María
(Chema) Méndez. Alguien, no puedo precisar quién, me entregó una fotocopia de la
orden de libertad de mi padre; era un documento muy escueto y formal, no sé qué
lo hice. Después René me condujo a casa de Mamá Grande, donde celebramos el
acontecimiento. También recuerdo, con cierta claridad, que se comentaba la valiosa ayuda de nuestro pariente Dr. Fabio Castillo Figueroa. Oswaldo Escobar
Velado no quiso cobrar ni un centavo por sus valiosos
servicios.
Poco
tiempo después de la Guerra de El Salvador-Honduras, en 1969, mi padre, por ser
salvadoreño, fue deportado a su país; en esa época ya tenía otra esposa y
nosotros dos hermanas más (también gringuitas).
Por esa
época, en San Salvador, y a través de los Larrave, tuvimos la falsa noticia de
que habían matado a papá en Honduras. Mi reacción la resumiré así: "Pobre papá,
al fin descansó". Sí, sentí tristeza, pero a la vez cierto
alivio.
Finalmente
mi padre se estableció en El Salvador, probablemente a principios de los años
70s, en casa de mi abuela y su hermana Lily; estaba bebiendo mucho; por esta última razón dejé de verlo por algunos años. Supe, por tía Anita Leiva de Baron,
que papá había estado unos pocos días en su casa, pero después había vuelto
donde mi abuela. Volví a acercarme algunos meses antes de que Mamá Grande falleciera; luego, volví a
alejarme.
De finales
de esa triste época, mi padre me escribe:
"Lo
ocurrido en este período de mi vida es que francamente estaba harto de beber y
necesitaba un cambio radical. Llamé por teléfono a otro gran amigo quien, además, era un alcohólico aunque ya no activo, y por ello me podía comprender
mejor que nadie: Dr. Guillermo Daniel Funes. Al explicarle mi situación, fue él
quien ese mismo día, a las pocas horas de mi llamada, me internó en el pabellón
de alcohólicos del Hospital Psiquiátrico, donde está ahora localizado: en Soyapango. Allí permanecí dos semanas."
"María
Elena Mendoza trabajaba allí como terapeuta y, al verme, me reconoció en el
acto, pues mucho tiempo atrás, cuando yo era Jefe de la Oficina de Becarios en
Casa Presidencial, ella llegó a solicitarme una beca para perfeccionarse en declamación en México, beca que no le fue otorgada porque en esos días tuvo
lugar el incidente con el agente de la
policía."
María
Elena, a quien quiero sanamente y con toda sinceridad, es persona muy locuaz. Me
hablaba bellezas sobre la renuncia a la
bebida
Tengo, pues, un
poco más de 17 años de no beber (N.A.-Estas líneas fueron escritas a principios de
Diciembre de 1994).
Papá,
pues, comenzó su renacimiento el 12 de Junio (casi como regalo de cumpleaños
para mi hermano Carlos, quien nació un 12 de Junio. Aquí en Australia, esa fecha
la he celebrado ya por dos años consecutivos, y la misma estará siempre marcada
en mis calendarios, hasta el fin de mis días.
A
continuación quiero incluir una muestra del buen humor de papá; el siguiente
poema lo escribió él en Octubre de 1989:
LA VEJEZ
La vejez,
dice Alberto
Cortez,
es
la más dura
de
las dictaduras.
Está
a la vuelta
de
cualquier esquina;
llega, irrespeta,
esclaviza
y domina
cuando
uno menos lo repara,
posándose
arteramente
de
preferencia en la cara...
¿Cuándo fue
la
primera vez
que
de golpe desperté
de
la madurez
a
la vejez?
Ah,
sí: fue una mañana
clara
y pura,
cuando
exhibía con gracia
mi
ceñido traje de gimnasia,
muy
vanidoso
y
sobre todo orgulloso
de
mi sin par musculatura;
regaba
la grama escasa
que
crece frente a mi casa,
moviendo
de mil maneras
el
pitón de la manguera.
Pasó
luego una muchacha
ágil
y de linda facha
pegada
a su compañero,
a
quien dijo muy quedito
pero
en tono zalamero:
"Qué
rico huele ese viejito!"
Yo entonces así, como
sin querer,
volví
el rostro despacito
para
poder ver
y
oler
la
razón
de
tan simpática expresión.
Pero,
oh sorpresa la mía,
y
qué sorpresa,
repito,
ya
que en esa dirección
por
más que veía y veía,
no
había
ningún
viejito...!
Papá es,
también, defensor del medio ambiente. En Agosto de 1993 visitó el bosque "El Imposible", ubicado en el municipio
de San Francisco Menéndez, Departamento de Ahuachapán, El Salvador;
de esa visita dice en su carta fechada el 14 de Agosto de 1995:
"...desde
lejos, logré medio apreciar lo que es una verdadera selva virgen. Me impresionó
tanto al contrastarla con la selva de hierro, cemento y ladrillo en que vivo,
que plasmé la impresión de la siguiente
manera:"
"SELVA
VIRGEN"
"Selva
virgen, ruda, íntegra, salvaje;
selva que
exhalas olor a tierra, a vida,
a agua
límpida, a flores y ramaje;
también
olor a peligro, a muerte, a huída."
"Selva
virgen, balanza fiel que sostienes
en esa
maraña rebosante y fuerte,
en ese
bullir y rebullir de genes,
un
perfecto equilibrio entre vida y muerte."
"Eres,
selva hermética, perenne amiga
de la
sombra, del silencio y de lo azul;
vibra en
tí el reino del puma y de la hormiga,
lo rudo de
la roca y lo sutil del tul."
...
anduvo con cuentos, hizo venir al piloto y, en voz alta, clara e imperativa, para que oyesen todos los pasajeros y el mismo cura, le dijo al Capitán que si
no bajaba en la próxima escala al originador de esa 'pestilencia', que entonces
ella se quejaría muy fuertemente y que las consecuencias serían gravísimas. Por
coincidencia, o por vergüenza, el cura se bajó en el siguiente pueblo, para
alivio de todos...
En la época de
Honduras mi padre estaba casado con una irlandesa; yo era un año menor que élla
y la suegra de mi padre, Avice Wood de Borden, era un año menor que él! Con
Mandalee procreó, en EE.UU., dos hijos de nacionalidad gringa; para nosotros no
hay diferencia y nos comunicamos frecuentemente, somos muy unidos. Quiero dejar
constancia aquí, aunque sea en una línea, de mi sincero afecto por Mandalee. Otra cosa que recuerdo es
que papá asistía a diario, antes de la hora de cena, a un gimnasio. Papá ha
hecho gimnasia toda su vida, es por ello que ahora, a sus 75 años de edad, es
tán sano y fuerte, y sigue practicando con regularidad sus ejercicios con pesas
y costumbres saludables en todo sentido.
Relacionado con esta forma de vivir, una vez me escribió lo siguiente (carta del 26 de octubre de 1991):
"Soy
partidario de un lema norteamericano, que dice: "When you play, play hard; when
you work, don't play at all", y le he agregado una cucharadita de mi propia receta, muy latina: "When you rest, don't play, don't work: just relax...", y
con esa medicina, a los 71 me siento de 30."
En
La Ceiba papá trabajaba para la Standard Fruit Company, en donde llegó a ser
Auditor Interno.
A todo
esto, en El Salvador -1961 ó 1962- papá fue enjuiciado en el Juzgado Tercero de lo Penal, en calidad
de reo ausente; yo asistí al juicio,
por recomendación de la defensa, en compañía de René Glower Valdivieso, un amigo
de la familia. Recuerdo que en mi situación de hijo del acusado, todos los ojos
se posaban en mí en determinados momentos, lo que me cohibía totalmente. Sufrí
mucho durante las embestidas de los fiscales, pues no me gustaron muchas cosas
que se dijeron de mi padre, pero todo fue compensado cuando el vocero del Jurado
anunció: "...por lo tanto, encontramos al
acusado, Ricardo José Leiva Moreira,... inocente." Fue allí, al final, entre abrazos y gran
barullo, que René Glower me condujo a dar las gracias a los miembros del Jurado
y, acto seguido, también a dos abogados y amigos de la familia (con quienes nos
encontramos no ahí, sino en otro recinto del complejo judicial Isidro Menéndez) y
quienes colaboraron en el caso: los doctores Ricardo Falla Cáceres y José María
(Chema) Méndez. Alguien, no puedo precisar quién, me entregó una fotocopia de la
orden de libertad de mi padre; era un documento muy escueto y formal, no sé qué
lo hice. Después René me condujo a casa de Mamá Grande, donde celebramos el
acontecimiento. También recuerdo, con cierta claridad, que se comentaba la valiosa ayuda de nuestro pariente Dr. Fabio Castillo Figueroa. Oswaldo Escobar
Velado no quiso cobrar ni un centavo por sus valiosos
servicios.
Poco
tiempo después de la Guerra de El Salvador-Honduras, en 1969, mi padre, por ser
salvadoreño, fue deportado a su país; en esa época ya tenía otra esposa y
nosotros dos hermanas más (también gringuitas).
Por esa
época, en San Salvador, y a través de los Larrave, tuvimos la falsa noticia de
que habían matado a papá en Honduras. Mi reacción la resumiré así: "Pobre papá,
al fin descansó". Sí, sentí tristeza, pero a la vez cierto
alivio.
Finalmente
mi padre se estableció en El Salvador, probablemente a principios de los años
70s, en casa de mi abuela y su hermana Lily; estaba bebiendo mucho; por esta última razón dejé de verlo por algunos años. Supe, por tía Anita Leiva de Baron,
que papá había estado unos pocos días en su casa, pero después había vuelto
donde mi abuela. Volví a acercarme algunos meses antes de que Mamá Grande falleciera; luego, volví a
alejarme.
De finales
de esa triste época, mi padre me escribe:
"Lo
ocurrido en este período de mi vida es que francamente estaba harto de beber y
necesitaba un cambio radical. Llamé por teléfono a otro gran amigo quien, además, era un alcohólico aunque ya no activo, y por ello me podía comprender
mejor que nadie: Dr. Guillermo Daniel Funes. Al explicarle mi situación, fue él
quien ese mismo día, a las pocas horas de mi llamada, me internó en el pabellón
de alcohólicos del Hospital Psiquiátrico, donde está ahora localizado: en Soyapango. Allí permanecí dos semanas."
"María
Elena Mendoza trabajaba allí como terapeuta y, al verme, me reconoció en el
acto, pues mucho tiempo atrás, cuando yo era Jefe de la Oficina de Becarios en
Casa Presidencial, ella llegó a solicitarme una beca para perfeccionarse en declamación en México, beca que no le fue otorgada porque en esos días tuvo
lugar el incidente con el agente de la
policía."
María
Elena, a quien quiero sanamente y con toda sinceridad, es persona muy locuaz. Me
hablaba bellezas sobre la renuncia a la
bebida
Tengo, pues, un
poco más de 17 años de no beber (N.A.-Estas líneas fueron escritas a principios de
Diciembre de 1994).
Papá,
pues, comenzó su renacimiento el 12 de Junio (casi como regalo de cumpleaños
para mi hermano Carlos, quien nació un 12 de Junio. Aquí en Australia, esa fecha
la he celebrado ya por dos años consecutivos, y la misma estará siempre marcada
en mis calendarios, hasta el fin de mis días.
A
continuación quiero incluir una muestra del buen humor de papá; el siguiente
poema lo escribió él en Octubre de 1989:
LA VEJEZ
La vejez,
dice Alberto
Cortez,
es
la más dura
de
las dictaduras.
Está
a la vuelta
de
cualquier esquina;
llega, irrespeta,
esclaviza
y domina
cuando
uno menos lo repara,
posándose
arteramente
de
preferencia en la cara...
¿Cuándo fue
la
primera vez
que
de golpe desperté
de
la madurez
a
la vejez?
Ah,
sí: fue una mañana
clara
y pura,
cuando
exhibía con gracia
mi
ceñido traje de gimnasia,
muy
vanidoso
y
sobre todo orgulloso
de
mi sin par musculatura;
regaba
la grama escasa
que
crece frente a mi casa,
moviendo
de mil maneras
el
pitón de la manguera.
Pasó
luego una muchacha
ágil
y de linda facha
pegada
a su compañero,
a
quien dijo muy quedito
pero
en tono zalamero:
"Qué
rico huele ese viejito!"
Yo entonces así, como
sin querer,
volví
el rostro despacito
para
poder ver
y
oler
la
razón
de
tan simpática expresión.
Pero,
oh sorpresa la mía,
y
qué sorpresa,
repito,
ya
que en esa dirección
por
más que veía y veía,
no
había
ningún
viejito...!
Papá es,
también, defensor del medio ambiente. En Agosto de 1993 visitó el bosque "El Imposible", ubicado en el municipio
de San Francisco Menéndez, Departamento de Ahuachapán, El Salvador;
de esa visita dice en su carta fechada el 14 de Agosto de 1995:
"...desde
lejos, logré medio apreciar lo que es una verdadera selva virgen. Me impresionó
tanto al contrastarla con la selva de hierro, cemento y ladrillo en que vivo,
que plasmé la impresión de la siguiente
manera:"
"SELVA
VIRGEN"
"Selva
virgen, ruda, íntegra, salvaje;
selva que
exhalas olor a tierra, a vida,
a agua
límpida, a flores y ramaje;
también
olor a peligro, a muerte, a huída."
"Selva
virgen, balanza fiel que sostienes
en esa
maraña rebosante y fuerte,
en ese
bullir y rebullir de genes,
un
perfecto equilibrio entre vida y muerte."
"Eres,
selva hermética, perenne amiga
de la
sombra, del silencio y de lo azul;
vibra en
tí el reino del puma y de la hormiga,
lo rudo de
la roca y lo sutil del tul."
...
Sysop: | Keyop |
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