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    Videogobierno '4 estaciones' de Pedro Sánchez
    A VUELTA DE PÁGINA
    FRANCISCO ROSELL
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    10 JUN. 2018 03:02

    ULISES CULEBRO
    58 comentariosVer comentarios

    En cierta ocasión, el resucitado Josep Borrell, recuperado de la
    ultratumba política por Pedro Sánchez para que sea su ministro de
    Asuntos Exteriores, echó mano de un viejo refrán que dijo haberle
    escuchado a una campesina andaluza, lares meridionales a los que le
    llevaron tanto razones de pareja (la sevillana Cristina Narbona,
    presidenta del PSOE) como de índole profesional (consejero de Abengoa).
    Tal proverbio no era otro que el que invoca "¡líbrenos Dios del día de
    las alabanzas!".Tenía muchas y buenas razones para saberlo. No en vano
    pudo ser el primer catalán en llegar a La Moncloa desde la Transición.
    Tras ganar en buena lid, pero contra pronóstico, las primeras elecciones primarias del PSOE, se quedó en la estacada o, más bien, le dieron un estacazo. Tras un arduo triunfo que fue visto y no visto, lo doblegó el garrotazo, en forma de dossier letal, que le asestó el rotativo que
    abanderó la candidatura oficialista de Joaquín Almunia, apadrinada por
    Felipe González, saliente secretario general.
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    inRead invented by Teads
    Cruelmente escarmentado en cresta propia, este gallo de pelea con
    afilados espolones -"Borrell, cuidado con él"- verificó que puedes darte
    por muerto en cuanto todo el mundo se deshace en panegíricos hacia ti.
    No hace falta aguardar al sepulturero. Probablemente, en estos
    inesperados días de vinos y rosas que goza el cadáver viviente que
    parecía ser el PSOE en vísperas de su exitosa moción de censura, habrá rememorado el adagio que oyó de labios ceceantes aquel antaño impetuoso Borrell, al que la prensa fotografiaba bajando el río Noguera Pallaresa
    en una balsa de troncos, que sentó en el banquillo a Lola Flores en su
    etapa en Hacienda o se las tuvo tiesas con Putin, afeándole la
    persecución a los disidentes cuando presidía el Parlamento Europeo.No es
    para menos después de ver la excepcional acogida inicial -entre el
    alivio de los ajenos y la levitación de los propios- a este
    videogobierno preelectoral y para todos los gustos que ha cocinado
    Sánchez. Todo ello tras auparse inopinadamente a La Moncloa, al
    prosperar su censura contra un Rajoy que prefirió que su partido
    perdiera el poder antes que dimitir él. Eran tan bajas las expectativas -bástese repasar las encuestas previas a su advenimiento- y tan
    clamorosa es su debilidad parlamentaria -84 raquíticos diputados en una Cámara de 350, lo que le hace rehén del populismo neocomunista de
    Podemos y de una batahola de nacionalistas e independentistas-, que todo presagiaba un monstruoso Gobierno Frankenstein.Sin embargo, al modo de
    la popular y recurrente pizza 4 estaciones, Sánchez ha combinado
    productos de cada temporada del año y en porciones diferentes para
    evitar que se mezclen sin necesidad. Con tal variedad, es imposible que
    no sea del gusto de una gran mayoría de comensales que, en función de
    sus preferencias, tiene siempre la opción de escoger la porción que más
    le satisfaga de este Gobierno cuatro estaciones que casi iguala en
    número al de escaños. En esta España configurada a imagen y semejanza de
    su televisión, que ha tenido un papel clave en la caída de Rajoy y que
    ha dado paso a un Ejecutivo condimentado en sus platós, donde el "homo
    videns" del que hablaba Sartori identifica la realidad con su
    simplificación por medio de la imagen, entendiendo sólo lo que ve y escuchando por los ojos, puede ocultar el hecho apreciable de que ese felizmente malogrado Gobierno del doctor Frankenstein puede haber dado
    paso a otro de carácter bipolar del doctor Jekyll y de míster Hyde en función de los eventuales desdoblamientos de personalidad de Sánchez. A diferencia de una pizza, es mucho más difícil combinar productos tan divergentes y contradictorios como los que cohabitan en el seno de un
    Gobierno que nace, primordialmente, para que el PSOE afronte en mejores condiciones que los demás un año atiborrado de urnas, empezando por Andalucía y siguiendo por las municipales y europeas. Por eso, antes de
    que se deteriore su estado de gracia y estallen sus contradicciones,
    dado los elementos tan incongruentes e inconexos que alberga, Sánchez convocaría elecciones pro domo sua. Al modo de la planificación de las
    series de televisión, este videogobierno duraría 13 episodios mensuales. Parece además el tiempo justo para evitar el desahucio por el impago de
    las hipotecas que contrajo para llegar a La Moncloa dado el escaso
    capital que atesoraba para asumir tamaña propiedad. En relación a una cuestión clave como es la integridad territorial de España
    (curiosamente, el único que ha aludido explícitamente a ello ha sido
    Borrell, contra quien ya cuelgan pancartas en su pueblo, como si fuera Boadella), nada tienen que ver los planteamientos resueltamente constitucionalistas del propio Borrell o de Margarita Robles, por citar
    a los más expeditos en este terreno, con los de Meritxell Batet, la
    ministra para Cataluña, aunque figure en su cartera como de "Política Territorial".Con igual apellido del general que sofocó en horas el golpe
    de Companys en 1934, Batet rompió la pasada legislatura la disciplina
    del PSOE para votar en el Congreso a favor del derecho a decidir
    (eufemismo de autodeterminación) y está por darle carta de legalidad a
    los artículos declarados inconstitucionales y suprimidos del vigente
    Estatuto catalán, o bien por dar rango constitucional a uno nuevo sin necesidad de ser sancionado por las Cortes. Ese dislate supondría que el órgano depositario de la soberanía nacional dejara exenta un parte de su territorio. Ello daría pie a que detrás vinieran otras comunidades, como
    no se le escapa a nadie con la cabeza sobre los hombros y ya apunta el
    País Vasco, mientras los antiguos señoríos fagocitan el antaño Reino de Navarra.Caso contrario, sería tanto como suponer que Borrell, Robles y
    otros más estarían dispuestos a servir de coartada a las hipotéticas concesiones de Sánchez al independentismo, como en su día Bono a la transigente política de Zapatero con los nacionalismos. Más allá de
    bromas como la que el entonces ministro de Defensa le gastó a su
    compañero de Industria, José Montilla, cuando regaló a sus colegas la figurilla de un soldado español y, al acercarse al ex presidente de la Generalitat, le soltó: "Bueno, para ti, como sé que no te ha gustado
    mucho, tengo además otra sorpresa", dispensándole a renglón seguido la reproducción de un mosso d'Esquadra. Entretanto, un Bono convertible (Guerradixit) ordenaba tapar el "A España servir hasta morir" que
    figuraba en una ladera aledaña a la Academia de Suboficiales leridana de Talarn. En cualquier caso, si a los toreros los hace el ganado y el
    público, aunque no haya que desmerecer a aquéllos que lucen en el
    paseíllo, habrá que ver cómo Sánchez lidia el morlaco soberanista, salvo que busque ganar tiempo con una faena de aliño que no le desluzca el refulgente traje de luces.De momento, la primera en la frente: Primer
    Consejo de Ministros y primera concesión a los separatistas como señal
    de buena voluntad hacia quienes se reafirman en sus postulados e impiden sañudamente que se respeten los derechos mínimos. Incluidos los de
    quienes se acercan a la Universidad a homenajear a Cervantes, quien hizo cabalgar a don Quijote desde La Mancha hasta Barcelona. Mala andadura es
    esa de marchar por el camino de servidumbre de una rendición preventiva
    que explica tantas tragedias como se han registrado en Europa en los
    últimos 100 años a cuenta de unos nacionalismos que han perseguido su destrucción.Dando un giro copernicano, Sánchez ha pasado de exigir una reactivación menos lenitiva del artículo 155, sin dejar los instrumentos
    de poder de que se valieron los secesionistas, principalmente una
    televisión pública al servicio del odio contra España, a desactivar la intervención de las cuentas de la Generalitat cuando ésta anuncia su pretensión de seguir extendiendo sus estructuras de Estado dentro y
    fuera de Cataluña. Esta legitimación a quien específicamente tachó de racista y tildó de ser un Le Pen carece de sentido. Mucho más cuando no
    hay signo alguno de rectificación o propósito de enmienda por su
    parte.Todo ello, además, a expensas de cómo se mueve el Gobierno con relación al sumario a punto de cerrarse contra los artífices del golpe
    de Estado del 1-O. Principalmente la nueva ministra de Justicia, la
    fiscal Dolores Delgado. Presente en la cacería célebre de Jaén junto a
    su amigo y juez instructor del caso Gürtel, Baltasar Garzón; el entonces ministro socialista de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, y el
    responsable de la Policía Judicial. Todos ellos confraternizando a las
    pocas horas de dictarse las primeras detenciones que han precipitado la
    moción de censura que ha descabalgado al PP.Dolores Delgado se ha visto recompensada con un Ministerio. Mejor suerte ha tenido que Garzón, del
    que es su sombra. En su día, González, cuando lo enroló en su lista electoral para blanquear su reputación por medio de Bono, le prometió el Ministerio que le birló el también juez Belloch, aparcándole en el Comisionado contra la Droga. Allí preparó su venganza contra el "míster
    X" del Gal al dimitir y volver a la magistratura donde sacó del cajón de doble fondo el aparcado sumario, pero sin cobrarse la cabeza que ahora
    ha compensado con la de Rajoy, colgándola en su particular pabellón de caza.Aunque aquella batida de la sierra de Andújar de febrero de 2009
    evocará aspectos cómicos propios de la berlanguiana La escopeta
    nacional, con la perspectiva del tiempo, se comprueba que tuvo más que
    ver con aquella otra película con tintes más negros que rodara Carlos
    Saura 12 años antes que Berlanga.En La Caza, que así figuraba en
    cartelera al amputarle la censura parte del título ("del conejo") por su connotación sexual, el cineasta aragonés narra la turbulenta jornada de
    un trío de veteranos de la Guerra Civil en los mismos campos abrasados
    en los que otros hombres habían monteado a sus semejantes. Ese viaje al
    abismo retrata una alegoría sobre un guerracivilismo capaz de aniquilar
    al adversario. Tanto que uno de los monteros concluye cainitamente: "La
    mejor caza es la caza del hombre". Siendo cierto que la Justicia renquea
    desde que Alfonso Guerra sentenciara a Montesquieu, el padre de la
    división de poderes, ésta quedó entonces tan postrada como los ocho
    venados que el ministro que fue fiscal y el juez que quiso ser ministro acribillaron en Andújar y enviaron con iniciales al taxidermista.Por
    eso, sin necesidad de tratar ningún cordón sanitario en derredor del PP
    como en su momento Zapatero en sus tratos con el nacionalismo, el PSOE
    puede obrar el descuartizamiento del principal partido de la oposición
    con jueces tan malos instructores como Garzón. Aprendieron de éste el
    enorme poder amedrentador que les da dictar condenas de telediario,
    mientras siembran el pasillo de filtraciones interesadas de sus sumarios
    en los que se sugiere más de lo que se dice. Todo ello con relación a un partido remiso a adoptar medidas, cuando la obsequiosidad de jueces
    garzonitas -como se ha visto en la bomba de relojería introducida en la última sentencia de Gürtel- obliga a reaccionar con presteza si no
    quiere el PP quedar convertido en cenizas. Son las prácticas que
    favorece una Justicia de escopeta y perro en la que un juez apunta con
    un ojo tapado siempre en la misma dirección y un fiscal-ministro,
    entonces como ahora, sólo aplica la ley cuando toca la jugada. En tales circunstancias, conviene estar atento a aquello que se mueve detrás del televisor, en la trastienda de la pequeña pantalla, mientas aparece en
    imagen un luminoso Gobierno de escaparate.

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