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Domingo, 09 de Octubre, 2016 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
(GUAYAQUIL ES LIBRE PORQUE DE JESCRISTO ES TODA VICTORIA:
Muchas felicidades a nuestras familias guayaquileñas en este ida que se celebra 196 años de su independencia que Antonio José de Sucre logró del yugo español con la intervención del AltÃsimo y sus grandes poderes y maravillas.
Y, además, también BolÃvar con José de San MartÃn acordaron en estos dÃas la integración del Ecuador a Venezuela y la Nueva Granada, comprendida como la Gran Colombia de Iberoamérica.
Por ello, nuestras oraciones siempre serán por la bendición de nuestro Padre celestial, en el nombre bendito de su Hijo Jesucristo, para cada uno de sus hijos e hijas para que sean bautizados en su nombre bendito y de su Hijo amado y del EspÃritu
Santo, cumpliendo asà con toda verdad y justicia divina del cielo y de la tierra, perpetuamente. ¡Amén!)
ISRAEL ANTIGUO VIVE EN EL MONTE SIÓN PROTEGIDO POR LA SANGRE SALPICADA:
Nuestro Padre celestial vino a Abraham porque él tenia que empezar una nueva relación con la humanidad entera, pero esta vez, tenia que ser por medio de su altar glorioso del cielo, entonces: él necesitaba que Abraham le levantase un altar que
glorificarÃa su nombre bendito entre las naciones, perpetuamente. Ésta era la oportunidad que nuestro Padre celestial habÃa buscado a través de los años, y siempre falló en encontrarlo hasta que conoció a Abraham: ya que él era un hombre de
familia y amaba rescatar aquellos en busca de amor y familia, entonces él y su esposa Sarah rescataban niños abandonados, comprándolos de extraños por dinero.
Nuestro Padre celestial necesitaba establecer su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, y esto era exclusivamente con Abraham y su casa no solamente para sus hijos adoptados, pero también para aquellos que les
habÃa prometido tan numerosos como las estrellas del cielo, que jamás podrán serán contados por nadie hacia la eternidad. Por ello, nuestro Padre celestial llamó a Abraham ha abandonar a sus conocidos, familia y hasta la casa de su padre, porque le
habÃa preparado una tierra que es la de su amor eterno, que no solamente enriquecerá a todo obediente a él y a su nombre bendito, pero también salvarlos de Satanás y sus secuaces malvados, pecado, maldiciones y muerte infernal.
Esta seria la tierra en donde nuestro Padre celestial no solamente le dará a él y a su esposa Sarah con su vientre estéril un hijo muy especial a él y a sus hijos por nacer en futuras generaciones como la gran nación de Dios, pero también
saturarlos de bendiciones y de salvación eterna para entrar a la vida angelical, perpetuamente enriquecidos. Éste será el hijo que nuestro Padre celestial puso no solamente en su corazón pero también en el de Sarah y sus hijos por nacer e
incontables como la arena del mar, porque él los redimirá de Satanás, pecados, maldiciones, enfermedades, muerte y del infierno tormentoso, además, les entregara legalmente el cuerpo glorificado de carne sagrada para entrar al cielo, perpetuamente
enriquecidos.
Por eso, es que fue importante para nuestro Padre celestial sentarse con Abraham en la Cena del SEÑOR, servido por su Hijo Jesucristo el pan y vino que los ángeles comen, para brillar en su divina gloria y poderes para Servir fielmente al Padre y,
ahora, él necesitaba alimentar al hombre: para que su vida prÃstina empiece a crecer entre ellos libremente. Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba que Abraham y sus hijos adoptados, incluyendo Sarah, estén dispuestos a servirle a su nombre
bendito al comer del pan y vino servido diariamente por su Hijo Jesucristo a los ángeles y, ahora, a Abraham y a su familia para que la vida prÃstina de su Hijo Jesucristo entre en el espÃritu humano por completo finalmente.
Por ello, comiendo y bebiendo con nuestro Padre celestial de la Mesa del SEÑOR el pan y vino servido por su Hijo Jesucristo, entonces, milagrosamente, Abraham junto con su casa entera recibÃan a su Hijo amado como Isaac, para nacer en su dÃa del
vientre muerto de Sarah, por el EspÃritu Santo, llenando asà de esperanza las naciones con su vida prÃstina. Ciertamente, cuando el tiempo fue adecuado entonces nuestro Padre celestial apareció a Abraham junto con su Hijo Jesucristo y el EspÃritu
Santo, para dejarle saber que su esposa Sarah iba a dar a luz a un niño, y que él tenia que nombrarlo Isaac: porque él llevarÃa su semilla santa de vida para que las naciones vivan al fin, para siempre.
Éste fue el pacto perfecto de vida que nuestro Padre celestial siempre buscó por años hasta que finalmente lo estableció con Abraham y su esposa Sarah, porque por medio de su vientre enfermo él les estaba dando vida en abundancia, para que llenen la
tierra con su vida prÃstina de su Hijo Jesucristo—el nacimiento de la nación hebrea, en definitiva. Ciertamente, cuando su Hijo Jesucristo nació del vientre estéril de Sarah, por el EspÃritu Santo, entonces amor y vida nacieron entre las naciones
con Isaac, porque solamente él es el pacto de la carne sagrada que nuestro Padre celestial habÃa establecido con Abraham cuando ambos comÃan del pan y vino, servido por las manos de su Hijo Jesucristo en perfecta santidad perpetua.
Isaac introdujo en Abraham y su familia el amor que él jamás habÃa conocido junto con su esposa Sarah y sus hijos adoptados, que también tuvieron que venir a vivir con él en busca de éste amor maravilloso que les habÃa sido negado tempranamente,
por razones de violencias y destrucción total de sus amados en la tierra de sus hogares perdidos. Éste es el amor maravilloso, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, buscándolo incansablemente Abraham, sin encontrarlo jamás, hasta que
todos hicieron un pacto de vida con nuestro Padre celestial al sentarse con él a comer del pan y vino servido en la Mesa del SEÑOR, sin pagar dinero alguno, para que finalmente conozcan el amor eterno de los ángeles.
Y cuando Isaac estaba listo para vivir su vida milagrosa con Abraham y Sarah junto con sus hijos adoptados, entonces Sarah se dio cuenta de que habrÃa problemas si Ismael se quedase a vivir con Isaac: por eso, inmediatamente ella se dio cuenta de que la
única solución para evitar problemas era de que Ismael con su madre Agar abandone el hogar. Puesto que, Isaac tenia que vivir la vida que él habÃa introducido en el mundo que se desarrollarÃa no solamente en la carne sagrada, los huesos
inquebrantables y la sangre reparadora, pero también ayudarÃa a que el amor prehistórico, descendido con él y con el EspÃritu Santo, se desarrolle libremente no solamente bendiciendo a Abraham pero también a sus hijos por nacer aún.
Por ello, fue importante para Isaac crecer amando grandemente a Abraham y a Sarah junto con los hijos adoptados en el amor prehistórico, descendido con él y con el EspÃritu Santo de parte de nuestro Padre celestial, para que su familia divina empiece
a existir en el espÃritu humano que él mismo habÃa encontrado en el hogar de Abraham su siervo. Éste amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac, que es realmente su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, juntos los dos como en el bautismo
postrero del Jordán, fue realmente para encender el altar del sacrificio continuo de la carne sagrada de Jesucristo, clavándolos eventualmente a sus hermanos y a sus hermanas con la salvación perfecta para entrar a la vida eterna enriquecidos.
Y cuando nuestro Padre celestial estuvo listo para encender el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, entonces él llamó a Abraham a que trajera a su hijo muy amado, Isaac, que habÃa aprendido amar por
algunos años ya al monte que siempre le hablara de él, y lo ofrezca como una ofrenda encendida, para siempre. Sobre el altar, Abraham entonces ató a su hijo Isaac, asegurándolo sobre el madero que habÃa cortado para encender el fuego, y cuando
estuvo listo para matar a su hijo, derramando asà la sangre reparadora sobre él y el leño, entonces se oyó la voz de Dios, descendiendo del cielo por medio de su Hijo Jesucristo, para que no hiera al niño.
Nuestro Padre celestial detuvo a Abraham de herir a su hijo Isaac, porque es su Hijo Jesucristo no solamente con su nombre santo en perfecta santidad pero también lleva su semilla, dándoles vida a sus hijos: por ello, Abraham no podÃa herirlo para
derramar su sangre reparadora--sólo Dios tenia el derecho legal de hacerlo asà y en su dÃa únicamente. Y en los dÃas de Abraham, no era el dÃa adecuado para derramar su semilla, por ello, él tenia que ser detenido de salpicar la sangre santÃsima
sobre el altar y el madero para encender el fuego del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, salvando asà a Abraham y a todo creyente del pecado y el infierno.
Nuestro Padre celestial le dijo a Abraham: Ahora yo sé que tú me obedecerás en lo que te mande hacer, ya que no me has negado tú único hijo, sin embargo tú me lo diste como una ofrenda encendida delante de mÃ, asà como te ordené que lo hicieres
sobre mi altar del monte Sión para redimir las naciones, perpetuamente. Por eso, yo siempre te bendeciré grandemente entre las naciones, porque obedeciste mi voz y jamás me negaste a tú único hijo Isaac, el que yo mismo te di para que aprendas junto
con todos los hijos que te he dado a amarme, servirme y glorificarme a mà y a mi nombre bendito sobre el altar del amor eterno hacia la eternidad.
Habiendo nuestro Padre celestial bendecido a Abraham porque lo obedeció hasta el grado que estuvo a punto de sacrificar a su único hijo Isaac sólo para agradarle a él que vive en el cielo, para que su verdad y su justicia prevalezcan en él y en su
esposa Sarah junto con sus hijos adoptados viviendo en su hogar, entonces fue enriquecido y aceptado divinamente. A tiempo, nuestro Padre celestial mismo le otorgó un cordero que se encontraba entrabado de los cuernos entre las ramas de dos árboles que
habÃan crecido juntos, entonces ambos Abraham e Isaac cogieron al cordero para ofrecerlo a nuestro Padre celestial, para que su sacrificio continuo empiece ya a arder eternamente sobre su altar del amor prehistórico, descendió del cielo.
Aquà es cuando los dos árboles enredados por sus ramas capturaron el cordero para el sacrificio del dÃa por Abraham e Isaac ante nuestro Padre celestial y, entonces, cuando la sangre corrÃa en vez de la de Isaac, instantáneamente el pecado de Adán
y Eva de haber comido del fruto prohibido, del árbol de la ciencia del bien y del mal, fue perdonado. Nuestro Padre celestial aceptó el sacrificio del cordero del dÃa sobre su monte Sión, descansando sobre el monte Moriah, y asà Adán y Eva fueron
perdonados por haber comido del fruto prohibido, que contaminó inicialmente la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora del sacrificio continuo de su Hijo Jesucristo sobre el monte Sión y su altar del amor prehistórico.
Abraham e Isaac regresaron a Sarah y a los hijos adoptados aquel dÃa con grandes bendiciones de parte de nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, porque ambos habÃan sacrificado el cordero del dÃa que quitó el pecado de Adán
y Eva, para que eventualmente ellos reciban al Cordero de Dios con clavos para salvación de sus hijos. Aquà es cuando, nuestro Padre celestial preparó el monte Sión, su dulce hogar, junto con el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con
Isaac y el EspÃritu Santo, incendiándolo a tiempo por ellos mismos cuando sacrificaron su voluntad perfecta sobre su altar, cubriendo el pecado de Adán y Eva y asà reciban a su Jesucristo con clavos para salvación de sus hijos.
Éste sacrificio que nuestro Padre celestial aceptó de Abraham e Isaac sobre el monte Sión y su altar del amor prehistórico que ambos habÃan encendido con su fuego eterno, entonces le dio vida a Jacobo: para que él establezca un pacto importante con
nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo cuando caminaba hacia Paddan-aram en busca de su esposa. Éste pacto de vida fue muy importante para nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y principalmente para el EspÃritu Santo,
porque Jacobo es su primogénito en la tierra y su Hijo Jesucristo es su primogénito del cielo y, por ello, cuando Jacobo caminaba hacia Paddan-aram en busca de su esposa, entonces lo puso a dormir, cerca de un pueblo llamado Luz.
Ciertamente, Jacobo se encontró muy cansado del camino que tomó una roca del área y la puso debajo de su cabeza para descansar, y mientras dormÃa nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo fueron visibles a él sobre el monte SiÃ
³n, su dulce hogar, en donde vio a muchos ángeles subir y bajar de la escalera de Jacobo. Aquà es cuando Jacobo le dijo al EspÃritu Santo: sà tú me bendices, me vistes, me das de comer, me proteges del mal y te aseguras que yo llegue sano y salvo a
la casa de los primos de mi padre Isaac en Paddan-aram, porque camino hacia allá en busca de mi esposa, entonces tú serás mi Dios para toda la eternidad.
Y el EspÃritu Santo recibió su oración, bendiciéndolo con su esposa que él mismo como Dios suyo la escogió de entre las hijas de sus parientes, dándose cuenta asà Jacobo finalmente que el Padre estaba con él por el pacto establecido con su EspÃ
ritu Santo, por tanto, su esposa le dio hijos, estableciendo asà la familia que eventualmente darÃa a luz a Jesucristo. Jacobo empezó a tener hijos y sus hijos tuvieron hijos sin darse cuenta al fin de que la nación hebrea que Dios siempre habÃa soñ
ado de ella, entonces nacÃa como su familia divina entre las naciones, para que Israel ya sea establecÃa como nación entre muchas familias para cumplir con su única voluntad perfecta por medio de su Hijo Jesucristo.
La familia de Jacobo continuó creciendo que eventualmente empezaron a vivir en Egipto como invitados de su hijo José que habÃa alcanzado ser el segundo en mando después de Faraón, y Jacobo tenia que entrar en Egipto a vivir allà con José: porque
la profecÃa de las siete vacas feas habÃa empezado a desarrollarse, que el hambre ya cubrÃa la tierra entera. Y nuestro Padre celestial llevó a Jacobo a Egipto no solamente para salvarlo a él y a su familia del hambre mundial, pero también para
alimentarlos con lo mejor de la tierra, porque en Egipto: ellos vendrÃan a ser la nación de sus sueños eternos, alimentados con las riquezas de las naciones para que le amen, le sirvan y lo glorifiquen, perpetuamente.
Nuestro Padre celestial como un Padre responsable alimento a sus hijos con lo mejor del mundo, y esto significa que las naciones trajeron para Israel lo mejor que poseÃan en sus tierras y asà Israel creció rodeado cada dÃa de abundantes riquezas
incalculables por más de cuatrocientos años, porque el dÃa venia ya cuando los sacarÃa para conquistar Canaán con grandes poderes. Por ello, Israel tenia que crecer en medio de grandes riquezas incalculables jamás de Egipto y de las naciones, para
que todos ellos crezcan no como una nación débil sino como una rica y fuerte para entregarles a poseer su nombre todopoderoso, que jamás se lo entrego a nadie—pero a Israel sÃ: escapando asà del cautiverio y de la carne pecadora.
Esto nos dice también que los hijos de Dios jamás sufrieron la falta de nada en todo Egipto, porque él los necesitaba creciendo siempre saludables, y enriquecidos grandemente, porque ya se los llevaba por el desierto del Sinaà para encontrarse con é
l cara a cara sobre su monte santo y su altar del amor prehistórico, ardiendo con grandes pasiones por ellos, como siempre. Además, ellos tenÃan que andar por medio de tierras hostiles a ellos que poseÃan poderosos ejércitos y esperaban para
recibirlos con espada y fuego, puesto que, Satanás los querÃa derrotados por completo, ya que no querÃa verlos victoriosos en Canaán para nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, entonces: si, Satanás buscaba destruirlos si
fuese posible, y cuanto antes mejor.
Por consiguiente, después de los hebreos haber cruzado el mar Rojo en seco cuando Moisés invocaba su nombre todopoderoso y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces la carne pecadora fue abandonada con sus dÃas malos: tomando asà la
carne sagrada y sus dÃas de bendiciones para amar, servir y glorificar a nuestro Padre y su nombre santo, perpetuamente. Éste bautismo de agua, al invocar el nombre del Padre, el del Hijo y del EspÃritu Santo, fue importante para todos en Israel y
para nuestro Padre celestial, porque fue debajo de las aguas en donde abandonaron sus carnes pecadoras para tomar la carne sagrada del pacto de vida establecido con Abraham para amar, servir y glorificarlo a él finalmente hacia la eternidad.
Realmente, sin el bautismo de agua Israel no solamente seguirá viviendo en la carne pecadora con sus dÃas malos y eternos, pero también por siempre fallaran de conocer a nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, además morirá
n para descender al infierno tormentoso perpetuamente condenados sólo para conocer el dolor y la eterna desolación, para siempre. Por eso, es que ellos tenÃan que ser bautizados en agua en el nombre del Padre, del Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo,
para que puedan adquirir la perfecta santidad no solamente para deshacerse de la carne pecadora con sus dÃas malos, descendiendo al infierno tormentoso, pero también para entrar en la carne sagrada, conociendo su nombre bendito perfectamente, para
siempre.
Ciertamente, los hebreos necesitaban ser bautizados en agua y en su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, para poseer la perfecta santidad de conocer su nombre y la vida maravillosa preparada divinamente para cada uno de ellos,
para que vivan la vida que realmente los ama poderosamente en la tierra y en el cielo, perpetuamente. Puesto que, todo aquel que falla en ser bautizado en agua, y esto puede ser en la tina de tu casa, la piscina, el rÃo o la playa cercana, entonces
aquel ha fallado ante el Padre celestial de cumplir con toda verdad y justicia divina, y asà no te aceptara jamás sobre su altar del amor prehistórico ni menos bendecirte cada dÃa.
Además, al fallar de ser bautizado en agua en su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces tú le estarás diciendo que no lo amas a él ni a su nombre santo, porque el fruto prohibido que la carne pecadora comió con Adá
n y Eva en el paraÃso le dice éstas palabras terribles cada dÃa. Por eso, es que nuestro Padre celestial les dijo a Adán y a Eva, después de haber ambos comido del fruto prohibido, y asegurándoles de que: Del polvo los tome en el dÃa que los forme
en mi imagen para vivir conforme a la semejanza celestial (y esto es del cuerpo glorificado de su Hijo Jesucristo), entonces todos regresaran al polvo irremisiblemente.
Después de pronunciar éste juicio nuestro Padre celestial en contra de Adán y Eva junto con sus hijos igualmente, entonces fueron inmediatamente transferidos a la tierra para vivir el resto de sus dÃas, porque él no los condenó a muerte, sino para
que sean bautizados en agua, abandonando la carne pecadora por la carne sagrada: regresando asà al paraÃso instantáneamente justificados, perpetuamente. Sin embargo, aquellos que fallaron en bautizarse en agua, invocando su nombre bendito y el de su
Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces su carne pecadora descenderá con ellos hacia la región de las almas perdidas, para volverse polvo como en el comienzo, ya que éste es el juicio divino en contra del fruto prohibido en toda alma viviente,
para siempre.
Por eso, es que si has fallado en bautizarte, invocando su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces, inmediatamente, tú descenderás hacia la región del infierno tormentoso solamente para conocer el dolor, sufrimiento y
la eterna destrucción para resucitar culpable en el DÃa del Juicio por no haber cumplido con toda verdad y justicia divina. Y estas son verdades y justicias que tu perfectamente puedes adquirir en cualquier momento al bautizarte en agua en el nombre
del Padre, del Hijo y del EspÃritu Santo, porque al tú entrar en el agua perfecta santidad te recibirá, removiendo instantáneamente la carne pecadora por la carne sagrada que está llena de toda verdad y justicia eterna: Salvándote, para siempre.
Y es aquÃ, cuando tú nombre entra en el libro de la vida, porque has creÃdo en su nombre bendito y en el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, para remover la carne pecadora con perfecta fe y asà recibir la carne sagrada que perpetuamente
vestirás en el Camino de Santidad, llevándote hacia el altar del amor prehistórico. Y es en éste altar, en donde nuestro Padre celestial espera por ti para encontrarse contigo en persona, porque él tiene que abrazarte y asà bautizarte con él mismo
en el EspÃritu Santo, para que renazcas de su imagen y de su alma viviente para ser su hijo legitimo lleno de su perfecta santidad para heredar el cielo, perpetuamente justificado hacia la eternidad.
Éste altar de su amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, es su dulce hogar, el monte Sión, ardiendo apasionadamente, en donde él ha orado por ti, ungiéndote con su EspÃritu Santo, por tanto, al tú caminar en su vida,
entonces tú siempre caminaras hacia él, en donde él tiene sus brazos abiertos para recibirte en su corazón, perpetuamente. Éste es el altar, en donde nuestro Padre celestial no solamente te recibirá como su hijo asà como cuando llamó a Abraham a
su monte santo con su hijo Isaac, para que lo ponga sobre su altar, ofreciéndolo como en una ofrenda continua, encendiendo asà el fuego de su amor eterno que jamás cesara de arder apasionadamente, para ser tú amigo fiel siempre.
Pues bien, es en éste altar del amor prehistórico, en donde nuestro Padre celestial te recibirá también con tus oraciones cada vez que ores hacia él en su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, ya que ésta es la perfecta
santidad que él le entregó a Moisés sobre el monte Sinaà para que Israel posea poderes perpetuamente. Por cuanto, es únicamente en la invocación de su nombre santo en que él te oirá a ti y a los tuyos igualmente, cada vez que alguna necesidad se
manifieste en tu vida inesperadamente, para que él pueda recibir tus oraciones, peticiones y intercesiones sobre su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo: bendiciéndote asà grandemente.
En otras palabras, nuestro Padre celestial le entrego su nombre bendito a Moisés para que Israel lo posea perpetuamente, porque éste era el nombre que él jamás se lo habÃa confiado a nadie en toda la tierra, de su altar del amor prehistórico salió
poderosamente, para él poder entonces oÃr sus llamados por bendición y ayuda en todo tiempo de necesidad. Éste nombre es reconocido instantáneamente por el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con él, su Hijo Jesucristo (como Isaac) y
el EspÃritu Santo, para que cuando quienquiera lo invoque, entonces todo el altar responderá al llamado por bendición y por ayuda inmediata, para que su nombre sea por siempre bendito entre los suyos.
Por eso, es que éste nombre muy santo de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, es muy importante para Israel y para todos de las familias de las naciones que lo aman en espÃritu y en verdad, para que quienquiera que
llame sea entonces enriquecido y ayudado directamente de su altar del amor prehistórico, descendido del cielo. Ahora, quizás preguntes, por ejemplo, al decir: ¿Por qué el SEÑOR no bendijo a los hebreos mientras vivÃan en Egipto con los Diez
Mandamientos, el tabernáculo de reunión y todas las demás bendiciones que él mismo les entregó abundantemente en el desierto del Sinaà camino a la tierra prometida para poseerla para siempre?
Bien, la razón fue que primeramente todo Israel tenia que ser bautizado en el mar Rojo, invocando su nombre bendito y del su Hijo Jesucristo junto con el EspÃritu Santo, ya que él únicamente le puede entregar sus mandamientos y cualquier otra bendiciÃ
³n como el tabernáculo de reunión, si primeramente se han desecho de la carne pecadora, para siempre. Por eso, es que nuestro Padre celestial solamente podÃa entregarles grandes riquezas para que vivan bien alimentados, bien vestidos y bien protegidos,
para que vivan con lo mejor de la vida a pesar que estaban dominados por los egipcios—y esto hizo que los egipcios los envidiaran, al ver a los hebreos gozar de las riquezas abundantes del reino de Dios.
Sin embargo, después de que fueron bautizados en el mar Rojo entonces nuestro Padre celestial estuvo listo para entregarles los mandamientos, el tabernáculo de reunión y muchas más bendiciones mientras transitaban por el desierto del Sinaà y
dispuestos a conquistar Canaán—por ello, nuestro Padre celestial solamente bendice a la carne del pacto, porque le asegura amarlo grandemente cada dÃa más. En nuestros dÃas, el mismo principio y leyes de nuestro Padre celestial aplica a todos
nosotros, ya sea que seamos judÃos o gentiles, no obstante: El cielo siempre espera que te sumerjas en las aguas, invocando su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, porque solamente aquà es cuando eres recibido por el amor
prehistórico, perpetuamente justificado.
Cuando nuestro Padre celestial vio que toda la casa de Israel era bautizada en el mar Rojo, entonces también estableció el Sábado para siempre: porque cada siete dÃas él necesitaba a cada hombre, mujer, niño y niña que cese su trabajo, para
reunirse con él en su altar del amor prehistórico para bendecirlos como su Padre creador que es, para siempre. Aquà es cuando, nuestro Padre celestial tiene una mirada muy cerca de ellos, porque él necesitaba poner su amor de Padre sobre ellos y asÃ
estar siempre con ellos todo el tiempo posible: visto que, iban a morir, descendiendo al Valle de los huesos secos—y esto era asà con toda la casa de Israel por las generaciones venideras.
Por amor a Israel, nuestro Padre celestial los tenia siempre juntos al pie de su altar del amor prehistórico cada siete dÃas, porque tenia que tenerlos listos para descender al Valle de los huesos secos, puesto que seguÃan sin bautizarse en agua para
que asà cumplan con toda verdad y justicia divina, pero también para redimirlos milagrosamente en su dÃa señalado. Ciertamente, toda la casa de Israel siempre estuvo con él, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo en el altar del amor prehistórico,
descendido del cielo con la carne sagrada y la sangre reparadora, ardiendo apasionadamente con su amor eterno: para él amarlos, pero también prepararlos para el Valle de muerte, resucitándolos en el dÃa señalado, para regresar pronto a Canaán.
Puesto que, nuestro Padre celestial les habÃa prometido que los visitarÃa con grandes misericordias y amor eterno, levantándolos asà de la muerte, abriendo sus tumbas en donde habÃan terminado sus dÃas en las naciones: porque ya pronto los
restaurarÃa por completo a sus tierras y hogares asà como en el pasado con todos los suyos. Ciertamente, al nuestro Padre celestial hacer estas promesas de vida a su pueblo que ya yacÃa en el Valle de los huesos secos por muchos años, entonces él
estaba manifestando su poder divino nunca antes detectado por ninguna nación—y esto fue que él estaba dispuesto a convertir su cementerio en un lugar santo y lleno de vida por doquiera por sus hijos.
Nadie lo pensó asà posible jamás, pero esto es exactamente lo que nuestro Padre celestial tenia en mente hacer con sus hijos, toda la casa de Israel que habÃa descendido al Valle de muerte porque se olvidaron de bautizarse en agua invocando su nombre
bendito para complacer, obedientemente, a toda verdad y justicia para salvación eterna de todos, y para siempre. Una vez que nuestro Padre celestial envió a su Hijo Jesucristo a nacer del vientre virgen de la hija de David, por el EspÃritu Santo,
entonces esto fue hecho divinamente: porque él tenia que redimir a Israel: destruyendo a Satanás y la muerte junto con sus ángeles caÃdos y cada obra malvada, sólo con la carne sagrada salpicando su semilla (sangre) sobre Israel.
Realmente, éste es el lugar santo en donde su Hijo Jesucristo hablaba con Moisés sumergido en el altar del amor prehistórico que se descalce, le decÃa, porque en donde estás parado tierra santa es—un lugar santo perpetuamente: porque allà es en
donde él seria clavado a Adán y Eva y con toda la casa de Israel del Valle de muerte: ¡Salvándolos! Es decir, que cuando su Hijo Jesucristo fue bautizado en el Jordán por Juan el Bautista, cumpliendo con toda verdad y justicia para la casa de Israel
tendida en el Valle de muerte, entonces él empezó su ministerio de lleno junto con el EspÃritu Santo, descendido del Padre para destruir primeramente a Satanás y a la muerte, para siempre.
Nuestro Padre celestial necesitaba destruir a Satanás, la muerte y a los ángeles caÃdos por la carne sagrada que ellos mismos habÃan causado a Eva comer del fruto prohibido, cuando la serpiente le mentÃa que podÃa comer de él, del árbol de la
ciencia del bien y del mal, para que ambos sean como Dios: conociendo el bien y el mal siempre. Nuestro Padre celestial tenia que hacer que Satanás, el ángel de la muerte y los ángeles caÃdos coman del fruto del árbol de la vida que es su Hijo
Jesucristo y su verbo (la palabra de Dios), para matarlos con su perfecta justicia y verdad para que Israel con Adán y Eva resuciten con los hijos sin vida aún tendidos en sus tumbas.
Sin Satanás, la muerte y los ángeles caÃdos darse cuenta, que comÃan del fruto de vida que es su Hijo Jesucristo y su palabra viva de la boca de nuestro Padre celestial como la espada destruyendo toda maldad no solamente de Adán y Eva pero también
de toda la casa de Israel en el Valle de muerte, entonces sucumbieron todos los diablos eternamente. Habiendo nuestro Padre celestial destruido a Satanás, la muerte y los ángeles caÃdos por su palabra que salió de su boca santa apuntando a destruir
todo mal que su Hijo Jesucristo encontró en las familias hebreas, entonces Jesucristo oyó al Padre decir: ¡Muerte! Yo soy tu muerte—aquà es cuando Israel que yacÃa en el Valle de muerte fue liberado nuevamente.
Habiendo nuestro Padre celestial destruido a Satanás, la muerte y los ángeles caÃdos por los poderes de su palabra hablada por medio de la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, entonces él estaba listo para derramar de su semilla santa corriendo por
el corazón de su Hijo amado, salpicándola todo sobre Israel del Valle de muerte, para que regrese a Canaán. Nuestro Padre celestial levantó a su Hijo Jesucristo junto con Adán y Eva para ser todos clavados perpetuamente a la casa de Israel, que
también habÃa ya levantado a su altar del amor prehistórico, entonces, con clavos los unió a la carne sagrada que habÃa destruido por completo a Satanás, la muerte, el pecado, maldiciones, enfermedades y el infierno, para siempre.
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