Si la pena de muerte siempre es una monstruosidad, el veredicto de culpabilidad contra esa pobre psicótica Andrea Yates -preludio de su probable condena a morir- es el colmo de la crueldad y el resultado de
la suprema ignorancia de esos jurados en ese lugar tan primitivo
(Texas).
Si hay alguien a quien culpar de la horrenda muerte de esas pobres cinco criaturas hay que alistar a (no necesariamente en ese orden):
A) ese marido hijo de puta.
B) la suprema incompetencia de los psiquiatras que atendieron a Andrea a
lo largo de los años.
C) ese horrendo sistema fundamentalista (común a muchas religiones y
otras creencias) según el cual una mujer no es sino una máquina de reproducción animal y un robot que hace la comida y limpia la casa y los mocos de los críos.
(Se aceptan agregados a esta lista de culpables).
Andrea Yates es tan víctima como lo fueron sus hijos. No necesita ni
carcel ni patíbulo sino tratamiento psiquiátrico (si es que en Texas hay
un buen psiquiatra).
Pero la eligieron para sacrificarla.
Eddie Lawrence
eddielawrence@mindspring.com
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