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Sábado, 21 de Julio, 2018 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
EL PADRE RESTAURÓ SU ROSTRO EN TI Y ASà GOCES DE RIQUEZAS COTIDIANAS DE SU GRANDE AMOR POR TI:
A tiempo, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a salir de su hogar, para mirar hacia el cielo e intentar contar las estrellas que podÃa ver, porque él está llamado a heredar no solamente una gran riqueza interminable de nuestro Padre celestial,
pero igualmente, los hijos para gozarse con ellos en la tierra y en el cielo hacia la eternidad angelical. Visto que, Abraham le decÃa a nuestro Padre celestial, que él habÃa recibido ya grandes riquezas, pero continuaba sin hijo con su esposa Sarah
para que herede sus bendiciones que habÃan descendido sobre él abundantemente: por ende, él continuaba sin ver por qué seria bendecido aún más de lo que ya era, y sin hijo que herede de él.
Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba que Abraham saliese fuera de su casa con Él para contemplar el cielo y sus estrellas incontables, y tratar de contarlas, porque son incontables, sin embargo, el hijo que estaba por recibir, junto con
los hijos prometidos de generaciones futuras, es grande con sus hermanos incontables también hacia toda la eternidad venidera. Por ende, nuestro Padre celestial necesitaba que Abraham se encariñase con sus palabras y promesas de bendiciones en su corazÃ
³n, porque él serÃa bendecido no solamente con su un hijo recién nacido del vientre estéril de Sarah su esposa, pero igualmente, sus hijos después de él, y llenos de bendiciones, para que todas las familias de las naciones sean bendecidas
grandemente postreramente.
Realmente, al Abraham salir fuera de su casa con nuestro Padre celestial, mirando hacia el cielo, tratando de contar las estrellas, entonces él creyó en sus palabras prometidas a él no solamente de más bendiciones interminables como sus hijos
prometidos por nacer en su hogar de generaciones futuras, que él fue declarado como su primer siervo fiel y justo en la tierra. Porque nuestro Padre celestial necesitaba alguien de entre las familias de las naciones que crea en sus palabras, que Él ya
habÃa determinado de llenar la tierra de ellas y en las familias de la humanidad entera igualmente: familias que necesitaban tenerlo a Él desesperadamente junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, bendiciendo el diario vivir de todos ellos.
En su dÃa, Abraham fue el escogido que nuestro Padre celestial necesitaba tener en la tierra, creyendo en sus palabras, y este es el Juramento a Isaac que primeramente Abraham tenÃa que creer, ya que, aunque no habÃa recibido aún a su hijo prometido,
Isaac, pero él creyó en sus palabras, y sólo asà su fe fue contada como justa para siempre. Ciertamente, nuestro Padre celestial junto con su Hijo Jesucristo y con el EspÃritu Santo habÃa encontraron al fin el primer hombre de la humanidad entera,
que empezó con Adán y Eva en el paraÃso, creyendo en sus palabras del Juramento a Isaac, aunque Abraham no habÃa recibido aún a su hijo Isaac, pero, aun asÃ, él fue bendecido y enriquecido desde Sión.
Evidentemente, nuestro Padre celestial necesitaba continuar bendiciendo a Abraham y a su esposa Sarah junto con los hijos adoptados, viviendo en su hogar, comprados con dinero de extranjeros dispuestos a venderlos, y asÃ, él ser su proveedor número
uno para ellos vivir una vida bendecida desde Sión, en donde aprenderán a amar, servir y honrar al Padre celestial en todos sus dÃas. Además, nuestro Padre celestial jamás pensó en parar de derramar de su bendición cotidiana sobre Abraham y sus
sobre sus amados, incluyendo a sus hijos adoptados y sus vecinos (de cerca y de lejos igualmente), porque Él necesitaba a su Hijo Jesucristo nacido como Isaac, para que viva sus riquezas cotidianas, que sus hijos de generaciones futuras aprenderán a
disfrutar de ellas siempre.
Visto que, nuestro Padre celestial jamás pensó de tener a su Hijo Jesucristo nacido como Isaac junto con cada uno de los hijos prometidos de generaciones futuras, sufriendo de falta de sus bendiciones cotidianas desde Sión, porque Él jamás quiso que
nadie lea el nacer e historia de sus hijos de Israel que fueron vistos como nacidos en pobreza, por ejemplo. Divinamente, nuestro Padre celestial querÃa que las familias de las naciones, leyendo la historia escrita de Abraham y de sus hijos que siempre
nacieron bendecidos y llenos de sus riquezas cotidianas e interminables, empoderándolos asà para caminar como ejemplo divino a los demás alrededor del mundo, demostrándoles a todos que Él es un Padre extremadamente rico: cuidando del bienestar de
sus hijos.
Por eso, es que nuestro Padre celestial tenÃa que contar con la fe de Abraham declarada por Él como justicia, porque él tenÃa que creer junto con su esposa Sarah en sus palabras del Juramento a Isaac, que Él derramarÃa sobre su altar de su amor
prehistórico para las familias de las naciones, para que sean igualmente benditas todas ellas, siempre. Además, nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham creyendo en sus palabras, aunque él aún no habÃa recibido a su hijo prometido, Isaac, nacido
por los poderes del EspÃritu Santo del vientre estéril de Sarah, para que él junto con sus amados, incluyendo sus amistades, gocen de los poderes cotidianos del Juramento a Isaac, que se derramarÃa sobre la tierra en grandes abundancias perennemente.
Debido que, nuestro Padre celestial necesitaba un hombre en el paraÃso o en la tierra, creyendo a sus palabras Juradas a Isaac y el EspÃritu Santo, y asÃ, derramarlas sobre Abraham y su familia junto con las familias de las naciones, todas las glorias
de una tierra nueva con cielos esplendorosos, en donde su perfecta voluntad es honrada perpetuamente por sus hijos bautizados/renacidos. Y esta fue la fe de Abraham para con nuestro Padre celestial en el cielo, creyendo ciegamente en sus palabras
pronunciadas hacia él no solamente sobre Isaac para nacer del vientre estéril de Sarah, por los poderes del EspÃritu Santo, pero igualmente, creyendo que recibirÃa hijos incontables como las estrellas del cielo, y con todo Canaán para vivir con
ellos eternamente enriquecido.
Esto fue algo que fue muy importante no solamente para Abraham y Sarah comprender, pero igualmente para sus hijos naciendo en generaciones futuras, porque ellos necesitaban nacer enriquecidos con las riquezas de cada dÃa que nuestro Padre celestial
apropósito derramó sobre Abraham y asà sean canalizadas hacia sus hijos por su fe, y esta fe son las palabras infalibles del Juramento a Isaac. Ya que, nuestro Padre celestial necesita a cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las
naciones, entendiendo claramente por su Juramento a Isaac y sus poderes cotidianos, de que Él es un Dios grandemente rico con sus huestes angelicales y asà también con las familias de las naciones, empezando con el hogar de Abraham para que vivan
enriquecidos.
Ciertamente, nuestro Padre celestial es un Dios asombroso en el cielo con las huestes angelicales, y lo mismo es verdad sobre toda la tierra con las familias de las naciones, porque Él necesita darles glorias, honor y amor en sus corazones para su santo
nombre todopoderoso, clavado sobre el madero del monte santo de Jerusalén, su altar antiguo, y su dulce hogar eterno. Es más, nuestro Padre celestial jamás deseo ver a Abraham y su esposa Sarah junto con sus hijos adoptados sufriendo las necesidades
cotidianas, pero, más bien, Él necesitaba que ellos estén siempre bendecidos y enriquecidos de sus riquezas del reino angelical, para que las familias de las naciones aprendan de que Él ama a sus hijos, sirviéndole en sus abundantes riquezas,
siempre.
Y asÃ, invitar a cada hombre, mujer, niño y niña de las familias de las naciones a unirse a Él junto con su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, para ser todos uno con Él en su fe, que Abraham creyó primero para que su hijo Isaac nazca, en donde É
l derramó su fe divina sobre la tierra para enriquecerla grandemente, postreramente. Visto que, esta es la tierra que nuestro Padre celestial ha escogido para vivir con sus hijos, bautizados/renacidos todos ellos de su imagen divina, clavada junto con
su santo nombre fuego sobre el madero del Israel antiguo, sus hijos israelitas levantados del Valle de los huesos secos con su bendición, envidada directamente desde Sión, cuando los levÃticos invocaron su nombre todopoderoso sobre ellos.
Proféticamente, estos son los hijos de Aarón que necesitaban invocar su santo nombre fuego que habÃa sido clavado, colgando, sobre el madero junto con el Hijo de David, sangrando, porque ellos se dieron cuenta de que no solamente el Rey MesÃas
diciendo ser Rey de Israel, colgaba, pero igualmente, el nombre todopoderoso, en donde se consideraba que todo colgado de él, maldito es. Por cierto, los hijos de Aarón estaban heridos de ver el santo nombre fuego del Padre celestial clavado y colgando
sobre el madero, considerando siempre que todo que cuelgue de él, maldito es: por eso, ellos necesitaban que los romanos lo bajen, para corregirlo, y se lea que él dice ser Rey de los JudÃos—más los gentiles rehusaron complacerlos esta vez.
Entonces, después de hablarles a los romanos por unos momentos, tratando de hacer que descuelguen el letrero, para reescribirlo, a que diga en latÃn, hebreo y arameo, que él dice ser Rey de los JudÃos, finalmente abandonaron el monte santo de JerusalÃ
©n, porque los romanos tenÃan la autoridad para finalmente decidir a que el letrero no sea reescrito jamás por nadie. Además, los romanos tenÃan las lanzas y escudos defendiendo el Lugar SantÃsimo de nuestro Padre celestial, por lo tanto, nada de lo
que habÃa sucedido divinamente sobre el monte santo de Jerusalén cambiaria, porque la profecÃa sea habÃa cumplido cabalmente, entonces la bendición descendió desde Sión, bendiciendo a los hijos de Israel, y asà ellos vean al SENOR en el Tercer DÃ
a.
Este es el dÃa, también que en cuando los hijos de Aarón terminaron de invocar el santo nombre fuego de nuestro Padre celestial, como observándolo sorprendidos en un lugar inadecuado para él, como en donde jamás debió estar, porque colgaba del á
rbol, y cualquiera colgando de él, maldito es: por ello, con dolor los sacerdotes abandonaron tras de ellos el santo nombre, colgando. Sin embargo, lo que los sacerdotes consideraron ser maldición al abandonar el santo nombre fuego del Padre celestial
junto con el Rey MesÃas colgando del árbol para que las familias de las naciones lo observen por muchas generaciones, entonces, fue hecho asÃ, removiendo todo lo que es maldito en Israel y en todo el mundo, haciéndolo bendito todo para su nuevo reino
venidero.
Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba clavar no solamente su santo nombre fuego sobre el madero, pero igualmente, su rostro glorioso para tornar en bendición lo que el fruto prohibido daño en Adán y Eva junto con los hijos cuando ambos
comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal, después de decidirles el Padre de jamás comer de él. Por eso, por el pecado de haber comido del fruto prohibido entonces no solamente los rostros de Adán y Eva desfiguraron como malditos, porque
el fruto prohibido entró en sus vidas por sus bocas, comiendo de él, a tiempo, el rostro bendito de nuestro Padre celestial reemplazó sus rostros humanos, en donde estaban malditos, para que sean finalmente rostros benditos nuevamente, perpetuamente.
Este es el santo nombre fuego, clavado junto con su rostro brillando gloriosamente sobre el árbol, cuando su Hijo Jesucristo fue sacrificado luego por los soldados romanos, porque Moisés y Aarón habÃan preparado a sus hijos para invocarlo divinamente
sobre los hijos de Israel mientras yacÃan ya en el Valle de los huesos secos, para que vuelvan a vivir postreramente, eternamente justificados. Este es el momento, en que nuestro Padre celestial con su santo nombre fuego junto con su rostro glorioso
brillando, fueron integrados al madero con su Hijo Jesucristo, entonces por su boca bendita comió el pan de vida finalmente para beber de la copa de la sangre expiatoria, dándole vida nuevamente a todos los hijos de Israel, y con abundantes bendiciones
interminables.
Este fue el dÃa, en que nuestro Padre celestial espero para darle de comer del pan de vida y beber de la copa de la sangre expiatoria, que es el vino (o cualquier bebida en tu mano) que Él comió y bebió por sus hijos de Israel y de las familias de
las naciones, derrotando asà rebeliones de Satanás del fruto prohibido, perpetuamente. Puesto que, nuestro Padre celestial siempre estuvo listo por el desierto del Sinaà de alimentar a sus hijos de la casa de Israel no solamente con las aguas amargas
de Marah, endulzadas por su árbol, descendido de su altar antiguo, en Canaán, pero igualmente, que beban de la roca salvadora para que jamás tengan sed nuevamente, y asà coman de su boca siempre.
Ya que, nuestro Padre celestial les dio a sus hijos de Israel a comer de su Mesa santa del maná que descendÃa cada dÃa sobre todo el campamento israelÃ, y asà comiesen todo cuanto quisiesen comer: y en cada viernes, una doble porción de dos dÃas
se podÃa recoger para comer en el dÃa Sabatino, porque nadie debÃa trabajar en el Sábado. Ciertamente, nuestro Padre celestial les daba a los israelitas a comer del maná de su Mesa santa, en donde Él se sentaba diariamente a comer y a beber con
ellos, asegurándose asà que todo lo que comen sea siempre santo y perfecto, porque postreramente se convertirÃan en el madero para clavar su santo nombre fuego y su rostro radiante, bendiciéndoles asà perpetuamente.
Por eso, es que fue importante siempre para nuestro Padre celestial de darles de comer a ellos de su boca cuando Él comÃa sus alimentos de su Mesa del cielo junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, porque colgando del madero ellos vendrÃ
an a ser uno con su perfecta bendición, bendiciendo asà a las familias de las naciones últimamente. Por lo tanto, cada ritual y ceremonia de perfecta santidad conducida por el desierto del Sinaà por los hijos de Israel, bautizados en agua, entonces
no solamente abandonaron cada pecado en el fondo del Mar Rojo, pero igualmente, se vistieron de los poderes del Juramento a Isaac, porque como sacerdotes del AltÃsimo Dios, ellos comÃan de su boca saludablemente el maná cotidiano.
Esto fue algo que la casa de Israel, aunque yacÃa en el Valle de los huesos secos, que es un lugar terrible, sin vida, hostil como el desierto del SinaÃ, entonces, ellos iban a comer y beber nuevamente del cielo por su rostro resplandeciente, clavado a
ellos junto con su santo nombre fuego, para que su bendición salvadora descienda sobre ellos instantáneamente. Visto que, el rostro brillante de nuestro Padre celestial habÃa sido clavado a ellos, por ende, su imagen en ellos completamente se sanó,
por la labor constante del Juramento a Isaac que su Hijo Jesucristo habÃa ejecutado victoriosamente por todo Israel con la ayuda idónea de dones del EspÃritu Santo, que todos podÃan sentirse vivos nuevamente como cuando vivÃan en la tierra.
Visto que, la imagen del Padre celestial clavada a ellos empezó a alimentarlos nuevamente como cuando por el desierto con el maná descendÃa de su boca, y bebÃan de la roca, porque con su rostro santÃsimo implantado sobre el de ellos, entonces comÃ
an y asà sentÃan la perfecta santidad de que estaban comiendo con su boca santa, como caminando nuevamente juntos hacia Canaán. Puesto que, los hijos de Israel, aunque yacÃan en el Valle de los huesos secos totalmente destruidos por las mentiras y
decepciones del fruto prohibido, comido por Adán y Eva en el paraÃso inicialmente, entonces, al comer nuevamente por la boca del Padre celestial el pan de vida, en un dÃa, regresaron a la vida para no morir jamás.
Por eso, es que por la noche nuestro Señor Jesucristo antes de ser llevado al monte Sión con el madero del Israel antiguo sobre sus hombros para ser clavado a él junto con el rostro santo y el nombre todopoderoso, ardiendo sobre él perpetuamente,
entonces, él se sentó a la Mesa del Señor a comer del pan con sus apóstoles. Nuestro Señor Jesucristo necesitaba comer del pan y beber de la copa de vino con ellos sobre la Mesa del Señor, porque, él estaba a punto de comenzar a comer no solamente
con la casa de Israel yaciendo en el Valle de los huesos secos: pero igualmente, él necesitaba comer y beber con las familias de las naciones de todas las generaciones.
Evidentemente, era importante para nuestro Señor Jesucristo de sentarse con sus apóstoles a la Mesa del Señor a comer pan y beber vino, entregándoles asà la vida eterna del Padre celestial, que él habÃa descendido personalmente a dársela al
Israel antiguo yaciendo en el Valle de los huesos secos, y vivan nuevamente, pero igualmente, para salvar siempre a todo creyente alrededor del mundo. Por eso, la noche en que él comió del pan con sus apóstoles, entonces, él lo tomó y dio gracias al
Padre celestial por él, quebrándolo en pedazos, y asà darles a los apóstoles y, al mismo tiempo, a todos los demás alrededor del mundo entero de todo credo, creyentes y fieles en su obra redentora sobre el monte santo de Jerusalén.
Efectivamente, nuestro Señor Jesucristo junto con nuestro Padre celestial y con su EspÃritu Santo habÃa entrado por el Juramento a Isaac en cada hogar israelà a comer y beber de la Mesa del Señor con ellos, porque ascendÃa ya al monte Sión, dá
ndoles generosamente a comer a sus antepasados yaciendo en el Valle de los huesos secos, para que vivan otra vez. Francamente, es el mismo pan y vino que no solamente Abraham junto con sus hijos adoptados comieron con nuestro Padre celestial cuando su
Hijo Jesucristo servÃa su Mesa santa, pero igualmente, luego sus hijos en Canaán, y los que yacÃan en el Valle de los huesos secos, comieron con él, para que toda riqueza de la vida eterna florezca en las naciones, finalmente.
Definitivamente, cuando nuestro Señor Jesucristo tomó la copa de vino de la Mesa del Señor, entonces, él dio gracias al Padre y asà sus apóstoles bebieron de él, pero igualmente, Israel antiguo yaciendo en el Valle de los huesos secos por su boca
de su rostro bendito, clavado al de ellos, para que beban de la vida eterna junto con sus bendiciones cotidianas. Por eso, cuando nuestro Señor Jesucristo les dio a sus apóstoles a beber de su copa entonces él dijo, beban de ella todos no solamente de
todo Israel, pero igualmente, cada hombre, mujer, niño y niña de las familias de las naciones, porque esta es la vida personal de nuestro Padre celestial, dándoles vida abundantemente a los que beben con Él siempre.
Por cierto, nuestro Padre celestial fue el primero en beber de la copa de vino y de comer del pan descendió del cielo con su rostro santÃsimo clavado a sus hijos israelÃes, que es el madero sobre el monte santo de Jerusalén, para escapar del Valle de
los huesos secos, y asimismo las familias de las naciones postreramente, para vivir enriquecidos perpetuamente. Por eso, nuestro Padre celestial aún sigue llamando a cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las naciones a comer y
a beber de su Mesa santa, servida diariamente por su Hijo Jesucristo sobre el monte santo de Jerusalén, para que encuentren vida con sus bendiciones cotidianas, y asà enriquecer sus almas vivientes abundantemente toda una eternidad.
Porque el rostro de nuestro Padre celestial comió del pan y vino primero de su sacrificio continuo, que es continuamente su Hijo Jesucristo clavado al madero del Israel antiguo, para que sus hijos coman y beban finalmente por medio de su imagen
restaurada en ellos, pero igualmente, Él come y bebe con los que aun ahora mismo ascienden al monte santo de Jerusalén. Por cierto, por el poder y dones del Juramento a Isaac, nuestro Padre celestial ha podido hacer una gran obra por sus hijos con su
Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, para que sus hijos desesperados, hambrientos y sedientos en el Valle de los huesos secos finalmente coman y beban por su rostro santÃsimo, restaurado en ellos, para vivir eternamente bendecidos.
Dado que, ningún hombre, mujer, niño y niña podrá jamás conocer que es vivir, solamente después de comer con la imagen del Padre celestial restaurada y brillando en su luz asombrosa sobre sus rostros, destruyendo constantemente cada tiniebla de
Satanás y de los ángeles caÃdos, para que por fin conozcan la vida como deben conocerla en la tierra y en el cielo eternamente. Porque si la verdad se dice: nadie sabe realmente que es gozar de los frutos dadas por la tierra en sus tiempos, que
nuestro Padre celestial ha bendecido ya con sus poderes y dones del Juramento a Isaac, que bendice toda vida humana con el bautismo en agua, gozando de su imagen santÃsima restaurara para todos nosotros sobre el monte santo de Jerusalén.
Puesto que, nosotros somos seres humanos nacidos de la imagen de nuestro Padre celestial para gozar de su vida única, que Él siempre ha vivido con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo ante las huestes angelicales, por ende, estamos todos
llamados a gozar de sus bendiciones cotidianas con su imagen restaurada en todo nuestro ser y alma viviente hacia la eternidad. Sin duda, nosotros siempre fallaremos en conocer la vida como nuestro Padre, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo la
conocen ante las huestes angelicales, que son millares en la eternidad, y nosotros somos parte de este reino maravilloso, pero, Lucifer contaminó la imagen santa del Padre en nosotros con el fruto prohibido, para que jamás vivamos la vida prÃstina del
Padre.
Porque con el fruto prohibido que Adán y Eva comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal, entonces, nosotros fuimos contaminados con el pecado, bloqueando bendiciones y glorias que el rostro brillante del Padre celestial siempre ha tenido para
nosotros, como debió ser siempre, ya que somos sus hijos nacidos de su imagen para conocer su amor una eternidad entera. Es decir, también porque Adán y Eva comieron del fruto prohibido, entonces la imagen y el alma viviente del Padre celestial en
todos nosotros fueron contaminados, manchados con el pecado que continuamos viviendo sin ver la vida prÃstina del Padre: asà como Él, su Hijo y su EspÃritu Santo siempre quisieron que nosotros la conozcamos en el paraÃso y en su Creación.
Porque la imagen y el alma viviente de nuestro Padre celestial en cada uno de nosotros son luz, alumbrando nuestro caminar por la vida, por ello, cuando caminamos por donde sea que vallamos entonces jamás tropezaremos, aunque caminemos en tinieblas:
porque la luz de su rostro brillando alumbra nuestras almas vivientes para ver en la vida como debemos verla, enriqueciéndonos cada vez más. Por eso, es que Satanás con la serpiente del JardÃn del Edén engañaron a Eva, la virgen del paraÃso, para
que comamos del fruto prohibido, bloqueando la luz que está supuestamente a ser luz por nuestros ojos, mentes, corazones para entender y razonar, y asÃ, nuestro espÃritu humano jamás caminara en tinieblas ciegamente, pero únicamente en su luz
enriquecedora.
Con el fruto prohibido que Eva le dio a Adán, entonces todos nosotros comimos de él igualmente en aquel dÃa, porque somos sus hijos, para que nosotros veamos la vida no como el Padre la ve, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, pero únicamente
como Satanás la ve, pecando, para que muramos sin conocer la vida sino solamente tinieblas cada dÃa. Por eso, es que fue importante para nuestro Padre celestial tener a su Hijo Jesucristo junto con su EspÃritu Santo nacido del vientre estéril de
Sarah como Isaac, para que tengamos nuestros ojos, nuestros oÃdos, nuestras mentes, nuestros corazones, restaurados en nosotros y asà vivir nuestras vidas en nuestras almas vivientes iluminadas en su luz, en donde toda tiniebla no existe jamás.
Nuestro Padre celestial necesitaba que su Hijo Jesucristo junto con su EspÃritu sean parte integral de la familia de Abraham, porque Él necesitaba bendecir el vientre estéril de Sarah, y asà darles abundantemente de su vida a sus hijos incontables
como las estrellas del cielo, dado que su reino de su perfecta voluntad es un reino de luz en la eternidad angelical. Por eso, nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham viviendo con su hijo Isaac, y lleno de su amor infalible que será eternamente un
fuego sobre el monte santo de Jerusalén: bendiciendo completamente toda vida humana cada dÃa en su reino angelical, pero igualmente, en todo Canaán, en donde Él vivirá con sus hijos brillando con su rostro sobre ellos una eternidad feliz.
Y esta luz brillando sobre sus hijos es su imagen santÃsima, restaurada no solamente en todo Israel antiguo, aunque yacÃan en el Valle de los huesos secos sin esperanza para ver la vida nuevamente, pero igualmente, Él sigue restaurando hasta hoy su
imagen bendita en cada hombre, mujer, niño y niña de las familias de las naciones sobre el monte santo de Jerusalén. Por eso, nuestro Padre celestial descendió del cielo con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, entonces, fue primeramente para
hacerle conocer a Moisés de su santo nombre como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacobo: porque Él sentÃa la necesidad de bautizarlos en agua para conquistar todo Canaán, en donde le servirán a Él, siempre.
Dado que, solamente serÃa en Canaán y sobre el monte Sión, que Él tomarÃa a su Hijo Jesucristo y junto con su EspÃritu, asà como Abraham lo hizo inicialmente con su Hijo amado como Isaac, ofreciéndolo como una ofrenda encendida, clavando su santo
nombre fuego junto con su rostro brillando al madero, y asà restaurar su imagen santa en la humanidad entera, postreramente. Este evento explica (Ex. 29:4) de por qué Moisés le dijo al Israel antiguo camino hacia Canaán, que el Padre celestial los
habÃa bendecido hasta aquel dÃa con milagros importantes no solamente en Egipto, escapando de él con poderes desplegados, pero igualmente, por todo el desierto del SinaÃ, sin darles jamás ojos que vean, oÃdos que oigan, ni corazón que razone.
Porque en el corazón de nuestro Padre celestial estaba de clavar sus ojos para ver, sus oÃdos para oÃr, su corazón para razonar, con su Hijo Jesucristo al madero, mordidos por serpientes venenosas, pero luego, por la serpiente de bronce y los clavos
en sus manos y pies, clavando asà su rostro bendito sobre sus hijos israelÃes y asà finalmente vivan santificados. Por eso, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a Israel nacido y viviendo en la cautividad egipcia, por cuatrocientos años,
porque con el Juramento a Isaac, sellado en cada israelà como convenio de vida con la gloria celestial, entonces, Él podÃa vivir con ellos una eternidad entera sobre el monte santo de Jerusalén, clavado a ellos como su Padre eterno.
Porque este convenio de vida, que es el Juramento a Isaac: Es todo sobre el Padre amando a su único Hijo Jesucristo sobre el monte santo de Jerusalén, ambos unidos con los poderes asombrosos y dones de su EspÃritu Santo, bendiciendo a todas las
familias de las naciones con su sangre expiatoria finalmente para restaurar en ellos sus bendiciones perfectas, y riquezas interminables. Por eso, nuestro Padre celestial los sacó del cautiverio egipcio para bautizarlos en el Mar Rojo, en donde ellos no
solamente abandonarÃan todo pecado que el Juramento a Isaac habÃa arrestado por sus poderes, liberando asà a las familias de las naciones antiguas para pronto ya servirle a su santo nombre fuego, pero igualmente, los vistió por fe con sus vestiduras
divinas.
Dado que, ellos necesitaban vivir y comportarse como sus hijos, vistiendo sus trajes sacerdotales, además, conducir rituales y ceremonias importantes de santidades perfectas del Juramento a Isaac, porque todos ellos tenÃan que derramar las sangres de
los corderos sacrificados sobre todo pecado por el desierto del SinaÃ, finalmente para entrar a Canaán para ser uno con Él, sobre el monte Sión, eternamente unidos. Considerando que, únicamente en nuestro Padre celestial están los ojos que ven, los
oÃdos que oyen, el corazón que razona entre ambos Padre e Hijo sobre el monte Sión, unidos para la eternidad con cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones, empezando por Israel, para ser uno, unidos en su reino de su
perfecta voluntad finalmente.
Por razones de que, si nuestro Padre celestial pude ser nuestros ojos para ver, nuestros oÃdos para oÃr, nuestro corazón para razonar entre Él y sus hijos unidos por los poderes y dones asombrosos del Juramento a Isaac sobre el monte santo de JerusalÃ
©n, y perpetuamente uno con su vida eterna, entonces, Él hará lo mismo con toda nación sobre la tierra. En otras palabras, nuestro Padre celestial quiere ser tus ojos para ver, tus oÃdos para oÃr, tu corazón para razonar con sus palabras divinas
que continuadamente descienden sobre el monte santo de Jerusalén, porque es aquÃ, en donde su santo nombre fuego junto con su rostro brillante y glorioso están clavados al madero del Israel antiguo, para salvarte ahora mismo--sà obedeces.
Y es aquÃ. En donde tú tienes que ascender bautizado en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre fuego, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, porque instantáneamente tú habrás abandonado el espÃritu de error por el EspÃritu Santo, que
te llevara al Lugar SantÃsimo, en donde tú lo encontraras en persona únicamente para amarte como un padre ama a su hijo, siempre. Ciertamente que, nuestro Padre celestial te vera ascender cuando tú eres bautizado en agua, porque Él estará cerca de
la roca de salvación que tú tienes que beber abundantemente de ella del agua que los israelitas antiguos bebieron con Moisés en el desierto del SinaÃ, para jamás volver a tener sed, pero también: alimentarte de su amor, gozo y felicidad inagotable,
siempre.
Este es el amor del que tú siempre has buscado por toda tu vida sin encontrarla jamás, o acercarte a ella para gozarla momentáneamente, porque siempre está lejos de ti, y parece que jamás te podrá tocar, para que por fin sepas de que estás vivo
para entonces tú amar una eternidad entera: todo lo que es siempre verdadero, perfecto y santo eternamente. Sin embargo, cuando tú asciendes sobre el monte Sión, porque su EspÃritu Santo te lleva a encontrarte con el Padre celestial en su Lugar SantÃ
simo, en donde la roca redentora espera por ti, para alimentar tu corazón, alma, mente, cuerpo y espÃritu humano con todas sus bendiciones, entonces, tú conocerás la vida, al fin, por amor a su amor infalible por ti.
Evidentemente, ya sobre el monte Sión entonces nuestro Padre celestial te bendecirá con su roca salvadora, alimentándote de sus bendiciones interminables, volviéndote una roca tú mismo: dando amor, gozo, felicidad y bendiciones como el reposo
Sabatino a Él, su Hijo, su EspÃritu Santo y su santo nombre, guardado, amado y alabado por ángeles, sólo entonces tú te conocerás a ti mismo finalmente. Ciertamente, es únicamente sobre el monte santo de Jerusalén y su Lugar SantÃsimo, en donde
tú renacerás de la imagen de nuestro Padre celestial clavada junto con su santo nombre al madero, que los hijos de Aarón bendijeron cuando intentaban cambiar su santo nombre, reescribiéndolo, que diga que él dice ser Rey de los JudÃos.
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