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    From ivanvalarezo@gmail.com@21:1/5 to All on Fri Jun 23 14:15:05 2017
    Sábado, 24 de Junio, 2017 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


    SÓLO YESHUA (JESÚS) ES TU VIDA ACEPTADA EN EL LUGAR SANTSIMO, SIEMPRE:

    Nuestro Padre celestial llamó a toda la casa de Israel a recordar todo lo que le había sido dado a Moisés sobre el monte Sinaí, porque Él quería ver a cada hombre, mujer, niño y niña, obedeciendo sus Diez Mandamientos y regulaciones junto con sus
    preceptos, entregados en el Lugar Santísimo, para vivir la vida santísima complaciente a toda verdad y justicia celestial. Ya que, nuestro Padre celestial había de enviar a su profeta Elías ante de es gran día terrible, que viene sobre toda la
    tierra, para juzgar los pecados de todo sus habitante, que han fallado en obedecerlo en sus mandamientos santísimos, palabra y preceptos confiados a Moisés, para que Israel los cumpla y hasta que entren en su presencia santísima, perpetuamente
    bendecidos.

    Puesto que, los mandamientos que nuestro Padre celestial le entregó a Moisés son santísimos, llevando a todo hombre, mujer, niño y niña a vivir una vida bendita hacia la gloria eterna y así vivir con Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo
    junto con sus naciones de ángeles que aman, adoran y sirven a su santo nombre fuego eternamente fieles a él. Por lo tanto, viviendo estos mandamientos santísimos te llevaran a cumplirlos y a glorificarlos hacia la eternidad en perfecta verdad y
    justicia complaciente al corazón del Padre celestial, que siempre requiere perfecta santidad, para que tú vengas a ser como Dios mismo, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, viviendo en la gloria celestial, como si jamás hubieses conocido pecado,
    perpetuamente.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial le manifestó a Israel, por medio de Moisés, asegurándoles, que el Espíritu Santo de los mandamientos es muy difícil de complacerlo, ni menos de cumplirlo al grado de gloria eterna, que sólo existe en el cielo
    ante nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo: Por ende, es imposible de cumplirlos por todo hombre. Estos mandamientos son santísimos, que únicamente nuestro Padre celestial los ha cumplido en la eternidad sin transgredirlos
    jamás en sus palabras y significados ante su Hijo Jesucristo, el Espíritu Santo y sus huestes angelicales, porque son santísimos, perfectos y gloriosos así como Él mismo lo es eternamente: por ello, ellos hablan de él y de su santo nombre fuego con
    amor eterno, siempre.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial se los entregó a Israel, por medio de Moisés, porque jamás podrían ser cumplidos y glorificados por esfuerzos y poderes humanos de cada hombre, mujer, niño y niña de la casa de Israel, pero por la vida
    enriquecida de su Hijo Jesucristo y con abundante gracia y dones del Espíritu Santo, entonces si pudieron eventualmente. Sin duda, fue importante para nuestro Padre celestial de establecer un convenio de vida con Abraham y con el vientre estéril de su
    esposa Sarah, comiendo del pan y vino de su Hijo Jesucristo, que normalmente es servido a cada ángel celestial, para que siempre tengan la plenitud de su perfecta santidad y gloria: porque sin ella, fallarían en servir a Dios, perpetuamente.

    Es decir también de que cuando nuestro Padre celestial comió con Abraham y sus 318 hijos adoptados, sentados a la Mesa del SEÑOR, listos para ser servidos por el Rey de Salem, Melquisedec, el pan y vino para que los hijos de Abraham nazcan de la carne
    sagrada y sangre reparadora de Isaac, entonces el mundo celestial se derramó sobre la humanidad entera. Puesto que, esta era la única manera posible de que nuestro Padre celestial podía tener a sus hijos nacidos del mundo de arriba en la humanidad
    entera, comiendo y bebiendo de la carne sagrada y de la sangre reparadora que dio vida inicialmente a la tierra seca, que estaba en el vientre estéril de Sarah y que finalmente hizo que Isaac nazca.

    Así fue como nuestro Padre celestial podía invadir no solamente a la humanidad entera y su tierra con su preciosa y gloriosa vida, escrita con su dedo en las dos tablas de Los Diez Mandamientos, entregados a Moisés para que los obedezca y cumpla
    Israel siempre, pero igualmente a las naciones, para que sus hijos nazcan entre ellos para formar su reino sempiterno. Estos son mandamientos muy santos junto con cada precepto y norma dada a Moisés sobre el monte Sinaí, que dio vida no solamente a sus
    hijos por medio de la fe, que él mismo había empezado en Abraham y en el vientre estéril de Sarah, dándole vida a su Hijo Jesucristo como Isaac, pero igualmente a los hijos prometidos para generaciones futuras.

    Estos son mandamientos santísimos ante nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo que en si son el vientre virgen, dando vida siempre a cada uno de los hijos prometidos a Abraham y al vientre estéril de Sarah, incluyendo al Rey
    Mesías, nacido del vientre virgen de la hija de David, dándole vida perfecta y eterna a la humanidad entera, finalmente. Ciertamente, nuestro Padre celestial le manifestó a Moisés, asegurándole así, de que él le había dado a Israel mandamientos
    muy difíciles de cumplir y de glorificar en esta vida y en la venidera por poderes, esfuerzos o talentos humanos, ya que estos son mandamientos dados a Israel y a la humanidad entera para que renazcan de ellos, en su eterna perfección angelical.

    Estos mandamientos santísimos son el perfecto vientre que está firme en el Lugar Santísimo del tabernáculo de reunión, y de que no hay manera posible que el hombre siempre entre en él con su santidad personal y derramando la sangre reparadora de su
    animal sacrificado sobre el Arca del Convenio, para ser aceptado, y salir de él vivo ante nuestro Padre celestial. Es totalmente imposible, porque cada sumo sacerdote levita que se ha preparado con sus rituales e instrucciones, que está obligado a
    seguir, derramando la sangre del animal sacrificado al suelo, para él y para su familia, entonces solamente le ayudara todo ello para entrar en el Lugar Santísimo ante el Padre celestial, para renacer de su santidad personal, si sólo es aceptado.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial junto con su Espíritu Santo de los mandamientos lo rechazaba por completo aunque hayan seguido las instrucciones de Moisés, recibidas sobre el monte Sinaí, ejecutando así sus responsabilidades personales en el
    Lugar Santísimo al pie de toda letra, bañado en su misma santidad humana, que no existía posibilidad alguna de renacer a la vida, en vez moría instantáneamente. Y los levitas sacerdotes afuera del tabernáculo de reunión y con la soga atada a la
    cintura del sumo sacerdote finalmente lo tenían que jalar del Lugar Santísimo, porque ya no oían más las campanas sonando cuando se movía, por lo tanto, todos entendían que había muerto: porque su santidad personal había fallado en complacer la
    santidad divina de los mandamientos, para salvación.

    Evidentemente, siempre fueron los mandamientos santísimos dentro del Arca del Convenio junto con nuestro Padre celestial y con cada sumo sacerdote levita entrando en el Lugar Santísimo con su animal sacrificado y la sangre reparadora salpicada sobre
    las cosas santas, para ver si seria aceptado con toda la casa de Israel, pero siempre eran rechazados en cambio. Ahora, nuestro Padre celestial rechazaba al sumo sacerdote levita junto con toda la casa de Israel cada vez que entraba en el Lugar Santí
    simo, porque él siempre fallaba junto con cada hombre, mujer, niño y niña de todo Israel de presentar sus vidas así de santas y de perfectas como la del Espíritu Santo de los mandamientos ante nuestro Padre celestial.

    En otras palabras, la vida del sumo sacerdote levita junto con cada uno de Israel tenia que igualar la perfecta vida santísima de los mandamientos ante nuestro Padre celestial, sentado sobre la Silla de la Misericordia, del Lugar Santísimo, y fallaron
    todos en igualarla para cumplir con toda verdad y justicia perpetuamente: por ende tenían que todos morir pecadores, eventualmente. Incluso, esto tenia que tomar lugar siempre en el Lugar Santísimo del tabernáculo de reunión, como desde donde nuestro
    Padre celestial le otorgó a Moisés por vez primera sus dos tablas de los mandamientos para Israel, para que todos vivan conforme a lo escrito, para que algún día pronto regresen a éste Lugar Santísimo para ser reconocidos como santos, para salvació
    n eterna.

    Por ende, cada uno en Israel tenia que haber vivido ya el Espíritu Santo de los mandamientos, para ser aceptados por nuestro Padre celestial como muy santos, para entrar en la vida eterna, perpetuamente enriquecidos: porque ahora habían vivido todos
    ellos conforme a lo escrito en los mandamientos, y lo han honrado todo hasta cumplirlos para estar en el Lugar Santísimo, aprobados, perpetuamente. Y esto significa que cada uno de Israel y de las familias de las naciones tenia que haber vivido ya el
    Espíritu Santo de los mandamientos como escrito están, y sin fallas ni manchas para ser aceptados por nuestro Padre celestial no solamente para estar en Lugar Santísimo, pero igualmente en el reino de los cielos y con perfecta salvación, para siempre.

    Puesto que, ésta es la vida perfecta de que todos ellos tenían que ya haberla vivido para entrar al Lugar Santísimo ante nuestro Padre celestial, finalmente para llegar a ser aceptados como sus hijos legítimos, listos para entrar a la gloria
    celestial para vivir con Él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo junto con las huestes angelicales hacia toda la eternidad venidera. De otro modo, era imposible para quien sea de entrar en el Lugar Santísimo ni menos al cielo perpetuamente
    enriquecido como hijo de Dios, y con poderes para vivir donde desee en la gloria celestial, gozando de su vida eterna y junto con sus riquezas asombrosas hacia la eternidad, sin ser jamás rechazado así como lo fueron Adán y Eva inicialmente.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial le entregó a Moisés y a Israel las dos tablas de los mandamientos para que cada hombre, mujer, niño y niña los cumpla como están escritos, para que algún día finalmente sean aceptados por Él, en el Lugar
    Santísimo, como sus hijos legítimos, listos para entrar a la vida de la gloria eterna, perpetuamente enriquecidos. Además, nuestro Padre celestial espera a cada uno en Israel que los cumpla así como están escritos en sus vidas vividas en la tierra
    prometida, porque si tú puedes vivir sus mandamientos santísimos sin ofenderlos nunca en su tierra escogida, entonces esto significa que tú has llegado a su gloria angelical legítimamente, porque finalmente has cumplido con toda verdad y justicia
    salvadora, perpetuamente.

    Pero, para sorpresa de todos, nuestro Padre celestial les dijo que Él les había dado mandamientos que nadie los podría cumplir jamás, porque es imposible para que el hombre los cumpla y glorifique así como Él ya los ha glorificado en la eternidad
    ante las huestes angelicales, por ende, las probabilidades de que alguien entre en el Lugar Santísimo, cumpliéndolas, no existen. Sin embargo, podemos ver que solamente Moisés podía ascender al cielo, cuando nuestro Padre celestial lo llamaba, para
    entregarle a él cualquier cosa que Israel necesitaba poseer para amarle, servirle y glorificarle a él por medio de la vida santísima de los mandamientos y del tabernáculo de reunión, pero también podemos ver que jamás él fue restringido de nada
    en todo Israel.

    Esto nos enseña de que para nuestro Padre celestial, Moisés fue especial ante él por donde sea que fue por todo el campamento israelí y en el cielo igualmente así como cuando era llamado para ascender el monte Sinaí, para que el Padre le enseñe
    como escribiría los mandamientos con su dedo o enseñarle los detalles del tabernáculo de reunión, por ejemplo. Esto significa, obviamente, de que Moisés no poseía restricciones alguna jamás para ir a donde sea que nuestro Padre celestial lo
    llamaba, como para enseñarle la gloria que Él había preparado para que Israel la posea en aquellos días y para la eternidad: Porque Moisés fue aceptado como uno de los suyos y como que si siempre ha existido con él en familia.

    Pero, la verdad es, de que Moisés fue uno como cualquier otro hombre, mujer, niño o niña en toda la casa de Israel, sin embargo, él tenia poder para estar ante nuestro Padre celestial por las necesidades de Israel y así servir a esas necesidades,
    para que Israel viva una vida poderosamente lo suficiente camino hacia Canaán y victorioso sobre todo enemigo, siempre. Nuestro Padre celestial siempre estaba listo para oír a Moisés y contestar a sus peticiones, para él y para Israel igualmente,
    porque él tenía poder, y todo porque era considerado como uno de la familia divina del reino angelical, llamado para hacer lo que él sólo podía hacer para su gloria, y esto fue de llevar a Israel a Canaán sano (y salvo).

    Nosotros podemos ver que nuestro Padre celestial le había confiado lo que Él siempre había amado grandemente en el cielo a un mero hombre, nacido del vientre de una mujer, y éste era Moisés, llevando a la casa de Israel de Egipto a la tierra que Él
    mismo había escogido, ya que esto fue algo que solamente Moisés podía cumplir fielmente. Nuestro Padre celestial jamás estuvo listo para confiar en nadie de Israel ni menos de los ángeles santísimos para que haga algo así para él, llevando a todo
    Israel hacia Canaán, que él mismo la había escogido para él: porque seria en ella, en donde él finalmente vivirá con sus hijos de Israel y de las familias de las naciones, perpetuamente feliz.

    Ahora, por qué nuestro Padre celestial confió tanto en Moisés, y de esto, después de que él mismo le dijo que no era elocuente, y que tartamudeaba severamente: por eso, él jamás podía ser el que tenia que enviar con ésta obra tan asombrosa para
    l en todo Israel: Entonces, SEÑOR, envía a quien debas, y no a mí, Moisés imploró. Instantáneamente, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés, no conozco Yo a tu hermano Aarón, y que él habla muy bien, y él viene hacia a ti ahora, y cuando te
    vea él será llenó de alegría en su corazón, porque ahora serás tú dios para él, y él hablara como tu profeta las palabras que Yo te diga, para el Faraón.

    Con estas palabras, Moisés se dio cuenta de que nuestro Padre celestial estaba determinado a enviarlo con su obra maravillosa que él haría para sus hijos, que él mismo había dado vida por su Hijo Jesucristo cuando nació como Isaac del vientre esté
    ril de Sarah, por el Espíritu Santo, para eventualmente levantar su santo nombre fuego sobre el mundo entero, perpetuamente victorioso. Visto que, nuestro Padre celestial había dado vida a su único Hijo como Isaac del vientre estéril de Sarah no
    solamente para introducir sus fuegos asombrosos de su gracia, misericordia, verdad y justicia divina junto con la carne sagrada y la sangre reparadora, para salvar a Israel, pero igualmente para levantar su santo nombre fuego: conquistando así las
    naciones con salvación eterna, finalmente.

    Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba reconquistar de Satanás lo robado perpetuamente con mentiras y decepciones de Adán y sus hijos, para que él pueda bautizar al mundo entero con agua primeramente, para empezar nuevamente toda vida humana, pero
    esta vez con su santo nombre fuego, ardiendo sobre él así como con las huestes angelicales del cielo, y con perfecta santidad perpetua. Entonces ¿qué fue tan especial de Moisés de que él podía estar en su presencia santísima en el cielo y en la
    tierra igualmente, como en el tabernáculo de reunión y en su Lugar Santísimo, para hablar con el Padre claramente y en persona sobre las cosas que él necesitaba resolver para él y para su familia y, algunas veces, para todo Israel?

    La respuesta es que Moisés estaba ungido de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, porque cuando fue llamado a ascender el monte Sinaí, al seguir el llamado del santo nombre fuego, que ardía apasionadamente sobre el monte alto (y el fuego no
    se desbordaba), porque estaba centrado en él y hasta que respondiese al llamado divino. (Esto también significa en nuestros días de que nuestro Padre celestial aún arde apasionadamente con su fuego intenso, alumbrando sobre ti, para alumbrar tu vida
    de entre las tinieblas del pecado, maldiciones, enfermedades, problemas, pobreza y muerte hasta que contestes su llamado a su monte santo para liberarte instantáneamente; tu salvación está con él, cuando abrazas a su único Hijo amado.)

    En este día, Moisés ascendió el monte Sinaí para encontrarse con nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo entre los fuegos y el horno de su gracia, de su misericordia, de su verdad y de su justicia divina, recibiendo así el
    santo nombre fuego, que Israel necesitaba desesperadamente para liberarse del cautiverio egipcio, porque el holocausto había empezado ya. Visto que, Faraón le había dicho ya a su gente de que ya podían empezar a matar a los recién nacidos, porque
    pensaba que Israel se estaba engrandeciendo demasiado, y si seguían creciendo, entonces fácilmente podían formar su ejercito para escapar con el enemigo en tiempo de guerra, por eso que terminar con ellos, empezando con los niños, era importante.

    Y nuestro Padre celestial no estaba listo para permitir este terrible holocausto que tomare lugar en la cautividad egipcia, porque primeramente eran sus hijos con un convenio importante de vida y de riquezas, enriqueciendo a Israel y a las naciones hasta
    que su Hijo Jesucristo nazca finalmente, para levantar su santo nombre fuego sobre el mundo entero, salvándolo para su reino venidero. Ciertamente, nuestro Padre celestial tenia que descender sobre el monte Sinaí para descansar sobre él con su horno,
    ardiendo con su gracia, misericordia, verdad y justicia divina para liberar a Israel de Egipto y de una muerte segura, entregándoles finalmente su santo nombre fuego por medio de Moisés, al recibirlo divinamente, para que Israel tenga poderes
    libertadores en toda su vida terrenal, siempre.

    Nuestro Padre celestial había visto vivir a todo Israel por cuatrocientos años, sufriendo los pecados de las familias de las naciones, para que él mismo destruirlos en su bautismo de agua del mar Rojo, para entregarles así su vida que es libre del
    pecado y de las influencias de Satanás, porque ésta es una vida divina que los ama grandemente, para siempre. Ésta es la vida que esperaba el Padre de que Israel se establezca en ella, pero no en la cautividad egipcia o en el desierto del Sinaí o en
    ninguna nación, sino sólo en la tierra que él mismo había escogido personalmente y con pasión eternal, para que sus hijos legítimos vivan con Él junto con su Hijo amado y el Espíritu Santo.

    Por ende, Israel fue llamado por nuestro Padre celestial ha vivir su vida santísima del Espíritu Santo de los mandamientos en la tierra de Canaán, para probarle a él de que lo aman sólo a él, a su Hijo Jesucristo, a su Espíritu Santo y con sus
    mandamientos eternos cumplidos, para que finalmente sean aceptados en el Lugar Santísimo y en su reino. Sin embargo, Israel siempre llegó corto de cumplir con el Espíritu Santo de los mandamientos ni menos glorificarlos, por ello, necesitaba toda la
    ayuda posible del cielo, para que finalmente cumplan los mandamientos y así vivir la vida que le prueba a nuestro Padre celestial, de que lo aman grandemente en su tierra, que él mismo escogió, para vivir la perpetuidad santísima.

    Por eso, es que su Hijo Jesucristo tenia que nacer del vientre virgen de la hija de David, por el poder del Espíritu Santo, para nacer así entre sus hermanos y hermanas con la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, que cumple
    y glorifica el Espíritu Santo de los mandamientos en Israel perpetuamente: para salvación eterna de todo creyente. Por lo tanto, únicamente su Hijo Jesucristo pudo vivir y cumplir hacia toda eterna gloria el Espíritu Santo de los mandamientos para
    cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las naciones, para que todos tengan acceso no solamente al Lugar Santísimo pero igualmente al cielo, perpetuamente justificados, viviendo así la vida santísima de los mandamientos
    eternamente justificados.

    Nuestro Señor Jesucristo siempre cumplió cada mandamiento y precepto, que nuestro Padre celestial le entregó a Moisés sobre el monte Sinaí, y en su ministerio mesiánico de Israel, destruyó a Satanás y al ángel de la muerte: Y finalmente ascendió
    al monte Sión, para ser clavado al madero del Israel antiguo con su misma vida perfecta, que había glorificado cada mandamiento, perpetuamente. Esto fue algo que únicamente nuestro Señor Jesucristo lo podía hacer no solamente para Israel yaciendo
    en el Valle de los huesos secos para resucitar hacia la vida preciosa y gloriosa de los mandamientos cumplidos, para vivirlos en el Lugar Santísimo de nuestro Padre celestial, pero igualmente en el cielo: porque esta es la única manera posible para
    entrar a la vida eterna.

    (Por eso, es que nuestro Señor Jesucristo siempre les dijo a los israelitas y en todo Israel cuando los visitaba en todas sus ciudades, pueblos, comunidades y reuniones de familias, asegurándoles, de que sólo él es el camino, la verdad y la vida que
    los llevara al Padre celestial, y esto es el Lugar Santísimo para ser finalmente aceptados como hijos de Dios.) Por ello, nuestro Padre celestial tenia que enviar a su Hijo Jesucristo ha nacer de la hija de David, bañado en su sangre reparadora, para
    que el santo nombre fuego finalmente entre en Israel, quedándose sobre el altar antiguo del amor eterno, pero también para vivir la vida perfecta de los mandamientos para los que aman a Dios y a su Espíritu Santo.

    Es decir también, que nuestro Padre celestial esperaba no solamente a su Hijo Jesucristo que introduzca la carne sagrada, la sangre reparadora, su santo nombre fuego en la vida de Israel, pero igualmente cumplir con la vida perfecta de los mandamientos
    para todos sus hijos en Israel y en las familias de las naciones, para que entren en su reino celestial, eternamente justificados. Por lo tanto, cuando nuestro Señor Jesucristo fue clavado a la casa de Israel yaciendo en el Valle de muerte, esperando
    ser levantados al Lugar Santísimo ante nuestro Padre celestial, tornándose sus cuerpos pecadores en el madero, recibiendo el santo nombre fuego con clavos, que había derrotado a Satanás, el pecado y la muerte, entonces todos volvieron a la vida
    instantáneamente.

    Seguramente, cuando nuestro Señor Jesucristo fue clavado al madero del Israel antiguo yaciendo en el Valle de muerte, entonces cada palabra de los mandamientos junto con cada norma, decreto y precepto cumplido y glorificado fue clavado a ellos uno a
    uno, despertando así a la vida santa y perfecta de los mandamientos cumplidos, y viviéndolos perpetuamente enriquecidos en el reino angelical, para siempre. Por eso, es que también cuando nuestro Señor Jesucristo fue clavado al madero del Israel
    antiguo, que finalmente fue levantado de la muerte al monte Sión, por nuestro mismo Señor Jesucristo, entonces, él lo hizo todo perfectamente, entregándoles así su misma vida que cumplió con el Espíritu Santo de los mandamientos para todo hombre,
    mujer, niño o niña, esté muerto o vivo.

    Puesto que, al nuestro Señor Jesucristo ser clavado al madero del Israel antiguo sobre el monte Sión, entonces él pasó su aliento de vida eterna a cada hombre, mujer, niño y niña yaciendo en el Valle de muerte, para que retomen la vida, pero esta
    vez todos victoriosos sobre Satanás y la muerte, para finalmente vivir los mandamientos eternamente enriquecidos por su propia vida. En otras palabras, lo que nuestro Señor Jesucristo finalmente hizo por Israel al levantarlos del Valle de los huesos
    secos, fue simplemente de facilitar el arranque de la vida perfecta de los mandamientos cumplidos ya, y que ellos siempre fallaron en cumplirlos, para que retomen la vida nuevamente, pero esta vez con todos ellos glorificados eternamente en sus nuevas
    vidas angelicales.

    Visto que, esta es la única manera posible de que nuestro Padre celestial sabe perfectamente de que finalmente podrán entrar a la gloria celestial con él, para que vivan la vida perfecta y santísima de los mandamientos cumplidos, que siempre fallaron
    en cumplir por el desierto del Sinaí y ya en Canaán también, para que finalmente vivan sus mandamientos sin transgredirlos jamás, perpetuamente. Realmente, fue importante para nuestro Señor Jesucristo de nacer de la hija virgen de David, bañado en
    su misma sangre reparadora, para establecer perpetuamente el santo nombre fuego en Israel, para que él mismo viva la vida gloriosa de los mandamientos cumplidos bajo el nombre fuego y así todos reciban ésta vida maravillosa, iniciada únicamente en é
    l, llevándolos al cielo postreramente, eternamente justificados.

    Dado que, si nuestro Padre celestial falla en ver la vida perfecta de su Hijo Jesucristo que él mismo la ha vivido ya por cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las naciones, que ha cumplido cabalmente con el Espíritu Santo de los
    mandamientos, entonces aquellas personas fallaran en entrar en su Lugar Santísimo y en la vida eterna. Eso es correcto; nuestro Padre celestial tiene que ver en cada uno de Israel y de las familias de las naciones la vida de su Hijo Jesucristo, imputada
    en sus almas vivientes, para tener el arranque de la vida eterna en ellos que ha cumplido y glorificado el Espíritu Santo de los mandamientos, de otro modo, nadie podrá entrar a la vida jamás.

    Evidentemente, nuestro Padre celestial siempre ve nuestros pecados, rebeliones, enfermedades, maldiciones y vida pecadora por medio de Adán, porque comió del fruto prohibido, del árbol de la ciencia del bien y del mal, entonces, asimismo, si creemos:
    l Padre nos ve en la vida perfecta de los mandamientos obedecidos y glorificados de su Hijo Jesucristo, clavado a nuestras almas vivientes, para salvarnos eternamente. Seguramente, cuando nuestro Padre celestial le dijo a Moisés que recuerde los
    mandamientos, regulaciones, decretos y preceptos de vida, entregados sobre el monte Sinaí para que Israel los siga y obedezca, entonces Él le hablaba a Moisés, pero, realmente se dirigía a su único Hijo hacia el monte Sión, en donde seria clavado a
    sus hijos, restituyéndolos a la vida eterna, postreramente.

    Ciertamente, así como nuestro Padre celestial le hablo a Moisés sobre el monte Sinaí, sea que fuera por las dos tablas de los mandamientos, del tabernáculo o del Lugar Santísimo, entonces Él realmente le estaba hablando a su Hijo Jesucristo, que
    iba a ser clavado a sus hijos sobre el madero y con su santo nombre fuego, para que ellos vivan finalmente. Nosotros podemos ver esto suceder nuevamente, por medio del desierto del Sinaí, cuando nuestro Padre celestial le tuvo que decir a Moisés, que é
    l ya no viajaría más con todo Israel a la tierra prometida, porque todos ellos estaban siempre quejándose sobre algo que encontrarían por el desierto, entonces Él dijo: Yo daré a mi Ángel Santo que vaya en mi lugar contigo.

    Éste Ángel Santo es su Hijo Jesucristo oficialmente, relevando a su Padre celestial en Israel, caminando por el desierto del Sinaí hacia la conquista de Canaán, porque Él sabia perfectamente que si iba con ellos, entonces Él seria ofendido con sus
    pecados nuevamente, provocando que su ira se derrame sobre todos ellos, y Él ya no quería castigar a nadie más. Además, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés: Tú tienes que obedecerle en todo que te diga a hacer por el camino hacia la tierra
    prometida, porque él lleva mi santo nombre fuego en él, y él jamás tolerara pecado alguno o rebelión, pero será rápido y justo para castigar a todos cada vez que pequen en contra de él.

    Dado que, al ofender al Hijo Jesucristo entonces tú no estás ofendiendo solamente el santo nombre fuego que está en él, pero igualmente a cada mandamiento, decreto, norma y precepto dado sobre el monte Sinaí para Israel poseer y obedecer en la
    tierra y en el cielo eternamente: por eso, él tiene poder para castigarte, si es que así tiene que ser eventualmente. Ya que, solamente él lleva el santo nombre fuego en perfecta santidad de su vida divina, entonces él también lleva el perfecto
    cumplimiento y glorificación del Espíritu Santo de los mandamientos, que él mismo ha vivido en el cielo y en Canaán, para poder dar continuamente el arranque de la vida perfecta de los mandamientos como a todo amante del Padre celestial.

    Ahora, tú quizás preguntes ¿cómo nuestro Señor Jesucristo imparte en nosotros su carne sagrada, los huesos inquebrantables, la sangre reparadora, el santo nombre fuego y la vida perfecta de los mandamientos, que sólo él ya vivió en Canaán:
    Destruyendo todo pecado, a Satanás, la muerte y el infierno, para que yo no peque más y muera, para descender al infierno eternamente condenado? Bien, ciertamente tú ya estás demasiado tarde para ser clavado a él como lo fue el Israel antiguo del
    Valle de los huesos secos y con su carne tornada en polvo, para que postreramente sean los árboles, clamando al Padre que envíe a su único Hijo Jesucristo para levantarlos al altar antiguo, en donde finalmente encontraran vida eterna, sirviendo a Dios,
    siempre.

    Visto que, solamente aquellos yaciendo en el Valle de los huesos secos podían ser clavados a él, para él mismo imputarles su vida perfecta y santa del Espíritu Santo de los mandamientos, y que nacido entre ellos, por la hija David, y entonces
    cumplirlos por completo en Canaán para sus hermanos y para sus hermanas, empezando así en ellos nuevamente la vida eterna. Y todos revivieron en un Viernes, atardeciendo hacia un despertar Sabático, limpios de pecado, además vestidos con la carne
    sagrada y bañados en su sangre reparadora que destruyó todo pecado, a Satanás y a la muerte, y sólo cumpliendo y glorificando el Espíritu Santo de los mandamientos en Israel, para que todos crean y vivan por él, perpetuamente obedientes al Padre
    celestial.

    Sin embargo, tú muy bien puedes renacer del agua, bautizándote, invocando el nombre santísimo del Padre y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque al invocar el santo nombre fuego entonces tú eres desvestido, sumergido en las aguas de la
    carne pecadora y del espíritu de error, vistiéndote inmediatamente del Espíritu Santo y de la carne sagrada para vivir eternamente, siempre. Dado que, tú seas desvestido de la carne pecadora debajo del agua al invocar el nombre santo y el de su Hijo
    Jesucristo y del Espíritu Santo, porque es la perfecta santidad del santo nombre fuego del altar del amor prehistórico, abrazando tu alma viviente y vistiéndola así de la carne sagrada, para caminar siempre por el Camino de Santidad hacia el cielo.


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