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Sábado, 14 de Marzo, 2018 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
JURAMENTO A ISAAC: EL REINO EN QUE RENACES: BAUTIZADO EN ÉL:
Nuestro Padre celestial se encontró listo para darle vida a sus hijos nacidos por el poder cotidiano de su EspÃritu Santo, como el hijo único de Abraham, que nació milagrosamente del vientre estéril de Sarah inicialmente, pero iba a ser sobre el
monte que le mostrarÃa a él, para Él recibir a Isaac como la ofrenda encendida para su nuevo reino venidero. Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba que Abraham ofrezca a su hijo Isaac como una ofrenda encendida sobre el monte Sión,
descansando sobre el monte Moriah, porque Él querÃa saber si Abraham estaba listo para amarle junto con sus hijos de generaciones venideras, para Él poder entonces tener toda una familia amándolo una eternidad entera sobre la tierra (después de la
rebelión angelical).
Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba tener una familia divina, llena de su amor asombroso que Él siempre ha sentido por su Hijo Jesucristo y por su EspÃritu Santo toda una eternidad entre las naciones angelicales del reino celestial, para
que Él entonces por fin descender a vivir con la humanidad entera con bendiciones y glorias nunca antes vistas por nadie. Ésta es una familia que amara a las familias de las naciones, bendiciéndolas con su amor infalible y con su palabra viva que se
derramara desde su corazón santÃsimo, demandando no solamente de perfecta santidad de los ángeles del reino angelical, pero igualmente hoy en dÃa de cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de la humanidad entera.
Por cierto, nuestro Padre celestial necesitaba empezar su familia divina sobre la tierra, algo que Él empezó a hacer con Adán y Eva en el paraÃso, porque Él les avisó, diciéndoles, que jamás coman del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero
únicamente, del árbol de la vida, que es su familia: Su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo. Puesto que, nuestro Padre celestial soñaba manifestar su amor de su familia divina junto con su palabra de vida, bendiciendo a todos, si sólo le hubiesen
obedecido, porque Él estaba listo para establecer su nuevo reino aun desconocido por los ángeles, compuesto de sus hijos legÃtimos y solamente conociendo su gran bondad de su corazón amoroso que les dio vida desde el paraÃso.
Sin duda, nuestro Padre celestial necesita establecer su nuevo reino de sus hijos legÃtimos, que han renacido del bautismo en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre, su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo, porque Él necesita tener un
nuevo reino, llenó del amor de su corazón santÃsimo, en donde el pecado no existe jamás en la eternidad. Visto que, nuestro Padre celestial siempre ha vivido con su Hijo Jesucristo, con su EspÃritu Santo y con su amor asombroso emanando de su corazó
n santÃsimo, manteniéndolos todos juntos como en una familia especial desde siempre, sin jamás tener que lidiar con dificultades, porque es únicamente aquà en donde su amor fluye con su palabra viva de su perfecta voluntad por dondequiera.
Dado que, es únicamente aquà con su asombrosa armonÃa divina fluyendo del corazón santÃsimo de nuestro Padre celestial por su Hijo Jesucristo y por su EspÃritu Santo, que los ha mantenido unidos como una familia única, unida por la vida eterna, en
donde su perfecto EspÃritu es obedecida en el cielo con los ángeles y en la tierra con la humanidad entera. Por eso, nuestro Padre celestial necesitaba establecer un convenio de vida con Adán y Eva, pero, porque Lucifer engañó a la virgen del paraÃ
so que fue la mujer y por medio de su amiga conocida como la serpiente antigua del Edén, entonces el pecado entró en Adán y en sus hijos con la intención de contaminar con pecado toda vida humana perpetuamente.
Ya que, Lucifer entendió que nuestro Padre celestial no solamente lo reemplazaba a él con Adán y sus hijos junto con sus ángeles caÃdos que pecaron en contra de Él, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo haciéndoles creer en sus mentiras en
contra del santo nombre fuego, pero igualmente, que el Padre listo estaba creando ya un nuevo reino en su Creación. Por cuanto, éste es el nuevo reino, en donde nuestro Padre celestial tendrá a sus hijos nacidos legÃtimamente de su imagen, viviendo
conforme a semejanza de su Hijo Jesucristo, y en los poderes cotidianos de los dones y maravillas del EspÃritu Santo, porque Él necesitaba exaltar las glorias de su santo nombre, pero únicamente con abundante amor perfecto de sus hijos renacidos.
Por eso, Lucifer tenÃa que atacar a Adán y a sus hijos sin cesar, pero por Eva su esposa primero, porque no solamente ella serÃa la madre de cada uno de los hijos nacidos por medio de la nueva creación del Padre celestial, pero igualmente él podÃa
tenerla a ella (Eva) como madre de sus hijos pecadores para su reino de tinieblas mundial. Por ende, era importante para Lucifer engañar a Eva en vez de Adán, porque ya ella engañada por la serpiente antigua, que le decÃa, que ella podÃa comer del
fruto prohibido, y que todo iba a estar bien con ella misma y con su esposo Adán, entonces los hijos nacerÃan pecadores para su reino de tinieblas y de terrores indescriptibles, para siempre.
Ciertamente, una vez que Lucifer hizo que Adán y Eva comiesen del fruto prohibido, entonces esto significa que nuestro Padre celestial habÃa perdido nuevamente su gloria en que Él tenÃa su mira para obtenerla para su santo nombre fuego en la gloria
angelical y en la tierra con la humanidad entera, por ende, Lucifer cantaba ya victoria por su reino de tinieblas. Por eso, es que Adán junto con Eva tenÃa que abandonar la vida maravillosa que nuestro Padre celestial les habÃa entregado a ambos para
amar, y asÃ, gozarla toda una eternidad no solamente con Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo junto con las huestes angelicales del reino celestial, pero igualmente con los hijos por nacer de muchas generaciones venideras.
En vista que, nuestro Padre celestial ya les habÃa ordenado a ellos a ser fructÃferos para llenar el paraÃso y toda su Creación con vida humana, multiplicándose en nacimientos de hijos por generaciones futuras, porque Él necesitaba vivir con ellos
junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo como en una gran familia, creciendo continuamente una eternidad entera por venir. Ciertamente, éste es el nuevo reino de su perfecta voluntad que nuestro Padre celestial ha soñado siempre poseer,
desde cuando Lucifer con su tercera parte de los ángeles caÃdos se rebeló en contra de su santo nombre fuego, al tratar de controlarlo, algo que está reservado únicamente para su Hijo Jesucristo, el EspÃritu Santo y sus hijos por nacer aún.
Visto que, nuestro Padre celestial habÃa decidido no solamente de no crear más ángeles, reemplazando los rebeldes en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo cuando intentaron controlar su santo nombre fuego, para convertirse en la
familia reinante asà como Dios es, pero, más bien, dar vida a sus hijos por poderes de su amor asombroso para su reino venidero. Ya que, nuestro Padre celestial tiene pensado, asà como siempre Él lo pensó una eternidad entera con su Hijo Jesucristo
y con su EspÃritu Santo, crear un nuevo reino de su perfecta voluntad de su corazón santÃsimo y palabra viva, en donde el pecado no existirá jamás, abriendo paso a su amor apasionado por sus hijos: viviendo y floreciendo en glorias asombrosas,
siempre.
Por eso, nuestro Padre celestial empezó a crear un nuevo mundo con cielos gloriosos sobre la tierra, al tener a su Hijo Jesucristo nacido como Isaac, por poderes de su EspÃritu Santo, del vientre estéril de Sarah, para que su nuevo mundo éste basado
en su amor asombroso e infalible de su corazón santÃsimo y asà sus hijos lo gocen abundantemente, eternamente. Y aquÃ, es en donde nuestro Padre celestial finalmente gozara de su amor maravilloso que siempre sintió por sus hijos nacidos de su imagen
y de su alma viviente, pero igualmente al renacer todos ellos eventualmente del bautismo en agua del mundo asà como cuando nacieron del vientre de sus madres inicialmente, pero, esta vez, sin relación al pecado para su reino venidero.
Visto que, aquà es donde, nuestro Padre celestial realmente empezara a conocer a cada uno de sus hijos no solamente nacidos del vientre estéril de Sarah, por los poderes del EspÃritu Santo, como cuando su Hijo Jesucristo nacido como Isaac para que
Jacobo nazca con toda la nación israelita finalmente, pero asimismo de todas las familias de las naciones del mundo entero. Y es aquÃ, en éste reino glorioso que viene sobre la tierra en cualquier dÃa, empezando en Israel, porque el convenio de vida
para él existir fue establecido sobre todo Israel, entonces bautizándose todos juntos en agua, instantáneamente la perfecta palabra escrita por el dedo de Dios en ellos, se tornara en su perfecta voluntad, obedecida en cada familia de las naciones,
eternamente.
Efectivamente, es aquà en donde nuestro Padre celestial realmente tendrá una perfecta relación con cada uno de sus hijos nacidos en la casa de Israel y en de las familias de las naciones, porque es aquà en donde nosotros verdaderamente le conoceremos
asà como Él es para cada uno de nosotros, por medio de su Hijo Jesucristo y por su EspÃritu Santo. Eventualmente, nosotros estaremos viviendo, renacidos de su imagen y de su alma santÃsima, asà como fue inicialmente cuando Adán nació en el cielo
para ser perfecto y santo, únicamente conociendo su bondad amorosa no solamente de su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo, pero asimismo de sus ángeles, porque Adán fue perfecto y santÃsimo en el dÃa de su linaje celestial.
Además, nuestro Padre celestial dio vida a todos nosotros no solamente de todo Israel y de las familias de las naciones para ser santos y perfectos asà como Él es eternamente junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, pero, desde que Adán
y Eva comieron del fruto prohibido, entonces Él ha tenido que rescatarnos del pecado, como Padre nuestro. Visto que, éste es el pecado de haber comido del fruto prohibido, que nuestro Padre celestial les advirtió a Adán y Eva de jamás comer de él,
porque comiendo de él, morirÃan ellos y sus hijos, separándose de su amor apasionado, que es su vida eterna junto con su perfecta palabra, bendiciéndolos a todos ellos con asombrosas riquezas cotidianas una eternidad entera.
Ahora, desde que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, pecando en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo que es su familia divina en el cielo con los ángeles y en la tierra con todo hombre, levantando su santo nombre fuego en
perfecta gloria perpetuamente, entonces Él tenÃa que rescatar a Adán y a Eva del pecado inmediatamente. Por eso, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo nacido en una familia humana, por los poderes de su EspÃritu
Santo, para que su Hijo amado sea su Cordero con la sangre expiatoria para introducir no solamente su amor apasionado en cada familia humana, pero igualmente su altar de salvación eterna, en donde su sangre borra pecados, eternamente.
Por ende, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo no solamente nacido del vientre estéril de Sarah como Isaac, por el EspÃritu Santo, introduciendo en sus vidas su amor salvador y asombroso que la raza humana necesitaba
para salvarse, y asà conocerle a Él como el único Dios eterno junto con su Hijo y con su EspÃritu Santo. Ciertamente, para que todo esto suceda milagrosamente, entonces nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo viviendo
con Abraham y con Sarah junto con sus hijos adoptados que habÃan comprado con dinero de extraños, abrigándoles asà con el amor de su hogar, para que aprendan a ser hijos de Dios y jamás de ningún maligno, por ejemplo.
Además, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo viviendo con Abraham y su familia, al menos tres años, para familiarizarse con su amor asombroso, no solamente derramándolo abundantemente sobre su altar que Él ya estaba
listo para mostrárselo a Abraham, pero igualmente para derramarlo siempre en cada hogar de las familias de las naciones para salvación eterna. Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo viviendo con Abraham y su familia por
unos años, para que no solamente aprenda de su amor asombroso, sintiendo siempre por sus hijos nacidos pecadores en contra de Él en el paraÃso desde que Adán comió del fruto prohibido, pero igualmente Él ha demostrado su amor abundante hacia ellos Ã
ºltimamente desde su altar, perdonándolos.
Por ello, tan pronto Abraham habÃa vivido unos años que nuestro Padre celestial necesitaba que su Hijo Jesucristo viviese como Isaac con él y con su esposa Sarah junto con los hijos adoptados en su mismo hogar, entonces Él necesitaba que Abraham tome
su amor por su único hijo sobre el altar como ofrenda encendida para empezar a complacerlo a Él, eternamente. Realmente, nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham y el amor en que él habÃa empezado a encariñarse, gozándose con su único hijo
Isaac junto con Sarah y los hijos adoptados, que lo lleve entonces al monte que Él mismo le mostrarÃa, camino de tres dÃas desde su pueblo, como desde donde él habÃa empezado a conocer su nuevo amor junto con otros momentáneamente.
Evidentemente, nuestro Padre celestial querÃa que Abraham lleve a su hijo junto con todo su amor que habÃa aprendido a encariñarse momentáneamente al monte Moriah, en donde él habÃa sido divinamente llamado a ofrecer a su único hijo Isaac junto
con su corazón rebosando de su amor eterno por él, como en un sacrificio que manifestarÃa cuánto él realmente ama al Padre, eternamente. Sin duda, sin Abraham darse cuenta, nuestro Padre celestial habÃa hecho a Isaac el centro de su amor asombroso
cuando fue llamado divinamente a ascender con él al monte alto, para tender su cuerpo frágil sobre el madero como en una ofrenda encendida al AltÃsimo en el cielo, manifestando asà postreramente cuánto realmente él ama al Padre hacia toda la
eternidad celestial.
Por ende, al llevar Abraham a su único hijo Isaac a donde él sabÃa que nuestro Padre celestial lo habÃa llamado a ponerlo sobre el altar, pero asimismo él sabÃa que lo matarÃa, ofreciéndolo a él, como en una ofrenda encendida de un gran fuego de
su mismo amor ascendiendo hacia el cielo, complaciendo asà al Todopoderoso por sus hijos por nacer aun. Seguramente, nuestro Padre celestial necesitaba ver a Abraham no solamente viviendo con su mismo Hijo Jesucristo nacido como Isaac del vientre esté
ril de Sarah, por el EspÃritu Santo, pero igualmente Él necesitaba verlo junto con los demás en su mismo hogar, gozando de su nuevo amor, que siempre fallaron todos en conocer, sin saber jamás que existÃa, para gozarlo una eternidad entera
postreramente.
Por cierto, nuestro Padre celestial necesitaba ver a Abraham llevar a su único hijo Isaac, cabalgando sobre una mula por un camino de tres dÃas, al monte alto que Él le mostrarÃa, para ofrecerlo, sacrificándolo como en una ofrenda encendida hacia la
gloria celestial, para complacerlo a Él eternamente—porque Abraham sabÃa que después de Isaac, vienen muchos hijos más todavÃa. Pero lo que Abraham falló en darse cuenta de una nueva cosa que jamás paso por su mente, porque no lo menciona nunca,
y nuestro Padre celestial le estaba mirando cuidadosamente cada paso que daba hacia el monte alto del Moriah, y asà conducir la ofrenda encendida de su amado hijo sobre el altar de su amor eterno para con las naciones.
Visto que, esto era lo que nuestro Padre celestial querÃa que Abraham hiciese para derramar de su amor, obtenido de su hijo Isaac sobre el madero del altar listo para encenderlo no solamente con un gran fuego ascendiendo hacia el reino angelical,
complaciendo al Padre celestial grandemente, pero igualmente, el Padre mismo derramar todo su amor infinito sobre su Hijo Jesucristo como Isaac. Ciertamente, fue el encuentro del amor asombroso que Abraham habÃa aprendido a vivir con su único hijo
Isaac, que tenÃa que unirse con el amor de Padre que Él siempre ha gozado con su Hijo Jesucristo en el cielo una eternidad entera, para que sean uno perpetuamente, dando vida a su familia divina entre las naciones en la tierra hacia la eternidad
angelical.
Y es aquÃ, en donde Abraham realmente lloró como jamás habÃa sufrido antes, porque nuestro Padre celestial lo habÃa llamado a hacer algo que jamás pensarÃa normalmente, pero igualmente, el Padre tenÃa que venir al mismo lugar con él para hacer
lo impensable, pero fue hecho todo para que el amor de ambos padres sea uno en unidad toda una eternidad celestial. Incuestionablemente, ésta fue la unión de su amor asombroso junto con el amor del hombre nacido de su imagen, para vivir conforme a la
semejanza de su Hijo Jesucristo, por los poderes cotidianos de los dones y maravillas del EspÃritu Santo, que dio vida inicialmente al cielo con sus ángeles y asimismo a la humanidad entera para que su vida florezca siempre mundialmente.
Y únicamente aquÃ, en donde Abraham como hombre derramó todo su corazón sobre su único hijo Isaac, porque él pensaba que lo matarÃa como cualquier sacrificio de cordero, y fue aquà igualmente en donde nuestro Padre celestial derramó su corazón
entero sobre su Hijo Jesucristo como Isaac, por un mundo mejor de su perfecta voluntad por venir aún—por amor a ti hoy. Y este es el Juramento a Isaac que nuestro Padre celestial necesitaba derramar sobre el altar del amor prehistórico que siempre ha
existido entre las huestes angelicales del cielo, pero ahora Él lo ha transferido a la familia de Abraham como su perfecta voluntad, bendiciendo asà por fin a todas las naciones con un nuevo reino venidero, y sin pecado alguno, perpetuamente.
Éste es el Juramento a Isaac que nuestro Padre celestial tenÃa que confesarlo sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo tendido sobre el madero, en donde Él derramarÃa cada palabra de su perfecta vida
que brotara en sus hijos transformados asà como Él es perfecto y glorioso en todo su nuevo reino venidero. Ya que, es únicamente aquà en donde nuestro Padre celestial vivirá con cada hombre, mujer, niño y niña no solamente nacido de Israel y de
las familias de las naciones en la perfecta armonÃa de su corazón santÃsimo, pero siempre llenos de su amor asombroso por vivir asà como siempre Él vivió con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo desde siempre.
Visto que, es aquà en donde nuestro Padre celestial verdaderamente vivirá su vida eterna, entregada ya no solamente a Adán cuando nació de su imagen y de su alma viviente, pero igualmente con Eva y junto con los hijos que aún siguen naciendo hasta
hoy de todas las familias de las naciones, y desdichadamente contaminados con el pecado de la fruta prohibida. Sin embargo, ellos ya tienen su bendición de vivir su vida eterna asà como Él siempre la vivió con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu
Santo en la gloria celestial ante las huestes angelicales, pero ahora, Él tiene que asegurarse de que sigan renaciendo del bautismo en agua, abandonando asà el fruto prohibido eternamente, para retomar la vida nuevamente, para siempre.
Por eso, el bautismo en agua ha sido importante no solamente para nuestro Padre celestial, porque Él ama ver a cada uno de sus hijos regresar a Él como cuando ellos nacieron de su imagen, pero igualmente, ellos están regresando a su estado espiritual
de su perfecta santidad y gloria para vivir asà unidos como en una gran familia amando toda una eternidad. Dado que, es únicamente en el bautismo en agua que cada hombre, mujer, niño y niña no solamente abandona el fruto prohibido, invocando la
perfecta santidad de su nombre, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, pero, simultáneamente, ellos recibieran cada palabra del Juramento a Isaac, para ser perfecto y santo asà como Él siempre lo ha sido hasta nuestros dÃas.
Es decir, también que en el bautismo en agua, ellos regresan a su estado espiritual de su EspÃritu Santo y de su Hijo Jesucristo, que es su imagen, para vivir con Él, como en una sola familia divina, conocida por las huestes angelicales del cielo, en
donde su santo nombre fuego es honrado y glorificado toda una eternidad constantemente con abundantes glorias perfectas. Consecuentemente, tú realmente estarás regresando a nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo al estado
espiritual de perfección y de santidad, como cuando tú naciste de su imagen en el cielo, y asà tú seas renovado perfectamente con su misma vida eterna, porque esto es lo que el Juramento a Isaac dice de ti y de tus amados, para siempre.
Aquà es donde nuestro Padre celestial te ha hecho asà de rico, perfecto y santo como Él es en la gloria celestial con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo junto con las huestes angelicales, porque ha sido Él soñando vivir contigo y con los
tuyos en su nuevo reino de su perfecta voluntad que viene sobre la tierra, cuandoquiera Él. Por eso, es que tú necesitas estar aquà en estos dÃas, viviendo cada dÃa las palabras que nuestro Padre celestial ya ha derramado sobre Isaac tendido sobre
el monte santo de Jerusalén, descansando sobre el Moriah, como cuando a Abraham le dijo que ofreciese a su único hijo Isaac como en una ofrenda encendida a Él, en el reino de los cielos.
Entonces esto fue hecho por nuestro Padre celestial derramando su mismo corazón santÃsimo que demanda siempre perfecta verdad, justicia y santidad sin fin sobre ti, tus amados, incluyendo tus amistades, porque cuando Él piensa en ti—Él realmente
está pensando en su nuevo mundo con cielos gloriosos en donde su palabra es perfecta siempre contigo y con los tuyos una eternidad entera. Visto que, ésta es la misma vida de nuestro Padre celestial, entregada a ti ya por su palabra viva del Juramento
a Isaac que la encontraras siempre, cuando tú eres bautizado, para abandonar el fruto prohibido por el fruto de vida, que es su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, y asà vuelven a ser ellos parte de tu vida nuevamente, al instante.
Hoy, esto es algo que tú tienes que hacer ya, porque la salvación de nuestro Padre celestial que está llena de su vida eterna, enriqueciendo tu alma viviente con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, es para que tú la goces cotidianamente con
tus amados, incluyendo tus amistades, porque Él tiene que manifestar su gloria desde de ti hacia otros. Considerando que, es aquà en la tierra, en donde nuestro Padre celestial necesita manifestar glorias cotidianas de su santo nombre fuego que Él
mismo ya derramó sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo y de su EspÃritu nacido como Isaac en la familia de Abraham, para que tú y tu familia sean salvadas para su nuevo reino venidero.
Éste es el reino dorado de nuestro Padre celestial de su perfecta voluntad derramada sobre su Hijo y su EspÃritu Santo en el altar cuando Isaac yacÃa sobre el madero, y Él lo hizo todo asà pensando en ti y en tu familia, incluyendo toda amistad,
porque Él necesita que tú regreses a Él y a su reino de vida eterna hoy mismo. Por ello, cuando nuestro Padre celestial derramó su corazón santÃsimo sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo yaciendo sobre el madero,
entonces Él derramaba su nuevo reino de su perfecta voluntad, en donde tú vivirás con Él, su Hijo y su EspÃritu Santo junto con los ángeles siempre conociendo de glorias agradables a Él una eternidad entera.
Porque cuando nuestro Padre celestial derramó de su corazón santo sobre la carne sagrada y sangre expiatoria, entonces Él realmente vació todo su nuevo reino de su perfecta voluntad sobre ti y tu familia, en donde tú eres enriquecido con los tuyos,
incluyendo amistades, porque Él te necesita gozando de sus riquezas asombrosas que Él mismo siempre gozó con su familia divina hasta hoy. Y, ahora, para que nuestro Padre celestial reciba su nuevo reino de su perfecta voluntad de su amor, misericordia,
verdad y de su justicia divina para enriquecerte diariamente no solamente en la tierra con tus amados, pero igualmente en La Nueva Jerusalén celestial, en donde su divino amor florecerá contigo siempre, entonces tú debes venir a Él ahora con toda tu
familia.
Además, éste es el nuevo reino que ha salido de su corazón santÃsimo, pensando no solamente en su Hijo Jesucristo y en su EspÃritu Santo pero igualmente en ti, en los tuyos, incluyendo tus amistades, porque Él sabe que tú jamás conocerás el
pecado nuevamente—por inicio, Él tenÃa que llevarlo primero todo a las familias de las naciones, cuanto antes mejor. Y, por eso, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a Abraham conduciendo sus tres sacrificios de corderos partidos en sus
mitades, y opuestas entre sÃ, salpicada la roca con la sangre expiatoria junto con dos palominos sin cortar, porque Él expiarÃa todo pecado, para que todos finalmente gocen del Juramento a Isaac de una nueva tierra con cielos gloriosos, eternamente.
Porque desde el monte Sión, descansando sobre el Moriah, en donde Él derramó todo su corazón santÃsimo sobre la carne sagrada y la sangre reparadora, fue, pues, para una nueva tierra con nuevos cielos gloriosos existiendo para la humanidad entera
con naciones destinadas al infierno, pagando ya por sus pecados eternamente, entonces Él tenÃa que ir a todo ellos primero, antes que nada. Definitivamente, nuestro Padre celestial tenÃa que descender con sus hijos nacidos del vientre estéril de
Sarah, por el EspÃritu Santo, llevando la carne sagrada y la sangre expiatoria del Juramento a Isaac para que una nueva tierra con cielos gloriosos nazca para las familias de las naciones antiguas muriendo en el infierno, destruyendo asà todo pecado
con Israel bautizado del Mar Rojo finalmente.
Por cuanto, nuestro Padre celestial sabÃa perfectamente que una vez que el pecado ha sido destruido por los poderes asombrosos del Juramento a Isaac, recogiéndolos de las familias de las naciones antiguas ya en el infierno, culpables por pecar
eternamente, entonces Él podÃa destruir cada pecado con todo hombre bautizado alrededor del mundo postreramente, para que su nuevo reino vengan universalmente, por fin. Por la destrucción del pecado no solamente en la casa de Israel, sufriendo el
cautiverio egipcio por cuatrocientos años, pero igualmente para toda familia de las naciones, significa finalmente que su Juramento a Isaac derramarÃa asombrosamente riquezas cotidianas sobre cada hombre, mujer, niño y niña, manifestando asà la vida
abundante complaciente a Él siempre en su nuevo reino venidero sobre la tierra.
Ahora, nuestro Padre celestial no solamente necesitaba sus hijos nacidos del vientre estéril de Sarah, por el EspÃritu Santo, llevando el Juramento a Isaac a las familias de las naciones antiguas, sufriendo tormentos del infierno ya, porque jamás
cubrieron sus pecados con sangre expiatoria ante Él, pero finalmente Él necesitaba una virgen pariendo a su Hijo amado con su Juramento en Canaán. Comprobado que, fue la virgen Eva en el paraÃso que no solamente comió del fruto prohibido, engañada
por Lucifer con la serpiente antigua del Edén, y asà le dio de comer a Adán y a sus hijos: por ende, Él necesitaba igual una virgen que ponga a su Hijo Jesucristo con su Juramento en Canaán, plantando asà su árbol de vida mundialmente.
Siempre que, al su Hijo Jesucristo nacer por el EspÃritu Santo asà como inicialmente del vientre estéril de Sarah, listo para recibir el nuevo reino que nuestro Padre celestial tenÃa planeado establecer sobre la tierra, entonces, Jesucristo tenÃa
que nacer salpicando la sangre reparadora del Padre celestial, al instante, del vientre virgen romperse, saturando asà a todo Canaán con perfecta santidad eternamente. Nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a Isaac como la carne sagrada, la
sangre expiatoria y con los huesos inquebrantables, renacido del vientre virgen de la hija de David, introduciendo asà en Canaán su Juramento a Isaac, y asimismo el cuerpo glorificado en su estado espiritual de gloria del Padre, levantando finalmente a
Israel del Valle de muerte a vida nuevamente.
Realmente, la carne sagrada, la sangre expiatoria y los huesos inquebrantables en que Israel nació para oficiar como sacerdotes de nuestro Padre celestial con el tabernáculo de reunión y su Lugar SantÃsimo los rituales y ceremonias de perfecta
santidad por el desierto del SinaÃ, tenÃan que entrar en Canaán intactos, bendiciendo a cada alma de la humanidad entera con perfecta santidad sacerdotal. Ya que, cuando su Hijo Jesucristo nació del vientre virgen de la hija de David, rompiéndolo,
salpicando asà la sangre reparadora de nuestro Padre celestial que le dio vida a él junto con su EspÃritu Santo haciéndolos un solo Dios en vida eterna en la eternidad con los ángeles, y ahora con la humanidad entera igual en Israel, para su nuevo
reino venidero.
Fuera de duda, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo hablando de su palabra viva derramada sobre Isaac para cada uno no solamente de Israel pero igualmente de las familias de las naciones, para que la reciban todos, bautizados en agua,
al renacer ellos de su santo nombre, su Hijo y del EspÃritu, accediendo asà a su altar celestial, eternamente justificados. Dado que, nuestro Padre celestial necesita recibir a sus hijos de Israel y de las naciones, bautizados todos ellos en agua,
invocando la perfecta santidad de su nombre, su Hijo y su EspÃritu Santo, porque Él mismo tiene que bautizarlos finalmente con el EspÃritu de su imagen y alma viviente, y asà sean hechos sus hijos legÃtimos para su nuevo reino venidero.
Además, nuestro Padre celestial tenÃa que derrotar a Satanás y a sus ángeles caÃdos en cada hogar israelà en todo Canaán, no solamente para destruir sus obras malvadas, pero igualmente condenar a muerte al ángel de la muerte en el lago de fuego,
porque él iba a levantar a todo Israel antiguo del Valle de los huesos secos en el Tercer DÃa. Visto que, cuando su Hijo Jesucristo rompió la virginidad de la mujer, entonces, salpicó sangre expiatoria a tierra, inmediatamente vida eterna habÃa
finalmente llegado a cada hogar israelà para que el reino de la perfecta voluntad del Padre celestial sea manifestado, salvando asà a las naciones, porque el santo nombre fuego habÃa descendido victorioso en contra del pecado del mundo entero, por fin.
Aquà es cuando, nuestro Padre celestial le hablo a su Hijo Jesucristo nacido recientemente del vientre virgen de la mujer, asegurándole, que Él habÃa venido a ser su Padre y él su Hijo amado, pidiéndole que le dé las naciones para reinar sobre
ellas con su carne sagrada y con su sangre expiatoria del Juramento a Isaac de perfecta salvación para todos. Puesto que, éste es el dÃa en que el Padre celestial habÃa esperado por milenios no solamente para recibir a su Hijo Jesucristo nacido de la
carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, quitando todo pecado del mundo entero por los poderes del Juramento, pero igualmente el Padre vino a ser el Salvador de las familias de las naciones, finalmente.
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