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    From ivanvalarezo@gmail.com@21:1/5 to All on Fri Feb 16 00:29:57 2018
    Sábado, 17 de Febrero, 2018 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    (NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ESTÁ CON TODOS EN PARKLAND HIGH SCHOOL: Deseamos expresar nuestro amor, condolencias y oraciones a cada una de las familias de las 17 víctimas, que perecieron en este tiroteo sin sentido alguno, que no se lo esperaba nadie
    jamás, en la Escuela de Parkland, Florida, del miércoles pasado, en la tarde. Ellos se encuentran en la presencia santísima de nuestro Padre celestial, porque Él envío a su Hijo Jesucristo a salvarlos, pagando por sus pecados con su propia sangre
    expiatoria sobre el madero, para que su Espíritu Santo los levante a todos ellos a su nueva gloria celestial, como en estos días, para seguir viviendo la vida eterna, eternamente felices, para siempre. ¡Amén!)

    LA TIERRA ES UN PARASO CON EL PACTO A ISAAC ACTIVADO EN ISRAEL HOY:

    Nuestro Padre celestial le dijo a Moisés, ahora tú necesitas llamar a Josué, porque él es quien he escogido para relevarte, ya que tú te unirás a tus padres pronto, y él tiene que llevar al pueblo de Israel hacia la tierra que yo le he prometido a
    entregársela a Abraham y a todos sus hijos por generaciones venideras, para siempre. Éste es el día en que nuestro Padre celestial esperó para comisionar al reemplazo de Moisés, porque Él necesitaba conquistar la tierra prometida no solamente para
    Abraham, Isaac y Jacobo pero igualmente para los hijos llenándola con familias: y Él quería además que ellos naciesen en su tierra del altar antiguo por el bautismo en agua, y más no en otro altar.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba llenar la tierra de Canaán con los hijos que habían nacido por los poderes del Espíritu Santo, que le dio vida inicialmente a su Hijo Jesucristo como Isaac, para que ahora todos sus hijos puedan llenar la
    tierra: en donde Él finalmente establecerá su altar del amor prehistórico para nuevas glorias eternas, de su santo nombre fuego. Sin embargo, para que nuestro Padre celestial pueda asegurarse de que Josué conquistara la tierra para el altar antiguo y
    su santo nombre fuego y así descienda del cielo, estableciendo soberanamente su nuevo reino de su perfecta voluntad, que es el Juramento a Isaac, entonces, Él tenía que asegurarse que en su tierra siempre, prevalezca la carne sagrada de su Hijo
    Jesucristo.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial tenía que comisionar a Josué en el tabernáculo de reunión, y en los poderes del Lugar Santísimo, que realmente es su Juramento a Isaac, vistiendo no solamente a Josué con las palabras de su perfecta voluntad,
    que eventualmente saturara a toda la tierra de Canaán, pero igualmente a los hijos de generaciones venideras. Dado que, únicamente cuando la tierra de Canaán es no solamente conquistada por los hijos de Abraham, pero igualmente es llena de su palabra
    viva de su Juramento a Isaac, porque cada hombre, mujer, niño y niña será bautizado en agua, cruzando el río Jordán en seco: entonces Él podrá tener su altar del amor prehistórico establecido firmemente en su lugar eterno.

    Entonces por fin nuestro Padre celestial no solamente podrá tener a su Hijo Jesucristo nacido del vientre virgen de la hija de David, bañado en la sangre expiatoria del Juramento a Isaac, porque está llena siempre de su vida personal, que será
    eventualmente integrada a sus hijos por su santo nombre fuego y sus manifestaciones varias, de abundantes asombrosas glorias venideras. Por eso, cuando su Hijo Jesucristo nació del vientre virgen de la hija de David en Belén de Judea, por el Espíritu
    Santo, entonces el santo nombre del Padre descendió divinamente, porque su Hijo amado al fin había nacido entre sus hermanos y hermanas de la sangre del Juramento a Isaac, requerido presente para que su santo nombre descienda, quedándose en Jerusalén,
    perpetuamente.

    Es decir también que sin la presencia de la sangre expiatoria de nuestro Padre celestial, y llena de su misma vida prístina, otorgada primeramente a su Hijo Jesucristo, naciendo del vientre estéril de Sarah y luego del vientre virgen de la hija de
    David, entonces fue así siempre para que su vida personal entre a Canaán y su santo nombre fuego descienda, finalmente. En otras palabras, sin nuestro Padre celestial otorgar primeramente su vida santísima a su Hijo Jesucristo, naciendo inicialmente
    del vientre estéril de Sarah y luego del vientre virgen de la hija de David, por el Espíritu Santo, en Canaán, en ambas instancias, entonces su santo nombre fuego hubiese fallado siempre en descender para establecer su nuevo reino asombroso, de su
    perfecta voluntad.

    Ciertamente, esto era importante para nuestro Padre celestial tener primeramente su sangre expiatoria llena de su vida eterna, derramada al su Hijo nacer del vientre virgen de la hija de David, ungiendo a Canaán, para que su santo nombre descienda a su
    nuevo dulce hogar, llenó de vida prístina para sus hijos, para vivirla por su Jesucristo victorioso sobre Satanás mentiroso, perpetuamente. Por eso, cuando nuestro Señor Jesucristo nació en Canaán, bañado por su propia sangre expiatoria, entonces
    l fue bañado en la vida eterna de todos nosotros ante la mirada del santo nombre fuego, descendiendo del reino angelical, entrando así en el Juramento a Isaac en perfecta santidad para atestiguar de toda la vida eterna, vivida victoriosamente con su
    Hijo Jesucristo en Canaán.

    Ya que, esto era algo que sólo nuestro Señor Jesucristo podía hacer en Canaán, porque no solamente él es el primogénito del Padre en el reino angelical, pero igualmente Isaac desplegando toda la fuerza de su Justicia divina para ser establecida
    sobre la tierra, así como en el cielo, para que su santo nombre fuego sea finalmente glorificado apropiadamente toda una eternidad. Visto que, nuestro Padre celestial necesitaba ver a su Hijo Jesucristo no solamente nacido del vientre virgen de la hija
    de David, por el Espíritu Santo, salpicando la sangre expiatoria de su vida eterna sobre Israel, pero igualmente Él necesitaba hablar cada palabra del Juramento a Isaac para establecerlo en todo Canaán, para bendición cotidiana de todos, como su
    perfecta voluntad eterna.

    Y al hacerlo así, entonces nuestro Padre celestial junto con su santo nombre y su Espíritu, necesitaba ver a su Hijo Jesucristo victorioso por toda palabra de su Juramento a Isaac sobre toda mentira, maldición y obra malvada de Satanás, derrotando as
    todo mal por las calles, pueblos y ciudades de Israel, entrando seguidamente con su vida victoriosa en cada hogar israelí. Visto que, nuestro Padre celestial necesitaba derrotar cada mentira, maldición y obra malvada en cada hogar Israelí por todo
    Israel, porque sus antepasados yacían en el Valle de los huesos secos, derrotados por las mentiras que emanaron de Satanás y, por ende, el mal tenía que ser derrotado en sus hogares israelíes para que su verdad y su justicia prevalezcan, por fin.

    De otro modo, nuestro Padre celestial hubiese fallado junto con su santo nombre, y su Hijo Jesucristo por su Espíritu Santo del Juramento a Isaac en derrotar cada mentira, maldición y obra malvada, en donde Satanás había sido victorioso inicialmente
    en contra de Israel yaciendo ya en el Valle de los huesos secos, esperando levantarse en el Tercer Día a ver al SEÑOR. Autoritariamente, nuestro Padre celestial necesitaba decir cada palabra de su Juramento a Isaac, puesta sobre su cuerpo sagrado,
    cuando estaba tendido sobre el madero y listo para ser quemado como el sacrificio de su padre, porque Abraham había sido llamado divinamente a ofrecerlo como una ofrenda encendida, pero, más bien, fue el Padre derramando su fuego santísimo sobre cada
    hogar Israelí, siempre.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba tener a su Hijo Jesucristo nacido del vientre virgen de la hija de David, por el Espíritu Santo, para que no solamente su santo nombre fuego descendiese a su lugar eterno de glorias sin fin sobre su
    altar del amor prehistórico, pero igualmente Él mismo entrar en cada hogar de sus hijos con poderes. Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba conquistar cada hogar israelita en Canaán no solamente por las glorias de su santo nombre fuego, pero
    igualmente porque Él necesitaba ver su misma vida eterna vivida por su Hijo Jesucristo y por su Espíritu Santo, al su palabra del Juramento a Isaac desplegarse por toda su tierra, victoriosa sobre el ángel de la muerte, eternamente.

    Visto que, esta era una victoria importante que nuestro Padre celestial necesitaba conquistar en contra de Satanás y de su mentira cotidiana por las calles, pueblos y ciudades de Canaán, y así mismo en cada hogar israelita, porque ésta victoria
    importante tenía que ser clavada al madero de la casa de Israel, sobre su altar del amor eterno, salvando a todos mundialmente. Por ende, únicamente su Hijo Jesucristo podía obrar ésta maravilla de gracia divina, misericordia, verdad y justicia que
    toda la casa de Israel necesitaba obtenerla y así derrotar finalmente a Satanás y sus mentiras, maldiciones, y muertes en contra de sus hijos, retenidos en el Valle de los huesos secos, para que finalmente sean levantados, viendo al SEÑOR en el Tercer
    Día.

    Por eso, cuando alguien se bautiza en agua, invocando la perfecta santidad de su santo nombre, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, entonces la perfecta santidad de su Juramento a Isaac desciende con aquella persona en el agua, para levantarse así
    seguidamente del Valle de los huesos secos (vida pecadora) victorioso sobre las mentiras, maldiciones, pobreza, enfermedades y toda muerte, perpetuamente. Y nuestro Padre celestial necesitaba derrotar a Satanás y sus maldades en todo hogar en Canaán, y
    por el mundo entero, porque cada uno de la casa de Israel había descendido a él, desde el Israel antiguo y hasta los desplegados por las naciones, entonces, Él necesitaba derrotar a Satanás mentiroso con su Hijo Jesucristo, viviendo su misma vida prí
    stina como israelita.

    Ciertamente, al nuestro Señor Jesucristo vivir su vida santísima por la tierra de Israel, proclamando el Juramento de nuestro Padre celestial a Isaac para derrotar toda maldad cotidiana de Satanás y de sus ángeles caídos, como el ángel de la muerte,
    entonces Él mismo pudo destruirlos con sus poderes asombrosos de su perfecta voluntad, su palabra cotidiana y viva desde su altar antiguo. Entonces una vez que Satanás había sido derrotado por su Hijo Jesucristo al vivir perfectamente la vida eterna
    de nuestro Padre celestial en todo Israel, derramando su misma sangre expiatoria al nacer del vientre virgen de la hija de David, por el Espíritu Santo: ciertamente, al fin Él pudo atar a Satanás y al ángel de muerte, para decirles, ¡Muerte! ¡Yo
    soy tu muerte!

    Aquí es cuando, nuestro Padre celestial tenía que tomar el madero de la casa de Israel, que una vez fue la carne sagrada que nació en el cautiverio egipcio con su Juramento a Isaac, para absorber por cuatrocientos años cada pecado de las familias de
    las naciones antiguas, para luego bautizarlos en el Mar Rojo, destruyendo cada pecado mundialmente al fin, perpetuamente. Porque siempre fue el pecado que mantenía a cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones antiguas
    muertas sin haber conocido su santo nombre fuego, y sin haber derramado sangre de cordero, para expiación de sus vidas, para que Él pueda cubrir sus pecados, perdonarlos, y así asciendan al paraíso, en donde vivirían con Él, eternamente
    justificados.

    Pero como las familias de las naciones antiguas, descendieron a las regiones de los perdidos del infierno tormentoso, sin el Juramento a Isaac, porque ellos siempre fallaron en conocer a nuestro Padre celestial en la tierra: entonces ellos se encontraban
    encarcelados en tormentos infernales, eternamente maldecidos y perdidos por el poder del pecado, para no volver a ver la vida nuevamente jamás. Sin embargo, cuando nuestro Padre celestial pudo establecer un convenio de vida con Abraham, porque ambos se
    sentaron a la Mesa santa para comer del pan y vino junto con los 318 hijos adoptados de la mano servicial de su Hijo Jesucristo, conocido como el Rey Melquisedec y Santidad de Dios, entonces el Juramento a Isaac podía establecerse en la tierra
    postreramente.

    Es decir, que ahora nuestro Padre celestial podía tener una nación de sus hijos nacidos de Abraham y del vientre estéril de Sarah, y con su Juramento a Isaac de su perfecta voluntad, para que sea establecida sobre la tierra eternamente, para que su
    nuevo reino venga: y esto sería que sus hijos nacerían primeramente en el infierno tormentoso y entre naciones antiguas. Porque nuestro Padre celestial siempre buscó de tener toda una nación nacida en el infierno tormentoso y con su Juramento a Isaac,
    que es su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, que vinieron a ser un hombre nacido del vientre estéril de Sarah, Isaac, dándole vida así a Jacobo su primogénito terrenal, para que sus hijos tengan poderes, escapando del infierno, siempre.

    Pero para el Plan redentor de nuestro Padre celestial, divisado en su corazón santísimo, solamente sería posible comiendo con Abraham y sus hijos adoptados el pan y vino de su Hijo Jesucristo, conocido como Santidad de Dios mundialmente, pero
    igualmente, postreramente tener a su Hijo amado comiendo con todos los hijos en Canaán, como en el paraíso, de su Mesa del pan. Visto que, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo, dándoles de comer a los hijos de Abraham del pan y vino,
    así como inicialmente Él llamó a Adán y Eva a comer de su fruto de vida, pero nunca del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, para Él poseer un convenio de vida con ellos, siempre.

    Es decir también que cuando nuestro Señor Jesucristo se sentó a la Mesa santa con sus apóstoles, para comer del pan y vino, que él personalmente le sirvió a nuestro Padre celestial y a su siervo Abraham junto con sus hijos adoptados, entonces él
    lo hizo finalmente para darle al Israel antiguo a que coma de él, al ser clavado al madero. Porque al nuestro Señor Jesucristo ser clavado al madero de la primera casa de Israel, yaciendo en el Valle de los huesos secos ya, entonces por los clavos en
    sus manos y pies, ciertamente cada uno de Israel comió de su carne sagrada y sangre expiatoria como el pan y vino inicial, para que la vida eterna sea posible en ellos finalmente.

    Por eso, cuando nuestro Señor Jesucristo fue clavado al madero del monte de Sión, entonces él fue clavado a los hijos de Abraham, para que coman con nuestro Padre celestial y con el Espíritu Santo, exactamente lo que Abraham y sus hijos adoptados
    comieron sobre su Mesa: el pan y vino, inyectando su nueva vida al mundo para salvar toda nación, postreramente. Por consiguiente, cuando tú te sientes a la mesa de tu hogar para comer tus alimentos cotidianos, entonces tú podrás bendecir tus
    alimentos como el pan y vino, que fue inicialmente servido a Abraham y sus hijos adoptados, para que tú comas del Cordero escogido como los antiguos lo hicieron, alcanzando perdón y salvación eterna por ti y los tuyos, incluyendo amistades.

    Porque ésta es la salvación que nuestro Padre celestial le ha entregado a cada uno de nosotros, en todas las familias de las naciones, empezando por la casa de Israel, porque comiendo de nuestro Señor Jesucristo su pan y vino, que él siempre sirve,
    entonces tú estarás comiendo de la vida eterna del Padre victoriosa sobre el pecado, maldiciones, pobreza y muerte. De otra manera, tú siempre fallaras no solamente de conocer del perfecto amor del Padre que siempre ha manifestado hacia nosotros, por
    su santo nombre fuego y su palabra viva, hablada sobre Isaac mientras yacía sobre el madero del monte Sión y su Lugar Santísimo, en Moriah, pero igualmente su bendición cotidiana de su nuevo reino venidero, reinando sobre las naciones, desconocerás.

    Por ende, nuestro Padre celestial necesitaba tener una nación nacida en el mundo como su familia y con sus hijos del cielo arriba, porque a Abraham le dijo que mire hacia las estrellas incalculables, y contarlas si podía, pero él falló en contarlas
    porque son muchas: porque así son los hijos que vienen a él, convirtiéndose en un reino asombroso mundialmente, perpetuamente. Ésta es una nación, naciendo entre las familias de las naciones antiguas ya yaciendo en el infierno tormentoso, pagando
    por sus pecados en contra de Él, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, pero con el Juramento a Isaac en ellos, entonces ellos podían escapar con cada pecado del infierno hacia el bautismo en agua, destruyéndolos en el Mar Rojo, perpetuamente.

    Visto que, nuestro Padre celestial necesitaba destruir cada pecado en cada uno de todas las familias de las naciones del pasado, presente y futuro con sus poderes asombrosos y cotidianos del Juramento a Isaac, para que Él pueda empezar a establecer su
    voluntad perfecta, desde el mismo infierno hacia todo lo alto de Canaán, para glorias de su nuevo reino venidero, mundialmente. Ya que, éste es un reino maravilloso que viene sobre toda la tierra, únicamente renaciendo todo Israel del bautismo en agua
    y del bautismo del Espíritu Santo, comiendo no solamente del pan y vino, que nuestro Padre celestial comió con Abraham y sus hijos adoptados sobre la Mesa santa de su Hijo Jesucristo, para que entonces Canaán fluya abundantemente leche y miel, siempre.


    Genialmente, ésta es la gloria esperada que descenderá sobre todo Israel en nuestros días, por el Juramento a Isaac, que se activara entre toda la casa de Israel, al cada hombre, mujer, niño y niña bautizarse en agua y en el Espíritu Santo, sólo
    invocando la perfecta santidad de su santo nombre, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Ésta es la gloria de nuestro Padre celestial, que los hijos de Abraham manifestaron en la cautividad egipcia, naciendo con el Juramento a Isaac, en donde cada
    palabra es mayor que cualquier palabra mentirosa de Satanás y de sus ángeles caídos, como el ángel de la muerte, pronunciada en contra de sus hijos de Israel y de las familias de las naciones.

    Además, porque nuestro Padre celestial hizo que Israel naciese en el infierno tormentoso y entre las familias de las naciones perdidas en sus pecados, cometidos en contra de Él, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, por ello, ellos siempre jamá
    s pudieron escapar del infierno, pero, Israel si podía, abandonando cada pecado de ellos en el bautismo del Mar Rojo, perpetuamente. Por ende, en nuestros días Israel finalmente se bautizara en agua y se bautizara en el Espíritu Santo del Lugar Santí
    simo, escapando milagrosamente del mundo nuevamente destinado probablemente a convertirse peor que el infierno que está en el corazón de la tierra, para caminar hacia el nuevo reino venidero de la perfecta palabra de nuestro Padre celestial,
    establecida ya en Canaán, perpetuamente.

    Porque cuando Canaán empiece a fluir leche y miel así como la roca en el desierto con agua viva fluía para los sedientos, entonces todos bebieron de la sangre expiatoria del Cordero de Dios, inmolado desde la fundación del mundo para beber y comer
    leche y miel en nuestros días, entrando así a su nuevo dulce hogar sin conocer jamás el pecado nuevamente. Puesto que, éste es el nuevo reino que nuestro Padre celestial siempre buscó por milenios, en donde su santo nombre fuego es finalmente
    estacionado sobre su altar del amor prehistórico, y en donde Él personalmente derramaría su corazón santísimo de cómo su vida misma debe ser vivida eternamente por sus hijos de Israel y de las familias de las naciones, mundialmente.

    Por eso, cuando alguien es bautizado en agua en todas las familias de las naciones del mundo entero, entonces aquella persona es bautizada en su santo nombre, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, abandonando todo pecado debajo de las aguas,
    accediendo así a su Lugar Santísimo eternamente justificado, sobre el monte Sión, en Israel, vestido con perfecta salvación su alma eterna. Visto que, bautizado en agua y en el Espíritu santo sobre su altar del amor prehistórico, descendido del
    cielo con Isaac y con su Espíritu Santo, entonces no solamente los hijos de Abraham están regresando a su dulce hogar, pero igualmente todos los hijos de todas las familias de las naciones del pasado, presente y futuro, formando finalmente su reino
    asombroso mundialmente.

    Ahora, cada hombre, mujer, niño y niña, bautizada en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre fuego, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, entonces todo pecado abandonado es junto con la muerte y el infierno, y así entran todos instantá
    neamente a su Lugar Santísimo, en donde su Juramento a Isaac los viste con perfecto amor eterno y salvación inagotable, eternamente. Porque cuando nuestro Padre celestial le dijo a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, descendamos y creamos al
    hombre en nuestra imagen y semejanza, para que sea él como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal, entonces Adán y Eva nacieron para que sus hijos asciendan al Lugar Santísimo y sean recibidos con salvación imperecedera, para la eternidad
    venidera.

    Considerando que, cuando Adán y Eva, descendieron al mundo, porque ambos pecaron en contra de Él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo en el paraíso, comiendo del fruto prohibido, que se les dijo que jamás coman de él, porque cuando lo coman
    entonces todos morirían: por ello, sus hijos deben comer del pan de Dios, para entrar a su reino venidero. Sin embargo, ahora todos tienen que renacer de su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y con su Espíritu, en donde su
    Juramento a Isaac es su palabra viva llena de su misma vida eterna, en donde el pecado falla en existir en todos sus hijos de Israel y de las familias de las naciones, por toda la eternidad.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial tenía que tener no solamente su santo nombre fuego, clavado al madero del Israel antiguo junto con su Hijo Jesucristo, derramado cada gota de su sangre expiatoria, para cubrir todo pecado eternamente con cada
    palabra del Juramento a Isaac, pero igualmente darle de comer a Adán y Eva al fin su pan y vino abundantemente. Ciertamente, esto fue de comer del fruto de vida, que es su Hijo Jesucristo no solamente nacido como Isaac del vientre estéril de Sarah, por
    el Espíritu Santo, pero igualmente del vientre virgen de la hija de David, sirviéndonos nuevamente de su pan y vino, que necesitamos comer, para regresar al reino asombroso del Padre, gozando de sus glorias una eternidad entera.

    Por esta razón, cuando nuestro Señor Jesucristo hablaba de las palabras de nuestro Padre celestial, y ejecutaba cada milagro y maravilla por las calles, villas, pueblos y ciudades de Israel, entonces él decía que cada hombre, mujer, niño y niña
    tiene que comer de su carne sagrada, porque sólo él es el pan de vida, saciando cada alma hambrienta de la tierra. Por ende, al nuestro Señor Jesucristo ser clavado al madero del Israel antiguo, entonces esto fue hecho no solamente, dándole a cada
    hombre, mujer, niño y niña descendido al Valle de los huesos secos a comer de él, pero igualmente, entregarles a ellos cada victoria conquistada con la vida santísima del Padre, vivida en Canaán por él y por el Espíritu Santo.

    Visto que, nuestro Padre celestial siempre buscó en la eternidad con sus ángeles y en nuestros días con Adán y sus hijos a ser amado, servido y glorificado en Espíritu y en Verdad, y esto es únicamente posible al renacer del bautismo en agua y del
    bautismo del Espíritu Santo, invocando su santo nombre todopoderoso de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. Aquí es cuando cada hombre, mujer, niño y niña puede renacer del agua, abandonando la carne pecadora por la carne sagrada y el espíritu
    de error por el Espíritu Santo, solamente para conocer la vida misma del Padre, que su Hijo Jesucristo bajo del cielo a Israel, poseyéndola milagrosamente todos nosotros con el Juramento a Isaac, y así vivir su bendición cotidiana, siempre.

    Considerando que, cada uno de nosotros amaría regresar a nuestro Padre celestial, y a su reino maravilloso, creado para vivir con sus hijos, que lo aman a él y a su santo nombre fuego en Espíritu y en Verdad, entonces todos nosotros tenemos que haber
    ya renacido del agua y del Espíritu del Lugar Santísimo de su Nueva Jerusalén celestial, para lograrlo. Ya que, aquí es donde nuestro Padre celestial está sentado en la Silla de la Misericordia, esperando por todos de Israel y de las familias de las
    naciones, que entren ya en su presencia santísima, bautizados en agua y en su Espíritu Santo, invocando su nombre todopoderoso, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, para que su salvación sea posible en nosotros, siempre.

    Visto que, éste es el único lugar en el cielo y la tierra, en donde Él se encontrara personalmente con quienquiera regresar a Él, por medio del bautismo en agua y del bautismo del Espíritu Santo, invocando su santo nombre, su Hijo Jesucristo y el
    Espíritu Santo, porque es únicamente aquí, en donde tú empezaras a vivir la vida eterna con Él eternamente. Realmente, los primeros en comer del pan y de la sangre expiatoria, descendida del cielo con Isaac y con el Espíritu Santo inicialmente,
    para encontrarse con Abraham sobre el Monte Moriah, y luego sobre el mismo altar pero en Canaán, fue la casa de Israel, yaciendo en el Valle de los huesos secos, para ascender finalmente al cielo en el Tercer Día.

    Ya que, cuando nuestro Padre celestial clavó a su Hijo Jesucristo a Israel victorioso sobre Satanás, pecados, maldiciones, pobreza, muerte y el infierno, entonces fue primeramente para que cada hombre, mujer, niño y niña de la casa de Israel del
    Valle de los huesos secos finalmente coma del pan y vino, que Abraham comió con el Padre primero, salvando todo pecador, siempre. Por eso, es que nuestro Padre celestial clavó a su Hijo Jesucristo al madero del monte santo de Jerusalén, salpicando
    toda su sangre expiatoria sobre Israel, entonces fue para alimentar a sus hijos con pan del árbol de la vida eterna, reemplazando así el fruto prohibido que los había destruido y matado a todos ellos en el Valle de los huesos secos.

    En el Tercer Día, cada hombre, mujer, niño y niña que se había tornado en huesos secos del Valle de muerte, entonces resucitaron con vida eterna de nuestro Padre celestial, vistiendo con perfección y gloria que a Abraham se le requerido poseer
    primeramente para entrar a su nuevo reino venidero en la tierra, reinando sobre las naciones con perfecta santidad toda una eternidad. Por eso, al derramar nuestro Señor Jesucristo su sangre expiatoria victoriosa sobre Satanás y su reino de tinieblas,
    otorgándoles a Israel y a las familias de las naciones perdón de pecados, amor para amarlo a Él eternamente, verdad y justicia para entrar a la vida eterna instantáneamente justificados, entonces fue para que su santo nombre fuego sea glorificado con
    amor eterno, siempre.

    Visto que, nuestro Padre celestial no solamente había oído a la casa de Israel, clamando a Él, desde el Valle de los huesos secos, cuando su Hijo Jesucristo dijo, ¡Padre! ¡Por qué me has desamparado! Porque desde cuando descendieron al Valle de los
    huesos secos, entonces fue cuando empezaron todos los hebreos a extrañar de su abundante gracia, misericordia, verdad y justicia divina que siempre conocieron de Él en todos los días de sus vidas terrenales. Aquí es cuando nuestro Padre celestial tom
    posesión del Juramento a Isaac, cuando Él les prometió que jamás los dejaría ni los abandonaría, entonces Él peleó con las tinieblas del infierno, que no solamente retenían a Israel en el Valle de los huesos secos pero igualmente a las
    naciones antiguas, porque ahora Él había obtenido todo poder para destruir toda tiniebla completamente, siempre.

    Aquí es cuando también nuestro Señor Jesucristo le dijo a nuestro Padre celestial, por los poderes abundantes de su gracia, misericordia, verdad y justicia divina Jurada a Isaac, por favor perdónalos, le suplicaba al Padre: porque todos ellos han
    fallado siempre en conocer en lo que hacen, ofendiéndote; y nuestro Padre celestial los perdonó, destruyendo toda tiniebla del infierno, y para siempre. Por cuanto, nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo lucharon en contra de
    toda tiniebla no solamente del Valle de los huesos secos, liberando toda la cada de Israel en el Tercer Día como prometido inicialmente a Abraham, por ejemplo, pero igualmente liberó a cada familia de las naciones antiguas, que habían ya descendido
    eternamente perdidas al infierno tormentoso.

    Ya que, nuestro Padre celestial le prometió a Abraham, diciéndole que en su simiente, que es su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo nacido como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, que todas las familias de las naciones serian
    benditas en él—porque un nuevo reino vendría sobre la tierra de amor, gracia, verdad y justicia, prevaleciendo eternamente. Por ende, cuando nuestro Señor Jesucristo oró por los transgresores, derramando su sangre expiatoria sobre el monte santo de
    Jerusalén, además entró en el Lugar Santísimo, con la cortina rota de arriba abajo, otorgándole acceso a Israel y a las naciones con sus rituales y ceremonias de perfecta santidad del Juramento a Isaac, entonces él clamó, diciendo: ¡Consumado es
    todo al fin!

    De aquí en adelante, nuestro Padre celestial no solamente había recibido a su Hijo Jesucristo junto con su Espíritu Santo en su Lugar Santísimo con la cortina abierta por completo, porque solamente Dios podía entrar por ella, entonces él le dijo al
    Padre celestial: todo está terminado, nosotros estamos todos listos para tu nuevo reino venidero sobre la tierra de Israel, pronto. Ahora, nuestro Señor Jesucristo tenía que pronunciar estas palabras ante nuestro Padre celestial, parado allí,
    recibiendo felizmente no solamente a Israel y a cada uno de las naciones, renacido del bautismo en agua y del bautismo del Espíritu Santo, invocando la santidad perfecta de su nombre, su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, para que Israel finalmente
    sea su perfecta voluntad universalmente, siempre.

    Es decir también que nuestro Padre celestial junto con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, nacido inicialmente del vientre estéril de Sarah como Isaac, por el Espíritu Santo, entonces fue para que Jacobo junto con sus hijos lleven su Juramento a
    Isaac por el infierno tormentoso, el desierto del Sinaí, y sobre el monte santo de Jerusalén, conquistando toda salvación universal. Porque cuando nuestro Señor Jesucristo le dijo al Padre celestial, está todo terminado, entonces esto significó que
    él junto con el Espíritu Santo y toda la casa de Israel, nacida en el infierno tormentoso y entre naciones antiguas, fue para tomar cada pecado hacia el Mar Rojo, para que la sangre de corderos sea derramada sobre ellos, cubriéndolos finalmente para
    destrucción mundial.


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