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All on Fri May 12 18:21:06 2017
Sábado, 13 de Mayo, 2017 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
(En éste DÃa de las Madres: les deseamos a todas nuestras familias que lo disfruten con mucho amor de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, porque el amor de nuestros padres y madres ha sido para levantar su santo
nombre fuego sobre todo lo alto del altar de su amor eterno por amor nosotros, sus hijos. Por ello, es que escrito está en sus Diez Mandamientos, al llamarnos a amar a nuestros padres y madres para que nuestros dÃas sean alargados en la tierra y en el
cielo con ricas bendiciones de cada dÃa para recibir a todos sus hijos e hijas que los envÃa sin cesar por toda la tierra. Le he preguntado a mi Padre celestial a donde está mi madre, y el me respondió, asegurándome, de que ella está con él, en su
gloria celestial; él me dijo con sus palabras claras y audibles: Ella está aquà conmigo.
Nosotros recordamos el DÃa de 5 de Mayo, la Independencia de todo Méjico del yugo de España, orando a nuestro Padre celestial por el bienestar de cada dÃa de todas sus familias y de sus hijos e hijas por nacer en un Méjico glorioso y eterno, por la
abundante gracia de nuestro Señor Jesucristo y las riquezas interminables de su EspÃritu Santo. ¡Amén!)
EN SABADO ISRAEL ANTIGUO SÉ PURIFICÓ PARA VER AL SEÑOR EN EL TERCER DIA:
Nuestro Padre celestial le dijo a Moisés: Desciende a tu pueblo de Israel y purifÃcalos: porque estoy listo para visitarlos para caminar en medio de ellos. Yo descenderé del reino de los cielos sobre el monte SinaÃ, para que el pueblo me vea al
descender, pero tienen que estar lavados y purificados (éste es el bautismo para salvación). Tú tienes que poner lÃmites (barreras) alrededor del monte, porque nadie está permitido a que suba a ver al SEÑOR. Quienquiera que desobedezca, morirá,
porque yo descenderé y arremeteré hasta derramar su sangre a tierra por espada o dardo.
Instantáneamente, Moisés obedeció a nuestro Padre celestial para descender hacia los israelÃes y empezó a limpiarlos, bautizándolos en agua, para que sean purificados al momento de su descenso sobre el monte Sinaà y con toda su santidad perfecta y
redentora de toda alma viviente del hombre. Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba descansar con el altar de Abraham e Isaac sobre el monte SinaÃ, ardiendo apasionadamente con la antorcha antigua, llevando su santo nombre fuego junto con su
horno de su grande gracia, de su grande misericordia, de su grande verdad y de su grande justicia divina, porque él estaba listo para recibirlos con su grande amor: bendiciéndolos.
Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba a cada hombre, mujer, niño y niña de la casa de Israel purificado, lavado y limpio completamente, incluyendo sus ropas y hasta sus hogares, es decir, todo lo que poseÃan tenia que estar limpio: porque é
l estaba a punto de descender sobre ellos, visitándolos asà como su Dios vivo del cielo y llenó del perfecto amor eterno. Además, el único que realmente podÃa limpiar a cada tribu de la casa de Israel, era Moisés, porque él ya habÃa sido
bautizado al ascender al monte SinaÃ, para ver al SEÑOR en persona: y éste fue su Hijo Jesucristo envuelto en el fuego de su nombre santo junto con el horno de su gracia, misericordia, verdad y de justicia divina.
Sin duda, Moisés fue el único que podÃa descender del monte para instruir a los israelÃes de cómo tenÃan que lavarse con agua junto con todas sus ropas, porque ellos tenÃan que estar purificados, limpios y sin contaminación alguna: ya que nuestro
Padre celestial se alistaba para visitarlos asà como jamás lo habÃa hecho con ninguna gente o nación en la tierra. Entonces, una vez que ellos ya habÃan sido lavados junto todas sus pertenencias, entonces luego tenÃan que acercarse al pie del monte
SinaÃ, para estar allà sin traspasar la barrera que Moisés habÃa puesto, porque nuestro Padre celestial no estaba listo para permitir a nadie a subir el monte a ver al SEÑOR, incluyendo a los animales descarriados, por ejemplo.
Por eso, es que cualquiera que intentaba subir al monte santo, incluyendo animales perdidos, entonces nuestro Padre celestial estaba listo para descender y arremeter en contra de ellos, porque la sangre tenia que ser derramada del ofensor para que nadie
vuelva a intentar a subir el monte: puesto que el monte Sinaà habÃa sido santificado grandemente por el mismo SEÑOR. Ya que, nuestro Padre celestial habÃa descendido del cielo con el altar de Abraham e Isaac llenó de su santo nombre fuego junto con
su horno de gracia asombrosa, porque el tiempo se habÃa cumplido para hacerlo conocer con sus poderes salvadores a Israel y a las naciones, y asà alistarlo para el derramamiento de la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo.
Sin embargo, para que esto sea posible todos en Israel tenÃan que comprender la importancia de ser purificados, lavados y vivir sin manchas, porque nuestro Padre celestial estaba listo para caminar entre ellos junto con su Hijo Jesucristo y el EspÃritu
Santo para abrir el camino que lleve a sus hijos a vivir con él en su perfecto amor, en Canaán. Ya que, nuestro Padre celestial enriquecÃa a Israel con sus siete años de riquezas constantes, de acuerdo al convenio establecido con Abraham y el vientre
estéril de Sarah, para que su Hijo amado nazca como Isaac: por ende sus hijos de seguro nacerÃan en cada generación, aprendiendo a vivir en su familia de amor y listos para alabar su santo nombre, perpetuamente.
Por ende, nuestro Padre celestial necesitaba a todos en Israel que sigan fielmente sus rituales de purificación para ambos hombres y mujeres, porque tenÃan que limpiarse de todo tipo de contaminación que los hacia impuros y que los restringÃa a
acercarse a las cosas santas de Israel, para que él pueda moverse finalmente entre ellos y sin el problema del pecado. Por eso, es que era importante para nuestro Padre celestial de establecer el Sábado, en donde él se juntarÃa con todos ellos
alrededor de su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el EspÃritu Santo, para él mismo purificarlos, limpiarlos y lavarlos y asà se acerquen con libertad a sus cosas santas en Israel, y del tabernáculo de reunión.
Los hombres, por ejemplo, tenÃan que limpiarse y purificarse de todo flujo natural de sus cuerpos que los contaminarÃan instantáneamente, por ende, ellos tenÃan que lavarse con agua y asà mantenerse alejados de todo que los contaminaba primeramente
y hasta la noche, para que sean limpios de toda contaminación en la presencia de nuestro Padre celestial, en el cielo. Y con las mujeres era la misma situación, es decir, de que si la mujer iba a tener su periodo, entonces ella tenia que tener cuidado
de no acercarse a las cosas santas de Israel como el tabernáculo de reunión y los sacrificios junto con las ofrendas que eran ofrecidas regularmente a la entrada del mismo, para que nada se contaminase.
Estos eran rituales muy importantes de purificación, lavamiento y santificación que cada hombre, mujer, niño y niña de Israel tenia que seguir, de acuerdo de lo que nuestro Padre celestial habÃa especificado a Moisés, para que se purifiquen cada dÃ
a de toda contaminación sin contaminar las cosas santas de Israel, para que el Padre no se enoje con ellos. Cada uno de ellos tenia que traer al sacerdote levÃtico obrando, a la entrada del tabernáculo, sus animales de sacrificios que habÃan ofrecido
al Padre que está en el cielo, para que sean lavados de toda impureza: porque si ellos no se lavaban de sus contaminaciones, entonces cuando nuestro Padre celestial visitaba el campo israelà instantáneamente podÃan morir, por sus impurezas cotidianas.
Ciertamente, que esto era un gran problema que los israelÃes tenÃan de tiempo en tiempo, porque ellos mismos de pronto se olvidaban de los rituales que tenÃan que seguir y ejecutarlos fielmente con los levitas sacerdotes obrando en el tabernáculo,
que cuando el Padre bajaba al campo israelÃ, entonces ellos morÃan: porque estaban descuidados y por tanto ceremonialmente impuros. Por eso, es que nuestro Padre celestial estableció el Sábado con los israelitas, para que siempre tengan continuamente
sus lavamientos y purificaciones de todo lo que los contaminaban, para que no sigan contaminados de que si el Padre estaba por descender con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, entonces no morirÃan súbitamente en sus contaminaciones y pecados.
Por ende, el lavamiento de ellos en agua junto con el lavamiento de todas las cosas que le pertenecÃan y que los podÃa contaminar ante nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, era mandatario lavarse, entonces todos ellos tenÃ
an que lavarse hasta que eran purificados completamente ante el sacerdote levÃtico y nuestro Padre que está en el cielo. Ahora, cuando nuestro Padre celestial le dijo a Moisés que descendiera del monte Sinaà para purificarlos, santificarlos y
lavarlos a todos los israelitas, entonces esto significó de que tenÃan que bautizarse en agua, invocando su santo nombre fuego que él mismo ya les habÃa dado, para que Israel escapase del cautiverio egipcio bañándose en el mar Rojo, y asà no
mueran.
Nuestro Padre celestial tomó a Israel del cautiverio egipcio, dándoles su santo nombre fuego primeramente, porque esto fue algo que él jamás habÃa hecho con los ángeles del cielo ni menos con los pecadores de la tierra, y cuando él se lo entregó
a Moisés entonces fue para que todos se lavasen de sus impurezas, invocándolo constantemente a través de sus vidas. Por eso, es que lo primero que nuestro Padre celestial hizo con Moisés e Israel después de haberlos liberado del cautiverio egipcio,
invocando su santo nombre fuego y con todos los poderes de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, fue realmente para llevarlos directamente al mar Rojo, porque necesitaban purificarse de todo mal y asà servirle en su santidad divina, siempre.
Además, esto fue algo que nuestro Padre celestial solamente tenia que hacer una vez con Israel, porque ya sumergidos juntos en las aguas, entonces, por la santidad de su santo nombre fuego y de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, milagrosamente
eran separados de la carne pecadora, recibiendo asà la carne sagrada sirviendo siempre a su santo nombre sobre su altar antiguo. Ahora, nuestro Padre celestial necesitaba que Israel abandonara todos los pecados acumulados como enfermedades, virus,
pobreza, aflicciones, heridas y muertes de las familias de las naciones, en el fondo del mar, por los poderes asombrosos de su santo nombre fuego, entonces todo esto fue hecho porque lo iban a servir por siempre en la carne sagrada, sobre el altar del
amor prehistórico.
Ya que, Israel iba a morir en la carne pecadora y en cautiverio, porque el Faraón habÃa determinado ya de que estaban creciendo muy rápido y de que seguirÃan creciendo cada vez más en los dÃas venideros y, entonces, el peligro estaba en que si el
enemigo les atacaba inmediatamente los israelitas escaparÃan, aliándose al invasor para nunca más regresar a Egipto. Por ende, el Faraón habÃa decidido que los israelitas tenÃan que empezar a morir, porque él mismo les ordenó a las parteras que
maten a sus niños bebes, para que Israel no crezca como lo estaba haciendo, y asà parar la amenaza que ellos podÃan ver que se les venia en los años venideros y el peligro de la existencia de Egipto.
Éstas acciones de Faraón y de sus oficiales no solamente eran una constante amenaza para Israel como cautivos en Egipto, por cuatrocientos años, pero igualmente era una constante amenaza para nuestro Padre celestial, su único Hijo y el EspÃritu
Santo, porque veÃan claramente de que su santo nombre fuego quizás no volarÃa sobre el mundo entero, si el Faraón lograba su objetivo. AquÃ, es cuando nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, dijeron: Nosotros tenemos que
descender sobre el monte Sinaà con el altar del amor prehistórico de Abraham e Isaac que tiene el fuego encendido del sacrificio continuo y de cada dÃa, para que sea finalmente visible sobre la tierra: y asà nuestro nombre bendito reine sobre todas
las naciones.
Puesto que, esto fue la venida de nuestro Padre celestial, su Hijo y su EspÃritu sobre el monte Sinaà para que todo Israel los vea, porque él los estaba visitando con su perfecta santidad asà como jamás habÃa visitado a nadie en la tierra, a
familia o nación asà como lo hizo con Israel, pero tenÃan que estar santificados, purificados y bautizados. Dado que, nuestro Padre celestial necesitaba caminar entre ellos junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, porque él tenia que
visitar a la gente de que él mismo le habÃa dado vida, por el EspÃritu Santo, del vientre estéril de Sarah, cuando Isaac nació primeramente como hijo único de Abraham, para establecer su amor prehistórico sobre su altar, perpetuamente.
Nuestro Padre celestial, definitivamente, tenia que visitar a cada hombre, mujer, niño y niña que divinamente él iba a vivir con ellos, porque ellos eran los que habÃan acumulado los pecados, aflicciones, heridas y muertes de todas las familias de
las naciones, por ende, eran los únicos listos a levantar su santo nombre fuego sobre el mundo entero, conquistándolo, para siempre. Visto que, nuestro Padre celestial sabia de que ellos se encontrarÃan con Satanás en el desierto como el cordero de
oro, emergiendo del horno de Aarón al tirar en él el oro de las joyas recibidas de los egipcios, la noche que escaparon de la cautividad, para descender finalmente al Valle de los huesos secos, y con todos sus cuerpos hechos polvo.
Porque Job dijo una vez: Yo sé que mi Redentor vive y que en el dÃa ultimo, él se levantara sobre el polvo, y éste es nuestro Señor Jesucristo clavado al polvo de la casa antigua de Israel, que realmente es el madero, que descendió al Valle de los
huesos secos, para ser levantados al tercer dÃa con el santo nombre fuego. Ésta es la salvación gloriosa que nuestro Padre celestial habÃa planteado para Israel que la poseyese algún dÃa, porque su Hijo Jesucristo junto con su santo nombre fuego,
clavado al madero sobre el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, finalmente terminarÃa con el pecado del mundo entero en un solo dÃa, al derramar su sangre reparadora sobre cada uno de ellos.
Éste es el Viernes que nuestro Padre celestial esperaba ver en la tierra, porque en éste dÃa él mismo finalmente levantarÃa a su Hijo Jesucristo sobre el monte Sión, cargando con el madero sobre sus hombros, en donde seria clavado junto con su
santo nombre fuego, para quemar la grosura de su cuerpo, y asà derramar su sangre reparadora sobre su altar. Ésta es la salvación que Israel jamás podÃa alcanzar ni menos cumplir cabalmente, porque el sacerdote levÃtico una vez al año podÃa
entrar en el Lugar Santo de los Santos, del tabernáculo de reunión al derramar y salpicar de su sangre sacrificada sobre la cortina que se abre para entrar a la presencia del Padre celestial, y ser rechazado, siempre.
Porque no importo nunca cuan santos los sacerdotes levÃticos eran con sus rituales de sacrificios y de las sangres salpicándola siete veces sobre la cortina que separaba los lugares santos del Lugar SantÃsimo, que nuestro Padre celestial rara vez era
satisfecho, que simplemente acababa con sus vidas en su presencia, porque fallaban en presentar la santidad perfecta necesaria para levantar a Israel. Por ende, a través de los años Israel dio vida a muchos sacerdotes levitas que entrarÃan al Lugar
Santo de los Santos, del tabernáculo de reunión junto con sus lavamientos, purificaciones, libaciones y santificaciones que finalmente terminaban rechazados por nuestro Padre, porque ellos jamás podÃan presentar en el Lugar SantÃsimo la santidad
perfecta para perdón, sanidad, prosperidad y salvación de todo Israel.
Y los levÃticos sacerdotes trabajando con el sumo sacerdote tenÃan que mantenerse afuera del tabernáculo de reunión, y nadie podÃa entrar en el Lugar Más Santo, porque únicamente el sumo sacerdote del año en curso podÃa entrar en él, solamente
para morir y ser jalado hacia fuera con una soga amarrada a su cintura: por falta de santidad todo Israel era rechazado. Históricamente, Israel perdió muchos sumos sacerdotes en el Lugar Más Santo, porque nuestro Padre celestial no pudo ser satisfecho
por sus rituales y derramamientos de sangres sobre la cortina separando los lugares santos del SantÃsimo: porque la sangre nunca fue la de su único Hijo Jesucristo que romperÃa la cortina y asà hacer su santa presencia posible para redimir a Israel,
perpetuamente.
En otras palabras, solamente su Hijo Jesucristo podÃa entrar en el Lugar Más Santo al derramar su sangre reparadora sobre el madero del Israel antiguo que yacÃa en el Valle de los huesos secos: Esperando por el Hijo de Dios que descendiese a salvarlos
como hijos legÃtimos y sumo sacerdotes eternos de su santo nombre fuego de su altar del amor eterno. Es decir, de que nuestro Padre celestial después de haber visto muchos sumos sacerdotes levitas entrando en su presencia santÃsima, del tabernáculo
de reunión, y sin poder tirar de la cortina de los lugares santos separándolos del Lugar SantÃsimo, entonces él fue satisfecho con su Hijo Jesucristo, porque su sangre santÃsima fue perfecta y aceptable para salvación de todos sus hijos, finalmente.
Éste fue un Viernes muy feliz que nuestro Padre celestial jamás habÃa vivido en la tierra, porque fue su Viernes Santo en que él finalmente recibió en el Lugar Más Santo el sumo sacerdote perfecto con su misma sangre santÃsima y llena de su santo
nombre fuego, matando el pecado del mundo entero en un dÃa, para salvación universal de todo creyente. Aquà es, cuando únicamente un verdadero y glorioso sumo sacerdote nacido de la hija virgen del Rey David, y bañado en su misma sangre santÃsima,
hizo que el santo nombre fuego del Padre fuese recibido por los cielos de Israel haciendo que la noche se tornase en un dÃa brillante mundialmente, pero también ascendió el monte santo: estableciéndolo en perfecta santidad salvadora.
Ésta es la salvación que nadie en Israel y en las naciones podÃa jamás conquistar, porque todo sumo sacerdote levÃtico entrando en el Lugar Más Santo, del tabernáculo de reunión, siempre fueron los equivocados, sin santidad, sin amor, sin
perfección, falsos, injustos y probablemente ya muertos, porque nuestro Padre celestial los rechazaba siempre hasta que su Hijo Jesucristo entró con grandes victorias. Es decir, de que cuando su Hijo Jesucristo fue clavado al madero del Israel antiguo
yaciendo en el Valle de los huesos secos, entonces el santo nombre fuego de nuestro Padre celestial, que es el Rey de los JudÃos, empezó a derretir la grosura de todo su cuerpo y derramó su sangre reparadora sobre él altar: complaciendo asà toda
verdad y justicia, perpetuamente.
Aquà es, cuando nuestro Señor Jesucristo exclamó en el Lugar SantÃsimo, diciendo: Padre, perdónalos porque no saben lo que han hecho; y nuestro Padre celestial instantáneamente oyó su oración para perdonarlos, aceptándola, porque todos sus
pecados y los del mundo entero habÃan sido removidos para jamás volverlos a ver en los israelitas yaciendo en el Valle de los huesos secos, para siempre. Y aquà es, en donde nuestro Padre celestial le dijo a su único Hijo: Yo he oÃdo tu oración y
la he aceptado, perdonando a Israel, pues, ahora tú tienes que descender y purificarlos, lavándolos hasta que sean limpios, porque en tres dÃas verán al SEÑOR: todos vestidos en tu cuerpo glorificado como hijos del AltÃsimo y sacerdotes del santo
nombre fuego.
Ahora, éste es el Viernes cuando nuestro Señor Jesucristo derramó toda su sangre santÃsima junto con la gordura derretida por su santo nombre fuego, clavado al madero sobre su cabeza, para que al atardecer del Viernes, entrando a la noche él habÃa
ya descendido al Valle de los huesos secos para purificarlos, santificarlos y limpiarlos a todos los israelitas de sus pecados. Éste es el Sábado después del Viernes Santo, en donde nuestro Señor Jesucristo cumplió con toda salvación junto con su
EspÃritu Santo y nuestro Padre, para que Israel bañado en su sangre reparadora entonces renazca como hijos de Dios y sumo sacerdotes a su santo nombre fuego sobre el altar del amor eterno en Israel, para que las naciones vivan redimidas, finalmente.
Ésta es la salvación que nuestro Padre celestial ya le habÃa entregado a cada uno de todas las familias de las naciones, para ser perdonados, y asà vivan reconciliados con él, con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, porque al tú ser
bautizado en agua, invocando su santo nombre fuego, entonces serás bañado en su sangre santÃsima que te salva. Por cierto, tú te sentirás que has sido purificado de todos tus pecados y maldades, que te estaban haciendo daño, de una manera un otra:
Porque cuando eres bañado en su sangre reparadora entonces tú recibirás la misma liberación que los israelitas antiguos recibieron en el Valle de los huesos secos, amparándote: porque ahora serás su hijo legitimo, sacerdote y templo santÃsimo.
Ya que, nuestro Padre celestial tiene cosas maravillosas que hacer contigo, tus amados y hasta tus amistades igualmente, porque él necesita incrementar la gloria de su santo nombre fuego mientras tú aún vivas tu vida normal en esta tierra: puesto que,
al tú ser bautizado en agua entonces tu alma viviente habrá renacido en su Reino de amor y de riquezas cotidianas. Nuestro Padre celestial trabajara con sus manos santÃsimas contigo, porque ahora tú le habrás dado mucho espacio para hacer maravillas
que él siempre deseó hacer en tu vida y que solamente las puede hacer desde su altar del amor prehistórico, porque tú inicialmente naciste de su imagen, pero ahora, tú estarás bañado en su sangre santÃsima y renacido para su reino, perpetuamente.
Tú estarás liberado asà como lo fueron los israelitas del Valle de los huesos secos en aquel Viernes Santo y su atardecer eterno, en que empezó todo Sábado mundialmente que su Hijo Jesucristo fue enviado por nuestro Padre celestial para purificar
todas las familias hebreas completamente del pecado, bañados en su sangre reparadora, para que asciendan en el tercer dÃa, perpetuamente justificados. Ésta es la sangre reparadora que nuestro Padre celestial siempre estuvo buscando en cada sumo
sacerdote levita que entraba en el Lugar Más Santo, para él poder destruir el pecado de todas las familias de las naciones en un solo dÃa, pero falló siempre en encontrarla y hasta que su Hijo entró en su presencia con su semilla llena de santidad
redentora.
Por eso, es que cada levita sacerdote siempre fue rechazado por nuestro Padre celestial cuando entraba en el Lugar Más Santo, porque él continuamente estaba buscando ver a su Hijo Jesucristo llevando los pecados del mundo entero junto con su sangre
reparadora y llena de su semilla y de perfecta santidad redentora, para destruir todo pecado de un sólo golpe, perpetuamente. AquÃ, tú vivirás tu vida como la que nuestro Padre celestial ya te ha entregado por su Hijo Jesucristo y con sus victorias
sobre todo mal, y con muchas victorias celestiales otorgadas únicamente a él, porque él conquistó toda perfección salvadora con su sangre reparadora sobre el altar del amor eterno: y para recibirlo todo del cielo, entonces tú tienes que ser
bautizado.
Puesto que, éste es el único camino en donde tú renacerás de la imagen del Padre, de donde inicialmente tú empezaste a vivir tu vida en el mundo, porque al tú ser bautizado, entonces tú habrás renacido del agua y del EspÃritu Santo al invocar su
santo nombre fuego y haciéndote asà la persona que siempre deberÃas haber sido, cada dÃa enriquecido. Ciertamente, nuestro Padre celestial no solamente envió a su Hijo Jesucristo a vivir la vida perfecta de cada hombre, mujer, niño y niña de todo
Israel pero igualmente de las familias de las naciones, porque ésta es la vida que nuestro Padre celestial siempre quiso ver en cada uno de sus hijos, cumpliendo con sus Diez Mandamientos y victorias sobre todo mal, perpetuamente.
¿Y cómo nuestro Señor Jesucristo?, tú preguntaras, ¿pudo cumplir todos los mandamientos de nuestro Padre celestial y cada palabra bendita de su boca de toda la eternidad, para que todo hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las
naciones puedan ser aceptos ante él en el Lugar Más Santo, en el cielo? La respuesta es que nuestro Señor Jesucristo antes de empezar a servir a nuestro Padre celestial junto con su EspÃritu Santo en Israel, entonces él se acercó a Juan el Bautista,
porque habÃa nacido especÃficamente no solamente para bautizarlo a él en el rÃo Jordán pero igualmente a todos aquellos yaciendo en el Valle de los huesos secos, para levantarlos del mal eterno.
Puesto que, nuestro Señor Jesucristo no necesitaba ser bautizado por nadie, pero él lo hizo por el Israel antiguo yaciendo en el Valle de muerte, para que sean bautizados en agua y en el EspÃritu Santo y asà regresen a Israel pronto: porque están
llamados a servir a Dios sobre el monte santo por mil años y conquistar a las naciones, finalmente. Es decir, de que lo que se habÃa convertido en ceniza y huesos secos en el Valle de los huesos secos, con toda la casa de Israel, entonces nuestro Padre
celestial envió a su Hijo Jesucristo bañado en su sangre reparadora en aquel Viernes Santo y anocheciendo que empezaba el Sábado para purificarlos, para gloria de su santo nombre fuego, para siempre.
Visto que, únicamente la carne sagrada del Israel antiguo que sea habÃa convertido en polvo y en árboles en la tierra de Canaán, entonces podÃa ser el madero, en donde su santo nombre fuego podÃa ser clavado a él con su Hijo Jesucristo victorioso
eternamente sobre Satanás y la muerte, por su sangre santÃsima regada a tierra, para purificación de todo creyente. Ésta salvación es única y aceptable no solamente de todo levita entrando una vez al año con sus animales sacrificados y salpicando
la sangre sobre la cortina que separaba los lugares santos del SantÃsimo, porque su misma semilla santÃsima no estaba en ellos: y sólo hasta que su Hijo Jesucristo bañado en su semilla santa entonces entró para que todos sean aceptados,
perpetuamente.
Aquà es, cuando nuestro Padre celestial fue finalmente satisfecho con el sumo sacerdote de Israel, porque todos ellos antes de su Hijo Jesucristo fallaron en satisfacerlo con la sangre salpicada sobre su cortina y el Lugar Más Santo, pero cuando Yeshua
su Hijo entró entonces lo hizo con su sangre santÃsima sobre todo israelà yaciendo en el Valle de los huesos secos. Por consiguiente, su único Hijo pudo entrar en el Lugar Más Santo con cada hombre, mujer, niño y niña yaciendo en el Valle de los
huesos secos, porque él estaba clavado a sus carnes, el madero, que llevaba los pecados del mundo entero para destruirlos en un dÃa y, entonces, bañados en su sangre santÃsima fueron perdonados para regresar a casa pronto.
Por ende, pronto cada uno de ellos regresara a Canaán, en donde quitaran todo rastro de todo Ãdolo de adoración, porque nuestro Padre celestial les pondrá un corazón nuevo en sus pechos y junto con un EspÃritu Noble que le servirán a él sobre su
altar del amor prehistórico como sus hijos legÃtimos y sacerdotes a su santo nombre fuego. Ciertamente, fue importante para nuestro Señor Jesucristo ascender el monte santo con el madero sobre sus hombros, cargando con la carne del convenio de la casa
de Israel junto con todo pecado de cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones, para que él los borre eternamente con su sangre reparadora, sobre su altar del amor eterno.
Visto que, por éste dÃa nuestro Padre celestial esperó por cada uno de todo Israel antiguo yaciendo en el Valle de los huesos secos a que entre en su santa presencia del Lugar Más Santo y sólo bañado en la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo
que destruye todo mal, para que sean todos aceptos como sus hijos legÃtimos en el cielo. Éste es el dÃa en que nuestro Señor Jesucristo se paró en el Lugar Más Santo, con la carne del convenio de cada hombre, mujer, niño y niña del Israel antiguo,
para que sean aceptados por el Padre celestial como santos y gloriosos en su presencia santÃsima únicamente para retener el privilegio de ser bendecidos cada dÃa con riquezas y bendiciones inagotables.
Ciertamente, éste es el Viernes atardeciendo que recibió el Sábado en que todo Israel antiguo entró con su Hijo Jesucristo clavado a sus carnes del convenio, el madero, llevando el santo nombre fuego y con la sangre reparadora salpicada sobre el
Lugar SantÃsimo, para que nuestro Padre celestial jamás los rechace asà como lo hizo con los sumos sacerdotes levitas del pasado. Además, desde estos tres dÃas gloriosos, cuando nuestro Señor Jesucristo entró con todo el Valle de los huesos secos,
en el Lugar Más Santo, bañado con su misma sangre santÃsima salpicada sobre el madero, entonces, éste lugar de desesperación, de destrucción y de perdición, vino a ser tan santo como él mismo Lugar SantÃsimo ante nuestro Padre y sus naciones de Ã
¡ngeles.
Éste es el dÃa en que nuestro Padre celestial le dijo a su Hijo Jesucristo: Yo ya no veo pecado en la carne de los israelitas antiguos yaciendo en el Valle de los huesos secos, por tanto, ahora mismo desciende a purificar sus almas vivientes, porque
son mis hijos legÃtimos y sacerdotes eternos a mi santo nombre fuego sobre mi altar del amor. Por eso, es que cada Sábado nuestro Padre celestial no ve el pecado de Israel, aunque lo tienen, porque en éste dÃa nuestro Señor Jesucristo entró en el
Lugar Más Santo, bañado con sus hermanos y hermanas en su misma sangre bendita que borra todo pecado, además destruyó el reino de Satanás y de la muerte, perpetuamente, para santificarlos con salvación interminable.
En éste dÃa, nuestro Señor Jesucristo solamente ve a su único Hijo como su sumo sacerdote ministrando para el bienestar de sus hermanos y hermanas, para que todos ellos sean santificados y asà los hijos de La Nueva Jerusalén celestial, en donde el
amor, la verdad, y la justicia prevalecen en todos ellos, renacidos del bautismo en agua y del EspÃritu Santo. Por cierto, con Moisés nadie de toda la casa de Israel podÃa jamás ascender el monte santo para ver al SEÑOR asà como él mismo lo podÃa
ver en su gloria eternal, porque él estaba bautizado por los fuegos del altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y con el EspÃritu Santo, (pero con su Hijo Jesucristo sà pudieron, finalmente).
Nuestro Padre celestial le ordenó a Moisés a que purifique a los israelitas, lavándolos con agua, pero únicamente podÃan acercarse hasta el pie del monte SinaÃ, sin intentar de ascenderlo para ver al SEÑOR: porque con Moisés y los sumos
sacerdotes levÃticos de cada año en el Lugar SantÃsimo siempre fallaban en complacer toda verdad y justicia, para reconciliación eterna con Dios. No obstante, con su Hijo Jesucristo clavado al madero y su sangre reparadora regada a tierra con su
gordura derretida de todo su cuerpo interior, porque el santo nombre fuego lo quemó completamente, entonces él pudo entrar en el Lugar Más Santo con toda la casa de Israel, para ser aceptados como hijos legÃtimos del AltÃsimo en el cielo, para
siempre.
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