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    From IVANIVAN555@aol.com@21:1/5 to All on Sun Sep 11 05:36:02 2016
    Sábado, 10 de Septiembre, 2016 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    (NUESTRAS ORACIONES POR O PORRIÑO, PONTEVEDRA, ESPAÑA: Deseamos expresar nuestras condolencias, amor y oraciones a todas las familias de las cuatro personas desaparecidas en la mañana del viernes cuando el tren en que viajaban de pronto se descarriló,
    sin saber porque sucedió o las causas que descarrilo a todos los vagones. Ellos se encuentran en la presencia santísima de nuestro Padre celestial, porque su Hijo Jesucristo descendió del cielo para morir por sus almas vivientes sobre el madero,
    derramando su sangre justificadora, para luego poder levantarlos a su gloria celestial, en donde seguirán viviendo sus vidas eternas: sirviendo y amando a nuestro Padre celestial, por siempre. ¡Amén!)

    EL ISRAEL REBELDE: FINALMENTE CLAVADO AL SANTO DE ISRAEL: SALVÁNDOLO:

    En el tercer día del viaje hacia al monte que nuestro Padre celestial le dijo que siempre le hablaría de él, entonces Abraham les dijo a sus dos siervos que él había traído con su hijo Isaac, que se queden en donde se encontraban hasta que él
    caminara un poco más a alabar a Dios, y que luego regresaría con muchas bendiciones. Ciertamente, Abraham llegó al monte santo de Jerusalén, descansando sobre el Moriah, en donde nuestro Padre celestial lo necesitaba no solamente a él pero también
    a su hijo Isaac y los hijos por nacer en generaciones futuras, para alabarlo a él y a su nombre, y así bendecirlos con mucha vida y bendiciones cotidianas en la tierra y en el cielo, perpetuamente.

    Aquí es donde, Abraham junto con su hijo Isaac y sus dos siervos, que esperaban al pie de monte Moriah, empezaron a alabar a nuestro Padre celestial y a su Hijo, el Rebbe Yeshua jaMashiax, Jesucristo, como el único Cordero escogido: porque solamente é
    l es la carne sagrada con la salvación de todo aquel que invoca su nombre todopoderoso, borrando pecados, perpetuamente. Éste es el dulce hogar de nuestro Padre celestial, a donde él no solamente había llamó a Abraham a alabarlo como su Señor y
    salvador, pero también llamó a su Hijo Jesucristo para derramar su sangre reparadora que cubre pecados, de los israelitas y de las familias de las naciones: porque él estaba listo para empezar su nuevo reino de los cielos.

    Seguidamente, Abraham tomó a su único hijo Isaac junto con la madera y el fuego necesario, para empezar a alabar a nuestro Padre celestial y su nombre santo sobre el monte Sion, porque él estaba listo para hacer exactamente lo se le había encomendado
    divinamente, y esto fue de empezar el fuego del amor prehistórico, descendido del cielo, sirviendo a Dios, perpetuamente. Éste es el altar del amor prehistórico de nuestro Padre celestial que siempre ha existido con él, su Hijo Jesucristo y el Espí
    ritu Santo en el cielo, en donde él es exaltado por las huestes angelicales desde su creación por la palabra de Dios, para que ellos puedan obtener la llenura de amor necesaria para conquistar nuevas glorias asombrosas, nunca antes vistas.

    Ahora, nuestro Padre celestial necesitaba su altar del amor prehistórico, especialmente tocado por Abraham y el espíritu humano de su familia a él llevar con él no solamente a sus dos testigos al evento que estaba listo para desarrollarse, pero tambi
    n a su hijo Isaac como el centro de la ofrenda encendida: encendiendo así el fuego del bautismo de Dios para muchos. Por ende, por medio de ésta ofrenda encendida del fuego a punto de encenderse, que realmente seria su altar del amor prehistórico,
    descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, al Isaac nacer del vientre estéril de su madre Sarah, entonces Dios sabría si Abraham le ama a él verdaderamente, dándole así vida a la nación hebrea con su amor eterno.

    Ya que, fue en éste amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac, en que nuestro Padre celestial no solamente quería saber si Abraham verdaderamente le amaba a él junto con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, pero también necesita saber si
    sus hijos por nacer en generaciones venideras le aman incondicionalmente: por ello, éste fuego, descendido del cielo, tenia que encenderse inmediatamente. Nuestro Padre celestial había empezado su relación especial con Abraham y Sarah su esposa, y con
    el Espíritu Santo descendido del cielo como el fuego ardiendo del amor prehistórico, amor eterno muy conocido por su Hijo Jesucristo y los santos ángeles, para que entonces él pueda empezar en la tierra su nuevo reino de sus hijos legítimos,
    renacidos de su imagen santa.

    Ahora, a Abraham ascender el monte santo de Jerusalén, descansando sobre el monte Moriah, entonces su hijo Isaac le preguntó a su padre (Abraham), al decirle: Padre, tenemos la madera y el fuego, ¿pero en donde está el cordero para el sacrificio
    encendido de que tú siempre hablaste de él, y que tenemos que encenderlo ya sobre el monte? Y Abraham le dijo a su hijo Isaac, asegurándole, de que nuestro Padre celestial iba a proveer el cordero para el sacrificio encendido, cuando lleguemos a la
    cima del monte, a donde él nos ha llamado a estar con él, su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo, para que su fuego divino se encienda apasionadamente sin ser apagado jamás por nadie.

    Seguramente, Isaac estaba complacido con la repuesta de su padre Abraham, que simplemente siguió su camino, ascendiendo el monte santo de Jerusalén, en donde nuestro Padre celestial estaba esperando por ellos a que lleguen ya, exactamente en donde
    tenia a su amor prehistórico encendido, para manifestar con grandes poderes a las familias de las naciones: la salvación perpetua de todos ellos. Una vez que Abraham había llegado a la cima del monte santo, instantáneamente él empezó a orar,
    colocando el leño sobre el altar, en donde sacrificaría el amor de su vida, Isaac, su recién nacido hijo que había aprendido a amar junto con su esposa Sarah y sus hijos adoptados, que se encontraban en casa y sin saber de su destino inesperado.

    Orando y llorando ante nuestro Padre celestial, Abraham preparó la madera sobre el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, para poner a su único hijo sobre él, con sus manos atadas con soga y sus pies también, para que no se levante y
    huya del fuego, que estaba a punto de ser encendido perpetuamente. Puesto que, ésta es la ofrenda encendida que nuestro Padre celestial lo había llamado a encender sobre el monte Sion, descansando sobre el monte Moriah, que él divinamente lo había
    llamado a ejecutar con su único hijo Isaac, el que él había aprendido a amar grandemente, como jamás había amado a nadie más en toda su vida y hasta aquella hora crucial.

    Ésta es la carne sagrada que nuestro Padre celestial siempre ha conocido en el cielo con su Hijo Jesucristo junto con el Espíritu Santo y las huestes angelicales, y ahora: él quiere conocerla no solamente en las doce tribus de Israel, la extenSion de
    su familia divina en la tierra, descendida del cielo, pero también con todas las familias de las naciones. Ésta es la carne sagrada, que está llena del amor prehistórico, que descendió del cielo no solamente para salvar a Abraham y Sarah junto con
    todos los hijos adoptados en su familia, pero también para salvar a sus hijos por nacer en generaciones venideras, como su única nación creada para gloria de su nombre sobre el monte santo de Jerusalén, para siempre

    Éste es el sacrificio encendido que nuestro Padre celestial siempre buscó en el paraíso con Adán y Eva, y falló en encontrarlo en ellos, porque ambos fueron engañados por la serpiente antigua para comer del fruto prohibido, del árbol de la ciencia
    del bien y del mal, contaminando así la carne sagrada para el sacrificio continuo sobre el altar del amor prehistórico. Sin embargo, en Abraham nuestro Padre celestial había establecido un convenio de vida sobre la Mesa del SEÑOR, cuando ambos
    comieron del pan y vino, servido diariamente por su Hijo Jesucristo a las huestes angelicales y en la tierra a las familias de las naciones, para que su vida prístina se derrame sobre el mundo entero, dando vida a la nación hebrea.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial tenia que llamar a Abraham a ascender al monte santo con su hijo Isaac, porque él estaba listo no solamente para recibirlo a él lleno del amor prehistórico, pero también él estaba listo para recibir a cada
    hombre, mujer, niño y niña de Israel, como la nación de sus sueños, amando su nombre bendito, perpetuamente. Definitivamente, nuestro Padre celestial necesitaba a toda la casa de Israel tendida sobre su altar del amor prehistórico, ardiendo con su
    fuego sobre el monte santo de Jerusalén, porque él tenia que hablarles personalmente: porque al derramar sus lagrimas de amor sobre ellos, entonces él deseaba asegurar sus bendiciones y salvación al verlos unidos como uno en sus llamas del sacrificio
    continuo.

    Éste fue un momento santo para nuestro Padre celestial, su Hijo, el Espíritu Santo y los ángeles junto con cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las naciones, porque fue con ésta unión como la carne sagrada de Isaac, los
    huesos inquebrantables y la sangre reparadora, el fuego eterno empezó a arder sobre la humanidad entera. Es decir, que nuestro Padre celestial tuvo a todas las familias de Israel y de las naciones, ardiendo en su fuego divino, que es su amor prehistó
    rico, descendido del cielo, que había traído al mundo sobre el monte santo de Jerusalén, ardiendo siempre con cada alma viviente que ha renacido de su imagen para vivir a la semejanza a su Hijo Jesucristo, perpetuamente.

    Aquí es donde, nuestro Padre celestial tenia que reunir a sus hijos para que quemen en su amor prehistórico, que descendió del cielo no solamente para salvar a Abraham y Sarah del pecado y del poder del infierno tormentoso, pero también para
    continuar ardiendo ferozmente en la vida de sus hijos, para continuar visitándolos con su amor y bendiciones cotidianas, progresivamente. Aquí es donde, nuestro Padre celestial no solamente recibirá a cada uno de ellos en su amor eterno, descendido
    del cielo, pero también los hará ser bautizados en su Espíritu Santo, al renacer de su imagen y de su alma viviente para regresar al cielo y su vida eterna, para siempre justificados, para que sean sus hijos legítimos, heredando sus riquezas
    inagotables.

    Puesto que, éste es el altar de su amor prehistórico, en donde él mismo los recibirá para bendecirlos, como jamás lo han sido en su presencia santísima, porque es únicamente sobre éste lugar santísimo, en donde él mismo renacerá con cada uno
    de ellos en su imagen, para que sean perfectamente santos así como él siempre lo ha sido en la eternidad. Además, es únicamente sobre éste altar antiguo de su amor viviente, en que él mismo los abrazara en la carne sagrada, los huesos
    inquebrantables y la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo, para él mismo poderlos llamar sus hijos legítimos, renacidos en su imagen y alma viviente, poseyendo el privilegio para regresar a la vida eterna del cielo, perfectamente justificados, para
    siempre.

    Visto que, nuestro Padre celestial no solamente quería ver a cada alma viviente de Israel y de las naciones todos juntos en éste día en particular, cuando tuvo a Abraham ascendiendo el monte de Sion con su hijo Isaac, para recostarlo sobre el madero,
    listo para arder apasionadamente: pero también para verlos a todos juntos como su ofrenda encendida de cada día. Es decir, también que nuestro Padre celestial quería ver, en Isaac, recostado sobre el madero, listo para arder en su fuego eterno, que
    arderá perpetuamente, con cada alma de Israel y de las familias de las naciones, y aún cuando no habían nacido todavía: para él mismo prepararlos con su amor para su salvación perpetua del pecado y del infierno, para siempre.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba tener a cada uno de ellos, tumbado sobre el altar con Isaac, el único hijo de Abraham lleno de su amor prehistórico, descendido del cielo, no solamente para salvar su alma viviente en su bautismo de su amor
    divino, pero también sus hijos por nacer en generaciones venideras, para ser su nación eterna de Israel, para siempre. Esto nos dice, que nuestro Padre celestial ya vio a cada hombre, mujer, niño y niña, tumbado sobre el altar de su amor prehistó
    rico, no solamente para bautizar a Abraham y a los demás de aquellos días, pero también a los hijos prometidos a él por nacer en generaciones futuras, para que sean la nación hebrea de sus sueños sobre la tierra, perpetuamente.

    Dado que, nuestro Padre celestial no solamente quería orar y derramar sus lagrimas de su amor eterno sobre cada uno de ellos, pero también otorgarles sus bendiciones personales de cada día, enriqueciéndolos así para que lo amen, le sirvan y
    glorifiquen su nombre bendito sobre el monte santo de Jerusalén y su altar del amor prehistórico, esparciéndose así sobre las naciones continuamente. Además, porque nuestro Padre celestial había congregado a sus hijos de Israel y de las naciones en
    Isaac, que realmente es su Hijo Jesucristo, descendido del cielo con el fuego del amor prehistórico, la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, encendiendo así el fuego de vida para Israel como su nación eterna, pero también
    para lanzar su nuevo reino sempiterno.

    Éste es también el reino de sus sueños, que no solamente será lleno con sus hijos renacidos de su altar del amor prehistórico, para aprender a amar, servir y glorificarlo a él y a su nombre bendito, pero también para vivir perpetuamente en la
    semejanza de su Hijo Jesucristo, y éste es el cuerpo glorificado lleno del Espíritu Santo y de vida eterna. Por eso, es que era importante para nuestro Padre celestial de sentarse con Abraham y sus 318 discípulos a la Mesa del SEÑOR, para comer del
    pan y vino que su Hijo Jesucristo siempre sirve a los ángeles del cielo, llenándolos así siempre de su gloria divina, pero también para que su Hijo amado nazca al fin en la familia humana: rescatándolos.

    Dado que, es únicamente en el nacimiento de su Hijo Jesucristo en la familia de Abraham cuando nacía del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo, para ser Isaac lleno del amor prehistórico, descendido del cielo, encendiendo el altar de Dios,
    para arder en Israel, pero también, para tener a sus hijos reunidos por medio de él en todas las generaciones. Y estos son los hombres, mujeres, niños y niñas que eventualmente renacerán de su imagen y de su alma viviente, bautizados en el altar del
    amor prehistórico, descendido del cielo, al ser bautizados primeramente en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, para que por su santidad sean hechos sus hijos legítimos, perpetuamente.

    Visto que, nuestro Padre celestial liberó a Israel del cautiverio Egipto, entonces él tuvo que cruzarlos en seco por el mar Rojo, bautizándolos, para que se desconecten de la carne pecadora y de sus días malos para que tomen de la carne sagrada, que
    es el convenio de vida establecido sobre el altar del amor prehistórico con Abraham, en Isaac, perpetuamente. Por ello, teniendo nuestro Padre celestial a Israel bautizado en el mar Rojo, entonces ellos habían entrado con él y Moisés en el convenio
    de la carne sagrada, que complace toda verdad y justicia no solamente en la tierra pero también en el cielo, para que las bendiciones prometidas a Israel desciendan abundantemente como el maná (pan de ángeles) de cada día.

    Ciertamente, habiendo orado y derramado sus lagrimas de amor de nuestro Padre celestial sobre cada uno de sus hijos, tumbados en Isaac sobre el madero, que se encenderá en el fuego eterno del altar, descansando sobre el monte Síon, para jamás apagarse:
    Entonces Dios estaba listo para establecer el Sábado, para descansar de su asombrosa obra con Moisés y todo Israel. El séptimo día, en donde nuestro Padre celestial no solamente juntó a los hijos de Israel en el desierto del Sinaí, para descansar
    de todo su trabajo maravilloso, que no solamente había creado el cielo y la tierra, pero también la gran nación hebrea—si, en éste día él descansa profundamente por haber redimido a Israel, del Valle de los huesos secos.

    En Sábado, nuestro Padre celestial verdaderamente descansa de su trabajo y sufrimiento que su alma viviente junto con su Espíritu Santo y la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo tuvo que pasar, para
    establecer a Israel en la tierra como la nación de sus sueños, pero también porque la rescató del Valle de los huesos secos. Por eso, es que nuestro Padre celestial tiene que recoger a cada hombre, mujer, niño y niña de todo Israel para descansar
    con ellos en el Sábado de todo su trabajo, que él tuvo que pasar con su Hijo Jesucristo, el Espíritu Santo y las huestes angelicales para perdonarlos de sus pecados y así llenarlos de sus poderes de resurrección, perpetuamente.

    Realmente, el Sábado no es solamente celebrado por nuestro Padre celestial con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo junto con los ángeles por fundar su Creación, pero también por crear a Israel finalmente para salvarte sobre su monte santo:
    salvarte del pecado, maldiciones, enfermedades y el infierno, y así vivas agradecido de su gracia eterna y de sus misericordias insondables hacia ti. Ciertamente, nuestro Padre celestial no solamente llamó a Abraham a abandonar a su país y la casa de
    su padre para vivir en otras tierras, en donde Dios mismo vivirá con él y sus hijos prometidos, pero también para empezar el fuego de su amor prehistórico sobre las naciones, amor descendido del cielo con Isaac, para Dios salvarlas del pecado y el
    infierno.

    Ya que, éste es el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac, descansando sobre el monte Sion, su dulce hogar, en donde él estuvo no solamente listo para recibir a Abraham para bautizarlo con su amor pero también a sus hijos,
    formando así la nación hebrea: nación, que él mismo llevara a conquistar a las familias de las naciones con salvación. Visto que, cada Sábado nuestro Padre celestial recoge fielmente a cada hombre, mujer, niño y niña de Israel en su altar del
    amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, descansando sobre el monte Sion como siempre, porque ciertamente que él descansara con los suyos de su trabajo de fundar a Israel, pero también por su Nueva Jerusalén celestial.

    Cada Sábado, nuestro Padre celestial recibe a Israel en su altar de su amor prehistórico, porque él necesita descansar con cada uno de ellos de todo su trabajo de haber creado los cielos y la tierra, pero también de haber creado y salvado a Israel
    del pecado y de la condena del infierno, clavándolos finalmente a la carne sagrada de su Hijo Jesucristo. En fe, por las generaciones nuestro Padre celestial ha celebrado el Sábado con cada hombre, mujer, niño y niña sobre su altar del amor prehistó
    rico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, porque él los estaba alistando, sepan o no, para descender al Valle de los huesos secos, para luego rescatarlos con amor eterno del poder de la muerte.

    Esto nos dice también, que nuestro Padre celestial por medio del Sábado, él no solamente celebra y descansa de toda su grande obra de crear el cielo y la tierra, pero también prepara a cada uno de sus hijos para descender al Valle de los huesos secos,
    porque continuamente fallaron en bautizarse en agua, al no invocar su nombre bendito para salvación. Sin embargo, nuestro Padre celestial los estaba preparando para su día final, cuando él mismo derramaría la sangre reparadora sobre ellos, lavá
    ndolos así de todo pecado y de muerte, al clavarlos a todos ellos juntos a la carne sagrada de su Hijo Jesucristo que conquistó a Israel, destruyendo a Satanás, para que tengan la victoria suprema sobre el mal eterno, para siempre.

    Por eso, es que cada uno que es llamado por nuestro Padre celestial al bautismo, invocando la santidad perfecta de su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y junto con el Espíritu Santo, entonces será para regresar a casa, y esto es donde él te
    empezó a conocer por medio de la carne de Isaac, para que tengas vida hoy. Éste es el dulce hogar de nuestro Padre celestial, el monte Sion, en donde Abraham fue llamado a ascender sobre él para encender el altar del amor prehistórico, descendido del
    cielo con Isaac y el Espíritu Santo, que si Abraham hubiese fallado en ascender el monte, probablemente jamás hubiésemos sido conocidos de Dios, su Hijo y el Espíritu Santo, para salvarnos.

    Sin embargo, nosotros debemos agradecer a nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, porque Abraham ascendió el monte Sion con su hijo Isaac, para encender el fuego del amor prehistórico, en donde nuestro Padre no solamente empez
    a conocerte personalmente, pero también te acepta la próxima vez que regreses a él: Amándolo, sirviéndole y glorificándole grandemente, para siempre. Hoy, tú tienes que regresar a su monte Sion y su altar del amor prehistórico, descendido del
    cielo con Isaac y el Espíritu Santo, porque es en el fuego apasionado en donde nuestro Padre celestial oró para conocerte en estos días, y cuando tú finalmente regreses al cielo, será como hijo legítimo y lleno de su gracia infinita y misericordias
    eternas.

    Ya que, éste es tu dulce hogar que nuestro Padre te otorgó, para que ores y le adores a él y a su nombre bendito, pero también para que regreses a su altar, bautizado en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre, desconectandote así de la
    carne pecadora por la carne sagrada de bendiciones y de salvación para ti y los tuyos. Pues, éste es el lugar de tu primer nacimiento que tú mismo ya conoces grandemente, porque tú naciste allí con Abraham cuando recostó a su hijo Isaac sobre el
    altar del amor prehistórico, listo para encenderlo sobre el madero, encendiendo así el fuego del amor eterno que jamás se apagara en la tierra ni en el cielo, para siempre.

    Ciertamente, tú ya has estado ahí, porque nuestro Padre celestial oró abundantemente por ti, derramando sus lagrimas de amor, para que algún día, como hoy, tú regreses a él por la carne sagrada, los huesos inquebrantables y sangre reparadora de su
    Hijo Jesucristo, que está llena de la vida del Espíritu Santo y de su bendición cotidiana, enriqueciendo así tu vida con poderes. Es decir, también que después de haber sido bautizado en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre bendito y
    el de su Hijo Jesucristo junto con el Espíritu Santo, entonces tú conocerás en tu corazón y en toda tu alma viviente de que tú ya has estado ahí, y que éste es tu dulce hogar para vivir con el Padre, perpetuamente.

    Puesto que, esto fue exactamente lo que yo sentí cuando estuve ahí, porque después de haber yo sido bautizado en agua, invocando su nombre bendito con el de su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, entonces nuestro Padre celestial vino a mí, porque
    yo lo vi: caminar hacia mí en su perfecta gloria, recibiéndome así en su bautismo de amor eterno: Salvándome finalmente. Y mientras yo estaba con mi Padre celestial, y esto fue años atrás cuando fui recibido inicialmente en el altar del amor
    prehistórico, entonces yo sentí amor abundantemente que era insondable, porque me llenó todo alrededor de mí con perfecta paz, gozo, descanso y una alegría profunda de mi corazón, alma, mente, cuerpo y espíritu humano—y todo esto extraño a
    nuestro mundo.

    Nuestro Padre celestial caminó hacia mí, abrazándome con su amor prehistórico, que él siempre ha sentido por mí, porque yo nací de su imagen y de su alma viviente (así como tú) para llegar a ser algún día su hijo legitimo, bautizado y renacido
    para vivir en el cuerpo glorificado de su Hijo Jesucristo, que derrotó a Satanás y a la muerte, eternamente. Ésta es la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, en donde nuestro Padre celestial ama a cada hombre, mujer, niño y niña, empezando con Adán
    y Eva sobre el monte Sion y el altar del amor prehistórico, clavados todos a la cruz salvadora, conquistada en Israel para establecer el reino de sus hijos renacidos de su imagen, para que vivan enriquecidos perpetuamente.

    Por eso, es que fue importante para nuestro Padre celestial llamar a Abraham junto con su hijo Isaac, que él había aprendido a amar con todo su corazón, alma, mente, cuerpo y espíritu humano, para tumbarlo sobre el madero del altar del amor prehistó
    rico, para que Dios mismo reciba la carne sagrada en todo hombre, complaciendo así con toda verdad y justicia, perpetuamente. Puesto que, nuestro Padre celestial no solamente estaba listo para orar y derramar sus lágrimas de amor eterno sobre cada uno
    de Israel y de las naciones, pero también para establecer el Sábado con Israel que perdure infinitamente, porque él los quiere a todos como una gran nación de sacerdotes, sirviéndole a él y a su nombre bendito en santidad perfecta, eternamente.

    Nuestro Padre celestial tenia siempre en mente de congregar a cada hombre, mujer, niño y niña de las familias de Israel en su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, para celebrar y descansar del trabajo de su
    Creación, pero también celebrar la existencia de su gran nación hebrea—el dulce hogar de su amor eterno. Por eso, es que era muy importante para nuestro Padre celestial de establecer el Sábado con Israel para generaciones futuras, porque en éste d
    a en que él recoge a cada hombre, mujer, niño y niña alredor de su altar del amor prehistórico, es para descansar de todo su trabajo divino no tanto por la Creación, pero de la existencia milagrosa de Israel.

    Visto que, es en éste día que nuestro Padre celestial no solamente descansa de su gran obra progresiva sobre todo Israel, pero también él se encuentra y recibe perpetuamente a cada uno que llegue a él, que eventualmente será clavado a la carne
    sagrada de su Hijo Jesucristo, para que reciban plenamente su salvación perpetua. Y, es aquí, sobre el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, en donde nuestro Padre celestial ha clavado a la carne sagrada de
    su Hijo Jesucristo a la casa de Israel, que yacía en el Valle de los huesos secos, porque éstas son las almas de Israel que necesitaban regresar a la vida nuevamente.

    Ciertamente, al nuestro Padre celestial congregar a Israel en su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo para descansar sobre el monte Sion, fue para alistarlos no solamente para que desciendan al Valle de muerte,
    porque fallaron siempre en bautizarse en agua, pero también para ser clavados a la carne sagrada de su Hijo Jesucristo: ¡salvándolos finalmente! Así nos dice también, que nuestro Padre celestial siempre ha congregado a todos de Israel en el Sábado,
    y en su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, y esto fue para alistarlos no solamente para descender al Valle de los huesos secos, pero también para clavarlos a todas las victorias de su Hijo Jesucristo,
    para siempre.

    Visto que, es únicamente sobre el altar del amor prehistórico y finalmente clavados a la carne sagrada y la sangre justificadora de su Hijo Jesucristo derramada sobre Adán y Eva, que realmente él terminó con el pecado, porque mientras la sangre
    justificadora salpicaba tibia sobre las almas de Israel: Instantáneamente Jesucristo oró, diciendo: Padre, perdónalos, porque fallaron en conocer lo que hacían. Éste es el nuevo pacto de nuestro Padre celestial para con toda la casa de Israel cuando
    él mismo clavaba a su Hijo Jesucristo a las almas perdidas del Valle de los huesos secos, clavándolos también directamente a Adán y Eva, y así, sólo él mismo derramaba la sangre justificadora y tibia aún sobre ellos, cubriendo pecados para
    escapar de la muerte finalmente.

    Aquí es cuando, nuestro Padre celestial salpicó la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre todas las almas perdidas de Israel del Valle de los huesos secos, sin vida estaban todos ellos: porque se descuidaron en bautizarse en agua, y así
    fallaron en bautizarse en el amor prehistórico del Espíritu Santo, que arde apasionadamente sobre el monte Sion con salvación eterna. Por eso, es que nuestro Padre celestial tenia que tener a su Hijo Jesucristo bautizado por Juan el Bautista, para que
    Israel cumpla al fin con toda verdad y justicia divina, porque al ser bautizados en el río Jordán, entonces ellos podían entrar legalmente a Canaán, y esta vez a poseerla perpetuamente como sucedió en el comienzo con sus patriarcas.

    Ahora, cuando Juan bautiza a Jesucristo en el Jordán, entonces el Espíritu Santo descendió del cielo como un regalo especial para su Hijo muerto (Israel) en el Valle de muerte, entonces Israel muerto renació ya a la vida clavado al Santo de Israel,
    el Señor Jesucristo resucitado, recibiendo así la carne sagrada con bautismo del Espíritu y agua para salvación eterna. Éste era el único camino en que nuestro Padre celestial podía finalmente redimir a su Hijo muerto (Israel) yaciendo en el Valle
    de muerte con esperanzas perdidas, porque clavado a la carne sagrada de Jesucristo que derrotó a Satanás y a la muerte, conquistó así la vida con sus bautismos para el cielo: entonces Israel muerto renació para vivir nuevamente, para siempre.

    Ciertamente, la casa de Israel que estaba muerta en el Valle de los huesos secos, nuestro Padre celestial la levantó a su altar del amor prehistórico junto con su Hijo Jesucristo, clavados todos a la cruz de Adán y Eva, para que sean uno en bautismo
    del Jordán y del bautismo del Espíritu Santo, enriqueciéndose así todo Israel, perpetuamente, hacia la perpetuidad. En otras palabras, al nuestro Padre celestial clavar las almas perdidas de Israel a la carne sagrada de su Hijo Jesucristo sobre la
    cruz de Adán y Eva, entonces todo Israel como el Hijo malo del Valle de muerte recibió al Santo de Israel, Jesucristo resucitando, junto con los bautismos de agua y del Espíritu Santo para entrar a la vida, perpetuamente justificados.

    Ésta es la salvación de nuestro Padre celestial, que exclusivamente celebra con todo Israel en todas las generaciones, y aunque estaban finalmente muertos en el Valle de muerte, y clavándolos a su Hijo Jesucristo y a la cruz de Adán y Eva sobre su
    altar eterno, entonces ellos recibieron los bautismos requeridos para regresar a la vida eterna del cielo ya. Por eso, es que el Sábado continua siendo importante para Israel hasta en el mismo cielo, porque nuestro Padre celestial los clavó a todos
    ellos a la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, que derrotó y mató a Satanás y a la muerte, para que sobre su altar bendito todos reciban los bautismos del Espíritu Santo y del Jordán para vivir nuevamente.


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