• Como Triunfar En El Amor Libro Pdf Download

    From Alfredia Lueck@21:1/5 to All on Wed Nov 29 23:21:48 2023
    34. Ser joven, más que una edad es un estado del corazón. De ahí que una institución tan antigua como la Iglesia pueda renovarse y volver a ser joven en diversas etapas de su larguísima historia. En realidad, en sus momentos más trágicos siente el
    llamado a volver a lo esencial del primer amor. Recordando esta verdad, el Concilio Vaticano II expresaba que «rica en un largo pasado, siempre vivo en ella y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la
    historia y de la vida, es la verdadera juventud del mundo». En ella es posible siempre encontrar a Cristo «el compañero y amigo de los jóvenes»[10].
    114. En su Palabra encontramos muchas expresiones de su amor. Es como si Él hubiera buscado distintas maneras de manifestarlo para ver si con alguna de esas palabras podía llegar a tu corazón. Por ejemplo, a veces se presenta como esos padres
    afectuosos que juegan con sus niños: «Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla» (Os 11,4).
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    Hasta se muestra como un enamorado que llega a tatuarse a la persona amada en la palma de su mano para poder tener su rostro siempre cerca: «Míralo, te llevo tatuado en la palma de mis manos» (Is 49,16).
    147. Está claro que la Palabra de Dios te invita a vivir el presente, no sólo a preparar el mañana: «No se preocupen por el mañana; el mañana se preocupará de sí mismo; a cada día le basta con lo suyo» (Mt 6,34). Pero esto no se refiere a
    lanzarnos a un desenfreno irresponsable que nos deja vacíos y siempre insatisfechos, sino a vivir el presente a lo grande, utilizando las energías para cosas buenas, cultivando la fraternidad, siguiendo a Jesús y valorando cada pequeña alegría de la
    vida como un regalo del amor de Dios.
    148. En este sentido, quiero recordar que el cardenal Francisco Javier Nguyên Van Thuân, cuando lo encerraron en un campo de concentración, no quiso que sus días consistieran sólo en esperar y esperar un futuro. Su opción fue «vivir el momento
    presente colmándolo de amor»; y el modo como lo practicaba era: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria»[78]. Mientras luchas para dar forma a tus sueños, vive plenamente el hoy,
    entrégalo todo y llena de amor cada momento. Porque es verdad que este día de tu juventud puede ser el último, y entonces vale la pena vivirlo con todas las ganas y con toda la profundidad posible.
    153. Es tan importante la amistad que Jesús mismo se presenta como amigo: «Ya no los llamo siervos, los llamo amigos» (Jn 15,15). Por la gracia que Él nos regala, somos elevados de tal manera que somos realmente amigos suyos. Con el mismo amor que É
    l derrama en nosotros podemos amarlo, llevando su amor a los demás, con la esperanza de que también ellos encontrarán su puesto en la comunidad de amistad fundada por Jesucristo[80]. Y si bien Él ya está plenamente feliz resucitado, es posible ser
    generosos con Él, ayudándole a construir su Reino en este mundo, siendo sus instrumentos para llevar su mensaje y su luz y, sobre todo, su amor a los demás (cf. Jn 15,16). Los discípulos escucharon el llamado de Jesús a la amistad con Él. Fue una
    invitación que no los forzó, sino que se propuso delicadamente a su libertad: «Vengan y vean» les dijo, y «ellos fueron, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Después de ese encuentro, íntimo e inesperado, dejaron todo
    y se fueron con Él.
    168. Es verdad que a veces, frente a un mundo tan lleno de violencia y egoísmo, los jóvenes pueden correr el riesgo de encerrarse en pequeños grupos, y así privarse de los desafíos de la vida en sociedad, de un mundo amplio, desafiante y necesitado.
    Sienten que viven el amor fraterno, pero quizás su grupo se convirtió en una mera prolongación de su yo. Esto se agrava si la vocación del laico se concibe sólo como un servicio al interno de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.),
    olvidando que la vocación laical es ante todo la caridad en la familia, la caridad social y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe para la construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del mundo y de la sociedad para
    evangelizar sus diversas instancias, para hacer crecer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el mundo.
    177. «¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan
    miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor»[94]. Y nos invita
    a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es bueno y oportuno compartir la alegría del
    Evangelio. Así es como el Señor se va acercando a todos. Y a ustedes, jóvenes, los quiere como sus instrumentos para derramar luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y entusiasmo.
    194. Es lindo encontrar entre lo que nuestros padres conservaron, algún recuerdo que nos permite imaginar lo que soñaron para nosotros nuestros abuelos y nuestras abuelas. Todo ser humano, aun antes de nacer, ha recibido de parte de sus abuelos como
    regalo, la bendición de un sueño lleno de amor y de esperanza: el de una vida mejor para él. Y si no lo tuvo de ninguno de sus abuelos, seguramente algún bisabuelo sí lo soñó y se alegró por él, contemplando en la cuna a sus hijos y luego a sus
    nietos. El sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios, precede y acompaña la vida de todos sus hijos. Hacer memoria de esta bendición, que se extiende de generación en generación, es una herencia preciosa que hay que saber conservar viva
    para poder transmitirla también nosotros.
    196. En el libro La sabiduría de los años[104], expresé algunos deseos en forma de pedidos. «¿Qué pido a los ancianos, entre los cuales me cuento yo mismo? Nos pido que seamos guardianes de la memoria. Los abuelos y las abuelas necesitamos formar
    un coro. Me imagino a los ancianos como el coro permanente de un importante santuario espiritual, en el que las oraciones de súplica y los cantos de alabanza sostienen a la comunidad entera que trabaja y lucha en el terreno de la vida»[105]. Es hermoso
    que «los jóvenes y las muchachas también, los viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor» (Sal 148,12-13).
    215. Por otra parte, cualquier plan de pastoral juvenil debe incorporar claramente medios y recursos variados para ayudar a los jóvenes a crecer en la fraternidad, a vivir como hermanos, a ayudarse mutuamente, a crear comunidad, a servir a los demás, a
    estar cerca de los pobres. Si el amor fraterno es el «mandamiento nuevo» (Jn 13,34), si es «la plenitud de la Ley» (Rm 13,10), si es lo que mejor manifiesta nuestro amor a Dios, entonces debe ocupar un lugar relevante en todo plan de formación y
    crecimiento de los jóvenes.
    216. En todas nuestras instituciones necesitamos desarrollar y potenciar mucho más nuestra capacidad de acogida cordial, porque muchos de los jóvenes que llegan lo hacen en una profunda situación de orfandad. Y no me refiero a determinados conflictos
    familiares, sino a una experiencia que atañe por igual a niños, jóvenes y adultos, madres, padres e hijos. Para tantos huérfanos y huérfanas, nuestros contemporáneos, ¿nosotros mismos quizás?, las comunidades como la parroquia y la escuela deberí
    an ofrecer caminos de amor gratuito y promoción, de afirmación y crecimiento. Muchos jóvenes se sienten hoy hijos del fracaso, porque los sueños de sus padres y abuelos se quemaron en la hoguera de la injusticia, de la violencia social, del sálvese
    quien pueda. ¡Cuánto desarraigo! Si los jóvenes crecieron en un mundo de cenizas no es fácil que puedan sostener el fuego de grandes ilusiones y proyectos. Si crecieron en un desierto vacío de sentido, ¿cómo podrán tener ganas de sacrificarse
    para sembrar? La experiencia de discontinuidad, de desarraigo y la caída de las certezas básicas, fomentada en la cultura mediática actual, provocan esa sensación de profunda orfandad a la cual debemos responder creando espacios fraternos y
    atractivos donde se viva con un sentido.
    250. Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan,
    ¿me amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo? La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad.
    Una vez erigida en centro de gravedad indiscutible de la nueva sociedad política, la Corte modificó el sistema de valores y la forma de vida de quienes orbitaban en torno a ella, pues para triunfar en aquel complejo universo el hombre debía
    desarrollar una serie de habilidades y destrezas que lo distinguiesen del común y lo facultasen tanto para desempeñar los nuevos oficios aparejados al desarrollo institucional de las monarquías como para vivir en sociedad. Fue así como el viejo
    guerrero hubo de transformarse en distinguido cortesano, y sumar al ejercicio de las armas el cultivo de las letras. Hubo de convertirse, pues, en moderno gentiluomo y aprender a conversar, a danzar, a jugar, a justar y aun a escribir (versos o cartas
    mensajeras) con el fin de perfeccionar su naturaleza con el arte. A la luz de estos procesos culturales, no es difícil comprender la trascendencia que para la historia literaria tuvieron las Cortes renacentistas, ya que junto a toda clase de
    pretendientes atrajeron también a los más afamados intelectuales y artistas de la época, quienes, sumados a los propios cortesanos, convirtieron los salones, cámaras y jardines de los sitios reales en un entorno privilegiado para las justas y
    recitales poéticos, para el intercambio de poemas, para la conversación erudita o para la transmisión de nuevas ideas estéticas traídas de otros reinos por quienes acudían a la Corte movidos por negocios de naturaleza diversa. [End Page 7]
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