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    From ivanvalarezo@gmail.com@21:1/5 to All on Sat Jul 9 05:39:49 2016
    Sábado, 09 de Julio, 2016 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    (OUR PRAYERS FOR DALLAS, TEXAS:
    We would like to express at this time our love, prayers and sympathy to the families of the fatal shootout with the police that took place in Dallas, Texas, on this past Thursday, claiming the lives of five officers and wounded others that happened to be
    there, at the wrong place and at the wrong time, marching for justice and no-violence. Our heavenly Father in His great love for them, He accepted them in His holy presence, because of His Son Jesus Christ’s amazing grace that he had poured over the
    altar of the prehistoric love, descended from heaven above thus to bless us with the powers, gifts and lasting peace of the Holy Spirit. Come to His temple always with your love, prayers, petitions and worship, for there is no violence there at all, but
    our Father, His Son and the Holy Spirit is waiting for you, your loved ones and friends, too, so you may have a great time in heaven’s glory, filling you with amazing daily blessing and untold amazing richness into everlasting. Amen!)

    ESCAPAS DEL INFIERNO, BAUTIZÁNDOTE EN AGUA Y ENTRARAS AL CIELO HOY:

    Nuestro Padre celestial le dijo a Moisés: Pon atención a lo que te voy a decir. Yo haré que tú seas como Dios para Faraón. Y tu hermano Aaron será tu profeta, hablándole a Faraón de tu parte. Tú le dirás a Aaron todo lo que yo te hable, para
    que le diga al Faraón que deje ir a mi gente a servirme. Sin embargo, Faraón y su gente no estarán listos para dejar ir a Israel por su camino a servirme como su Dios, porque ellos han venido a ser la fuerza que mueve la economía egipcia, hacié
    ndolos grandemente ricos entre los naciones del mundo entero.

    Tenazmente, el Faraón de Egipto no quería dejar ir a Israel con Moisés a los lugares que nuestro Padre celestial los había llamado para que caminen por ellos, para que las familias israelitas empiecen a servirle a él como su Dios y salvador, por
    medio de la carne del pacto de Isaac, que él mismo había establecido con Abraham, para generaciones venideras. Con todo, nuestro Padre celestial continuó endureciendo el corazón del Faraón y el de sus oficiales, porque él quería manifestar las
    glorias y maravillas de su nombre bendito no solamente a Egipto, pero también a Israel y a las naciones en derredor, haciéndolos así creyentes a cada uno de ellos, para que lleguen a ser sus siervos algún día para la eternidad.

    En Egipto, Israel estaba sirviendo a Faraón en la carne pecadora que no le ayudaba en nada, como gente que estaba lista para convertirse en una nación, en medio de las naciones: porque mientras permanecían en la carne pecadora, entonces no crecían
    hacia la gloria de Dios, por ello, tenían que entrar en la carne del pacto para servirle a Dios, perpetuamente. Ahora, nuestro Padre celestial no solamente necesitaba convencer al Faraón de dejar ir a Israel para que le sirva en la tierra dada ya a sus
    ancestros primeramente, para que la hereden, amándolo, sirviéndolo y glorificándolo a él y a su nombre bendito sobre el monte santo de Jerusalén, en donde todo empezó con Israel como una nación eterna y enriquecida, perpetuamente.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba llevar a Israel al monte alto, y esto significaba de llevar a cada hombre, mujer, niño y niña, para que él se manifieste como el Dios de Abraham, su Hijo Jesucristo como el Dios de Isaac, y el Espíritu
    Santo como el Dios de Jacobo para entrar a Canaán: Conociendo ésta gran verdad—su nombre todopoderoso. Efectivamente, nuestro Padre celestial necesitaba convencer a Israel que él es el Dios con un pacto eterno con Abraham, Isaac y Jacobo, para que
    sean sus hijos, viviendo como la nación que seria conocida por las naciones como los hijos de Dios, por ser concebidos milagrosamente por medio la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, de su Hijo Jesucristo.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial endureció el corazón del Faraón para que siga negándose a dejar ir a Israel a los lugares ya designados, para que lo empiecen a conocer a él, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, porque únicamente ellos
    son Dioses poseyendo pactos de riquezas con Israel por medio de Abraham, perdurando por muchas generaciones venideras. Consiguientemente, al nuestro Padre celestial endurecer a propósito el corazón del Faraón, entonces lo hizo para manifestar sus
    maravillas, milagros, revelando señales en los cielos y en la tierra, convenciendo así no solamente a egipcios y naciones, de que sólo él es el Dios vivo, pero también a Israel para que lo conozca como el Dios del pacto con su padre Abraham.

    Nuestro Padre celestial empezó a manifestar sus poderes asombrosos que descendían del altar de Abraham e Isaac, que realmente es el fuego del amor prehistórico, descendido del cielo, para llevarlos primeramente al Mar Rojo, para que sean bautizados en
    agua y así entrar al pacto de la carne sagrada, sirviéndole a él en espíritu y en verdad, hacia toda la eternidad venidera. Y esto fue algo que nuestro Padre celestial tenia que hacer con Israel, porque éste es el pacto iniciado con Abraham, así
    pues, por razones de los términos del pacto, que es la vida eterna de la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, entonces él tenia que cumplir con muchas bendiciones y promesas hacia ellos, para miles generaciones venideras.

    Ya que, éstas son promesas y bendiciones, hoy en día, que solamente pueden ser entregadas por medio del pacto de la carne sagrada, establecido con Abraham perpetuamente, cuando su Hijo Jesucristo nació del vientre estéril de Sarah como Isaac, por los
    poderes asombrosos del Espíritu Santo, para que sus glorias sean manifestadas por todas las naciones, al su nombre bendito ser invocado. Es decir, también que no era posible para Israel servirle a él y a su nombre bendito en la cautividad de Egipto,
    ni mucho menos tener a los egipcios sirviéndole a él igualmente, porque el pacto de vida que había sido establecido con Abraham apuntaba a bendecir a sus hijos con promesas asombrosas, que permanecerían perpetuamente en ellos hacia toda la celestial.

    En otras palabras, nuestro Padre celestial deseaba levantar a Israel sobre el monte, que no solamente es el monte santo de Jerusalén pero también el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, como de la familia divina de nuestro Padre que es
    su unigénito y el Espíritu Santo, para servirle perpetuamente en la carne sagrada, para que finalmente toda bendición sea posible. Además, de la única manera que cada hombre, mujer, niño y niña de Israel podía entrar en el altar del amor prehistó
    rico, descendido del cielo, descansando sobre el Sinaí, era por medio del bautismo de agua en la perfecta santidad de su nombre, dado a Moisés para que Israel lo posea perpetuamente, para que no solamente se bautice, sino también sus hijos.

    Israel tenia que cumplir con éste pacto de vida con el nombre santísimo de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque éste es el único camino, verdad y vida para no solamente entrar en el altar del amor prehistórico,
    descendido del cielo, pero también para empezar a servirle y glorificarlo a él, cada día y para siempre. Más aún, nuestro Padre celestial miraba a que Israel cumpla con toda verdad y justicia ante él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, que
    realmente es el altar del amor prehistórico, ardiendo apasionadamente sobre el monte santo de Jerusalén, como siempre, que Abraham e Isaac incendiaron para jamás apagarse por muchas generaciones en la tierra y en el cielo, para siempre.

    Consiguientemente, las maravillas y milagros con señales en la tierra y en el cielo eran ejecutadas no solamente para convencer a Faraón para que deje a Israel servirle a él, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, pero también para convencerlos
    de que ellos tienen a un Dios todopoderoso y asombroso que siempre será fiel, empezando por el bautismo de agua. Nuestro Padre celestial tenia que tener a Faraón creyendo en él y en su nombre asombroso y todopoderoso, junto con el de su unigénito y
    del Espíritu Santo, para que Israel le tema, conociendo su nombre bendito y así Egipto y las naciones: porque todos observaban lo que Dios hacia por Israel para llevarlos a la carne sagrada, para liberación total.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba a Israel de pies a cabeza, en el pacto de la carne sagrada, establecida con Abraham y Sarah, al su Hijo Jesucristo nacer entre ellos como Isaac, por los poderes del Espíritu Santo, para que por fin le
    sirvan sobre el monte santo de Jerusalén y del altar del amor prehistórico, descendido del cielo. Por eso, es que era importante para nuestro Padre celestial desplegar su nombre santo y sus poderes maravillosos no solamente para Israel pero también
    para los egipcios, para que sepan que él es el Dios viviente del reino angelical que ha creado la tierra y con todo los demás, para que le sea dada gloria a su nombre bendito, para siempre.

    Por eso, nuestro Padre celestial manifestó progresivamente los poderes maravillosos de su nombre bendito y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque él necesitaba que todos creyesen en su nombre todopoderoso, judíos y gentiles igualmente,
    porque él estaba listo para bautizarlos en agua para que entren en el pacto de la carne sagrada, perpetuamente bendecidos hacia la eternidad celestial. En otras palabras, nuestro Padre celestial necesitaba a los egipcios junto con los israelitas y las
    familias de las naciones, creyendo en los poderes y maravillas de su nombre bendito y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque eventualmente no solamente bautizara a Israel pero también a todos los hijos por nacer a través de las
    generaciones venideras.

    Además, nuestro Padre celestial tenía que hacerlo todo así en Egipto y en Israel, porque quienquiera que crea en su nombre todopoderoso y sea bautizado entonces será salvo: visto que, creyendo en el corazón por justicia para invocar su nombre
    bendito para bautismo, instantáneamente será justificado, ascendiendo del agua para entrar en el pacto de la carne sagrada, perpetuamente renovado. Ya que, nuestro Padre celestial desea ver a cada uno de Israel y de las familias de las naciones,
    creyendo en sus milagros, maravillas y señales en la tierra y en el cielo, que emergen de su nombre ungido, al ser invocado por los seguidores de su Hijo Jesucristo, para que el Espíritu Santo despliegue sus poderes celestiales, cambiando sus vidas
    instantáneamente.

    Visto que, nuestro Padre celestial necesita a los que lo aman a él y a su nombre bendito, creyendo igualmente en sus milagros y maravillas, porque cuando creen en él y en su nombre que habita en perfecta santidad en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu
    Santo, entonces no solamente están listos para su bautismo, pero también para conquistar nuevas glorias. Por eso, es que cuando crees en él y en su nombre bendito, desplegando sus grandes milagros y maravillas en el cielo y en la tierra, entonces está
    s listo para entrar completamente en su pacto de la carne sagrada, escondida en el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, al ser bautizado en agua, invocando su nombre para santidad de salvación perfecta.

    Ya que, ésta es la invocación de su nombre santísimo y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, que definitivamente descenderá a las partes más bajas del agua contigo, abandonando la carne pecadora con sus pecados, problemas, dificultades,
    enfermedades, dolencias y amenazas de muerte, para que asciendas hacia la carne sagrada, en donde serás bendecidos progresivamente hacia toda la eternidad celestial. Sin duda, tú serás extirpado de la carne pecadora en la que naciste del vientre de tu
    madre, entrando así al mundo para vivir la vida rebelde de Adán y Eva hasta hoy, pero al tú ser sumergido en agua, al ser su nombre todopoderoso y de su Hijo Jesucristo y el del Espíritu Santo invocados sobre ti, entonces Satanás dejara de
    molestarte.

    Visto que, ya tú habrás renacido del nombre santo de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, al tú mismo ascender del agua, para empezar a caminar no en la carne pecadora, pero ahora tú estarás caminando en la carne
    sagrada, que ha complacido a nuestro Padre celestial en toda verdad y justicia, para siempre. Ciertamente, tú vivirás una vida que jamás ha pecado, ni tampoco sé a rebelado en contra del nombre bendito de nuestro Padre celestial ni de su Hijo ni del
    Espíritu Santo, para que vivas la vida que siempre te amó, abriendo caminos por donde no hay ninguno y ventanas por donde no hay ninguna también, conquistando las metas de tu vida progresivamente.

    Por eso, es que es muy importante que tú te sumerjas en el agua con tus muy amados y amistades, en el nombre bendito de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, para que por medio de la santidad abundante y perfecta del
    altar del amor prehistórico, descendido del cielo, entonces te salves del mal a la postre. Tú, vendrás a ser redimido instantáneamente de los poderes de la carne pecadora, que ya ha sido destinada por nuestro Padre celestial a descender hacia el
    polvo de la muerte, que realmente es la región de los perdidos en el infierno, en donde las gentes que fallaron en bautizarse en agua, esperan por el Día del Juicio, porque murieron pecadores, perpetuamente.

    Ciertamente, éste es un lugar terrible para cualquier ser humano para descender condenado, porque fallaron en bautizarse en agua, en donde nuestro Padre celestial no solamente había llamado a los hijos de Abraham para que sean bautizados, para que
    entren eternamente bendecidos al altar del amor prehistórico, descendido del cielo, para recibir el bautismo del fuego salvador, y así todos los demás. Esto nos dice, que cada uno en Israel y en las familias de las naciones está llamado por nuestro
    Padre celestial ha ser bautizado en su nombre bendito y de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque ésta es la única manera posible para ascender a su altar, no por escalones (porque está prohibido) pero sólo emergiendo del agua, siendo
    redimido eternamente.

    Dado que, que cuando alguien es bautizado en su nombre bendito, ya sea en la tina de casa o en cualquier otro lugar como en la piscina, río, o playa, entonces estará emergiendo del agua hacia el altar del amor prehistórico, que Abraham e Isaac
    encendieron sobre el monte santo de Jerusalén, para que entre justificado, únicamente por el bautismo, salvándose, perpetuamente. Por eso, es que el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, ha estado escondido hasta hoy, porque nuestro
    Padre celestial lo ha hecho ley, en que solamente accederán a él por el bautismo de agua, invocando su nombre, el de su Hijo Jesucristo y el del Espíritu Santo: de otro modo, siempre fallaras en conocer el bautismo del fuego redentor.

    Israel, aunque es la tierra y de la gente que nuestro Padre celestial ha escogido divinamente para manifestar la gloria de su nombre todopoderoso (con milagros asombrosos de cada día), el tabernáculo de reunión (con el Lugar Más Santo), y el altar
    del amor prehistórico, descendido del cielo, entonces tú fallaras en verlos si no eres bautizado en su nombre bendito primeramente. Por eso, es que al tú ser bautizado en agua en su nombre bendito y en el de su Hijo Jesucristo y en el del Espíritu
    Santo, entonces tú descenderás con el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, para descender contigo en bautismo santo, para que abandones la carne pecadora en el polvo, cumpliendo así con toda verdad y justicia, perpetuamente.

    Entonces, cuando tú has sido bautizado en perfecta santidad de su nombre santísimo y el de su Hijo Jesucristo y el del Espíritu Santo, instantáneamente tú ascenderás en perfecta santidad hacia la carne sagrada, que ha estado esperando por ti, para
    que entres en ella de lleno, desde que Abraham e Isaac la dejaron por ti sobre el monte santo de Jerusalén. Tú, finalmente entraras en ella no ascendiendo por gradas, pero como has sido sumergido en el agua, abandonando perpetuamente la carne pecadora,
    que ha quebrantado toda verdad y justicia en la corte de Ley de nuestro Padre celestial, para entrar en la carne sagrada que lo satisface a él para siempre, conquistando progresivamente nuevas glorias nunca antes vistas ni por los ángeles.

    Además, éste bautismo de agua es muy importante para ti en estos días así como lo es para nuestro Padre celestial, para su Hijo Jesucristo y para el Espíritu Santo, porque al tú sumergirte en agua, invocando la santidad asombrosa de su nombre
    todopoderoso, entonces descenderás en el agua para que tu carne pecadora continúe descendiendo hacia el infierno tormentoso, perpetuamente condenada. Ésta carne pecadora siempre fallara en ver la vida nuevamente, porque nuestro Padre celestial ya la
    condenó al polvo de la muerte, para jamás levantarse a la vida, ya que está contaminada con el fruto prohibido, del árbol de la ciencia del bien y del mal, por cierto, inútil para cualquier uso en la tierra y en la gloria angelical, para siempre.

    Así que, cuando eres bautizado en agua en el nombre de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, entonces esto será lo más profundo en que tú descenderás hacia el infierno tormentoso, porque en éste bautismo, tú carne
    pecadora, continuara viajando hacia el infierno mientras tu alma viviente se queda con Dios, para entrar a la carne sagrada. Verdaderamente, tú, ascenderás del agua para entrar en la carne sagrada, que está en el epicentro del altar del amor prehistó
    rico, del que Abraham e Isaac fueron llamados por nuestro Padre celestial, su Hijo y el Espíritu Santo, para encenderlo sobre el monte santo de Jerusalén para que quienquiera entrar en él, entonces entre, por medio del bautismo, para vivir la vida
    eterna.

    Esto será lo más cerca al infierno que tú llegaras para entrar en el tormento, que nuestro Padre celestial ya ha condenado a tu carne pecadora a sufrir perpetuamente, porque al tú descender en el agua en su nombre santo y de su Hijo Jesucristo y del
    Espíritu Santo, entonces tú viajaras un poquito hacia abajo, levantándote inmediatamente hacia la gloria celestial. En el agua, el nombre santo de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo te permitirá viajar una distancia
    corta hacia el infierno tormentoso, tan sólo un poco hacia abajo y sólo hasta que abandones la carne pecadora con sus pecados, maldiciones, enfermedades, muerte y días malos, para que asciendas a vivir instantáneamente en su gloria, perpetuamente
    enriquecido.

    Penosamente, todos los que se olvidaron de ser bautizados en agua en el nombre del Padre, en el nombre del Hijo, y en el nombre del Espíritu Santo, entonces cuando empiezan a morir, instantáneamente descienden con su carne pecadora hacia el infierno
    tormentoso, para siempre maldecidos, para jamás volver a ver la vida en el cielo angelical, para siempre. Así pues, aquellos al fallar en ser bautizados en agua empiezan a descender por la tierra, entonces la perfecta santidad del nombre de nuestro
    Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo no estará en su lugar bendito para parar el descenso hacia el infierno tormentoso para siempre condenados, porque la carne pecadora se los lleva hacia el mal eterno.

    A estas almas perdidas continuar descendiendo hacia el polvo de la muerte del infierno tormentoso, entonces ellos atravesaran por la tierra y sus cuerpos de agua subterráneas, pero no podrán las aguas pararlos de descender hacia la muerte eterna del má
    s allá, porque la perfecta santidad del nombre bendito no está con ellos para ayudarlos a escapar del mal. Desdichadamente, ellos continuaran descendiendo por la tierra y sus aguas subterráneas en su camino hacia el infierno tormentoso, pero nada los
    parara en su transito final hacia la región de los condenados, porque cuando tuvieron la oportunidad de invocar a nuestro Padre celestial, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, entonces fallaron en hacerlo así, despreciando su salvación de gran
    precio.

    Ellos simplemente verán las aguas pasando por ellas, fallando en tener ningún efecto en sus almas vivientes para siempre, porque ya no podrán invocar el nombre de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, como cuando
    tuvieron la oportunidad de hacerlo así en vida—para desprenderse de la carne pecadora que los llevaba al infierno tormentoso, progresivamente condenados. Más bien, ellos continuaran descendiendo al infierno tormentoso, porque no hay nada que los pare/
    ampare del juicio de Dios ya pronunciado en contra de la carne pecadora para que descienda y espere por el Día del Juicio Divino, cuando nuestro Padre celestial juzgue todo pecado que la carne pecadora haya cometido, destruyéndolos en el lago de fuego
    finalmente, la segunda muerte.

    Esto es algo que Satanás y sus ángeles caídos conocen perfectamente, pero continuaran escondiéndolo del todo de ti y de los tuyos mientras vivas en la tierra, que está llena de agua por doquier, para que te sumerjas y seas bautizado en el nombre del
    Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para empezar de nuevo tu vida hacia la eternidad. Por eso, es que Satanás hará de todo para alejarte del bautismo en agua, porque todo aquel que crea en el nombre del Padre, su Hijo Jesucristo y en el Espíritu
    Santo, será salvo, ya que éste es el nombre confesado por Dios mismo a Moisés, para que Israel sea bautizado en el Mar Rojo, abandonando la carne pecadora por la carne sagrada.

    Además, éste es el nombre todopoderoso que nuestro Padre celestial jamás había revelado antes a nadie ni aún a Abraham, pero únicamente a Moisés sobre el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, descansando sobre el monte santo de
    Jerusalén y el Monte Sinaí, para que Israel escape de la cautividad de Egipto pero también de la carne pecadora, para siempre. Por razones de que era totalmente inservible para nuestro Padre celestial de liberar a Israel de la cautividad, pero no de
    la carne pecadora y de los pecados, que los estaban transportando hacia el infierno tormentoso, perpetuamente condenados, para que finalmente los salve al llevarlos al Monte Sinaí, en donde el Monte de Sión con el altar del amor prehistórico,
    descansaba.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba a Israel sirviendo a su nombre bendito, pero con la carne sagrada del pacto iniciado con Abraham e Isaac, cuando su Hijo Jesucristo nació como Isaac, el hijo de Abraham, del vientre estéril de Sarah, por los
    poderes maravillosos y los dones del Espíritu Santo, para que todos en Israel renazcan como sus hijos legítimos: amándolo perpetuamente. Ciertamente, ésta es la salvación que nuestro Padre celestial preparó para Israel y para todo creyente del
    mundo entero que lo amase, sirva y glorifique a él y a su nombre bendito, pero solamente por medio del bautismo de agua, realizado, invocando su nombre bendito y el de su Hijo y del Espíritu Santo, entrando así en la carne sagrada, perpetuamente
    justificado.

    Visto que, éste es el único camino que todos en Israel y en las familias de las naciones podrán entrar en la carne sagrada, que es el pacto de vida entre Abraham y nuestro Padre celestial, para que sean vestidos con la carne eterna y la vida bendita
    que los ama cada día en la tierra y así en el cielo, perpetuamente. Y es aquí únicamente, después que tú hayas sido bautizado en agua, al invocar el nombre todopoderoso dado a Moisés y a Israel para salvación, que tú ciertamente empezaras a
    vivir con nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo junto con las huestes angelicales y siempre alrededor de ti: Bendiciéndote cada día en la tierra y en el cielo.

    Sin embargo, con la carne pecadora nuestro Padre celestial jamás podrá garantizarte nada en esta vida, porque existe siempre lejos de su pacto con Abraham, además él ya la ha condenado para el infierno, desde que Adán y Eva comieron del fruto
    prohibido que él personalmente les advirtió, asegurándoles, de que si comen de él, morirían algún día, abandonando así el paraíso. Por eso, es que el bautismo de agua es la mejor opción para quienquiera ser bautizado en el nombre del Padre, en
    el nombre del Hijo y en el nombre del Espíritu Santo, porque, únicamente por medio de estos poderes de perfecta santidad, la carne pecadora descenderá al infierno, sin el alma viviente, salvándola así para la carne sagrada del pacto, perpetuamente
    enriquecido.

    Entonces, al ser tú bautizado en agua, lo primero que sucederá, será que tú emergerás del agua entrando en el altar del amor prehistórico, descendido del cielo, para que te quedes, vistiendo tu alma viviente con la carne sagrada del pacto, para que
    empieces a gozarte de las bendiciones cotidianas de nuestro Padre celestial, enriqueciendo así siempre tu vida hacia la perpetuidad. Aquí es, cuando Satanás y sus mentiras continuaran buscándote como antes para hacerte daño, para que entres en
    problemas, dificultades, enfermedades, y hasta empezar a vivir en peligros, porque en cualquier día tú podrías descender hacia el infierno tormentoso, perpetuamente condenado para jamás conocer las bendiciones cotidianas del la tierra y del cielo,
    para siempre.

    Sin embargo, al tú emerger del bautismo de agua, entonces tú entraras en el mundo de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, para vivir no solamente con ellos y sus riquezas infinitas, pero también con las huestes
    angelicales que siempre te han querido bendecir, proteger y prosperar en todas las cosas que hayas emprendido en tu vida. Prontamente, tú, vivirás una vida maravillosa, que realmente te ama y te cuida celosamente cada minuto de tu vida en la tierra y
    en el cielo perpetuamente, y cuando te ven, entonces te verán en la imagen de nuestro Padre celestial, viviendo en la semejanza de su Hijo Jesucristo, y lleno de los poderes, dones y paz del Espíritu Santo, para siempre.

    Satanás con sus ángeles caídos empezara a buscarte, pero no te encontrara jamás, porque ahora tú no estarás viviendo en la carne del pacto de las tinieblas del infierno tormentoso que comió del fruto prohibido con Adán y Eva en el paraíso, pero
    aquí ya tú estarás viviendo en la carne sagrada, cumpliendo con toda verdad y justicia, perpetuamente hacia la eternidad. Satanás tratara aún de meterte en problemas, enfermedades y hasta en muertes, pero perderá en sus intentos inútiles, porque
    nuestro Padre celestial ya lo ha vencido a él y a sus ángeles caídos sobre su monte santo de Jerusalén y del altar del amor prehistórico, cuando él mismo derramó la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre Adán y Eva, salvándolos,
    perpetuamente.

    Visto que, fue nuestro Padre celestial quien derramó la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre Adán y Eva, porque él era el único que legalmente tenia el derecho divino del pacto para derramarla no solamente sobre la cruz de Adán y Eva pero
    también sobre los hijos, perdidos a Satanás, para que abandonen el paraíso por el infierno tormentoso, perpetuamente ciegos. Esto fue algo que Satanás quería hacer para herir a nuestro Padre celestial, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, para
    él poder infligir el dolor más terrible y posible en sus corazones santísimos, ya que él fue herido al haber sido expulsado de los lugares celestiales de gran gloria y hacia el infierno tormentoso, condenado a nunca más ver la vida.

    Ciertamente, Satanás sabia de que si él hacia que Adán y Eva pecaran en contra de nuestro Padre celestial al no comer del fruto de vida, que realmente es su Hijo Jesucristo como el pan y vino del cielo sobre la Mesa del SEÑOR, para que sean llenos de
    los poderes del Espíritu Santo y de su vida enriquecida, entonces canta victoria. Empero, el cantar de Satanás nunca fue una victoria, pero solamente un paso más para empujarlo a él y a sus ángeles caídos hacia el lago de fuego, en donde él
    fallara en escapar del juicio eterno de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque del infierno él escapó, pero del lago de fuego es imposible.

    Por eso, es que Satanás pensó que él podía hacer que Adán y Eva coman del fruto prohibido, entonces ellos estarían perpetuamente perdidos, descendiendo maldecidos al infierno tormentoso, para nunca más volver a la vida así como él y sus ángeles
    caídos, que siempre fallaran en conocer la vida como la conocieron en algún día pasado del reino de los cielos. Por ello, el bautismo de agua es importante para cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las naciones, para
    escapar de la carne pecadora, que no solamente los lleva al infierno tormentoso, perpetuamente condenados, pero también está atrayendo problemas, dificultades, enfermedades y hasta una sepultura temprana, porque Satanás te reclama siempre, si estás
    en la carne pecadora.

    Por el bautismo de agua, nuestro Padre celestial, su Hijo y el Espíritu Santo te conocerán así como su Hijo amado es conocido desde siempre, porque tú estarías abandonando en el agua la carne pecadora que jamás conocerá a Dios, para entrar en la
    carne sagrada que siempre lo conoce perpetuamente, gozando de bendiciones y de promesas pactadas con Abraham, para siempre. Esto fue algo conocido por los profetas que bautizaban a cada hombre, mujer, niño y niña en el nombre del Padre, del Hijo y del
    Espíritu Santo, escapando así de la carne pecadora que siempre les negó no solamente el privilegio de conocer a nuestro Padre por medio de su Hijo Jesucristo, pero también les negó conocer el mundo enriquecedor del Espíritu Santo.

    Los profetas, al bautizar a cada uno que venia a las aguas, entonces ellos les decían así como Juan el Bautista, mirándolos a todos: Víboras, escorpiones, serpientes, quien les enseñó a escapar del fuego del infierno tormentoso—quien les enseñó
    a escapar del Día del Juicio, cuando nuestro Padre celestial los condenara por culpa de todos sus muchos pecados. Ahora, Juan les hablaba así a las gentes de Israel que no solamente eran judíos pero también gentiles de otras partes del mundo, que ven
    an a Israel para ver cómo nuestro Padre celestial los bendecía cada día, ya que ellos habían oído mucho de sus glorias que ellos querían ver algo, y así se bautizaban igualmente como todos los demás.

    Evidentemente, que Juan sabia que era lo que les estaba diciendo a las multitudes de gentes que venían a él y a sus discípulos para cumplir con fe el famoso bautismo de agua, porque cuando venían a él, entonces clamaba, llamándolos por sus pecados
    que habían cometido destapadamente, ofendiendo así a la santidad de nuestro Padre que está en el cielo. Juan podía ver claramente el mal que habían cometido en contra de otros y aún cuando ellos vivían lejos de Israel, sin embargo, él los llamaba
    abiertamente por lo que habían hecho, aun cuando pensaban que nadie los había visto, ofendiendo a nuestro Padre celestial con sus pecados terribles—por eso, es que él clamaba, diciéndoles: pecadores, cuando los bautizaba.


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