Ciertamente, una vez que Lucifer hizo que Adán y Eva comiesen del fruto prohibido, entonces esto significa que nuestro Padre celestial habÃa perdido nuevamente su gloria en que Él tenÃa su mira para obtenerla para su santo nombre fuego en la gloria
angelical y en la tierra con la humanidad entera, por ende, Lucifer cantaba ya victoria por su reino de tinieblas. Por eso, es que Adán junto con Eva tenÃa que abandonar la vida maravillosa que nuestro Padre celestial les habÃa entregado a ambos para
amar, y asÃ, gozarla toda una eternidad no solamente con Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo junto con las huestes angelicales del reino celestial, pero igualmente con los hijos por nacer de muchas generaciones venideras.
Visto que, nuestro Padre celestial habÃa decidido no solamente de no crear más ángeles, reemplazando los rebeldes en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo cuando intentaron controlar su santo nombre fuego, para convertirse en la
familia reinante asà como Dios es, pero, más bien, dar vida a sus hijos por poderes de su amor asombroso para su reino venidero. Ya que, nuestro Padre celestial tiene pensado, asà como siempre Él lo pensó una eternidad entera con su Hijo Jesucristo
y con su EspÃritu Santo, crear un nuevo reino de su perfecta voluntad de su corazón santÃsimo y palabra viva, en donde el pecado no existirá jamás, abriendo paso a su amor apasionado por sus hijos: viviendo y floreciendo en glorias asombrosas,
siempre.
Efectivamente, es aquà en donde nuestro Padre celestial realmente tendrá una perfecta relación con cada uno de sus hijos nacidos en la casa de Israel y en de las familias de las naciones, porque es aquà en donde nosotros verdaderamente le conoceremos
asà como Él es para cada uno de nosotros, por medio de su Hijo Jesucristo y por su EspÃritu Santo. Eventualmente, nosotros estaremos viviendo, renacidos de su imagen y de su alma santÃsima, asà como fue inicialmente cuando Adán nació en el cielo
para ser perfecto y santo, únicamente conociendo su bondad amorosa no solamente de su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo, pero asimismo de sus ángeles, porque Adán fue perfecto y santÃsimo en el dÃa de su linaje celestial.
Ahora, desde que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, pecando en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo que es su familia divina en el cielo con los ángeles y en la tierra con todo hombre, levantando su santo nombre fuego en
perfecta gloria perpetuamente, entonces Él tenÃa que rescatar a Adán y a Eva del pecado inmediatamente. Por eso, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo nacido en una familia humana, por los poderes de su EspÃritu
Santo, para que su Hijo amado sea su Cordero con la sangre expiatoria para introducir no solamente su amor apasionado en cada familia humana, pero igualmente su altar de salvación eterna, en donde su sangre borra pecados, eternamente.
Además, nuestro Padre celestial tenÃa que haber tenido ya a su Hijo Jesucristo viviendo con Abraham y su familia, al menos tres años, para familiarizarse con su amor asombroso, no solamente derramándolo abundantemente sobre su altar que Él ya estaba
listo para mostrárselo a Abraham, pero igualmente para derramarlo siempre en cada hogar de las familias de las naciones para salvación eterna. Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo viviendo con Abraham y su familia por
unos años, para que no solamente aprenda de su amor asombroso, sintiendo siempre por sus hijos nacidos pecadores en contra de Él en el paraÃso desde que Adán comió del fruto prohibido, pero igualmente Él ha demostrado su amor abundante hacia ellos Ã
ºltimamente desde su altar, perdonándolos.
Visto que, esto era lo que nuestro Padre celestial querÃa que Abraham hiciese para derramar de su amor, obtenido de su hijo Isaac sobre el madero del altar listo para encenderlo no solamente con un gran fuego ascendiendo hacia el reino angelical,
complaciendo al Padre celestial grandemente, pero igualmente, el Padre mismo derramar todo su amor infinito sobre su Hijo Jesucristo como Isaac. Ciertamente, fue el encuentro del amor asombroso que Abraham habÃa aprendido a vivir con su único hijo
Isaac, que tenÃa que unirse con el amor de Padre que Él siempre ha gozado con su Hijo Jesucristo en el cielo una eternidad entera, para que sean uno perpetuamente, dando vida a su familia divina entre las naciones en la tierra hacia la eternidad
angelical.
Éste es el Juramento a Isaac que nuestro Padre celestial tenÃa que confesarlo sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo tendido sobre el madero, en donde Él derramarÃa cada palabra de su perfecta vida
que brotara en sus hijos transformados asà como Él es perfecto y glorioso en todo su nuevo reino venidero. Ya que, es únicamente aquà en donde nuestro Padre celestial vivirá con cada hombre, mujer, niño y niña no solamente nacido de Israel y de
las familias de las naciones en la perfecta armonÃa de su corazón santÃsimo, pero siempre llenos de su amor asombroso por vivir asà como siempre Él vivió con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo desde siempre.
Visto que, es aquà en donde nuestro Padre celestial verdaderamente vivirá su vida eterna, entregada ya no solamente a Adán cuando nació de su imagen y de su alma viviente, pero igualmente con Eva y junto con los hijos que aún siguen naciendo hasta
hoy de todas las familias de las naciones, y desdichadamente contaminados con el pecado de la fruta prohibida. Sin embargo, ellos ya tienen su bendición de vivir su vida eterna asà como Él siempre la vivió con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu
Santo en la gloria celestial ante las huestes angelicales, pero ahora, Él tiene que asegurarse de que sigan renaciendo del bautismo en agua, abandonando asà el fruto prohibido eternamente, para retomar la vida nuevamente, para siempre.
Por eso, el bautismo en agua ha sido importante no solamente para nuestro Padre celestial, porque Él ama ver a cada uno de sus hijos regresar a Él como cuando ellos nacieron de su imagen, pero igualmente, ellos están regresando a su estado espiritual
de su perfecta santidad y gloria para vivir asà unidos como en una gran familia amando toda una eternidad. Dado que, es únicamente en el bautismo en agua que cada hombre, mujer, niño y niña no solamente abandona el fruto prohibido, invocando la
perfecta santidad de su nombre, su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, pero, simultáneamente, ellos recibieran cada palabra del Juramento a Isaac, para ser perfecto y santo asà como Él siempre lo ha sido hasta nuestros dÃas.
Hoy, esto es algo que tú tienes que hacer ya, porque la salvación de nuestro Padre celestial que está llena de su vida eterna, enriqueciendo tu alma viviente con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo, es para que tú la goces cotidianamente con
tus amados, incluyendo tus amistades, porque Él tiene que manifestar su gloria desde de ti hacia otros. Considerando que, es aquà en la tierra, en donde nuestro Padre celestial necesita manifestar glorias cotidianas de su santo nombre fuego que Él
mismo ya derramó sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo y de su EspÃritu nacido como Isaac en la familia de Abraham, para que tú y tu familia sean salvadas para su nuevo reino venidero.
Éste es el reino dorado de nuestro Padre celestial de su perfecta voluntad derramada sobre su Hijo y su EspÃritu Santo en el altar cuando Isaac yacÃa sobre el madero, y Él lo hizo todo asà pensando en ti y en tu familia, incluyendo toda amistad,
porque Él necesita que tú regreses a Él y a su reino de vida eterna hoy mismo. Por ello, cuando nuestro Padre celestial derramó su corazón santÃsimo sobre la carne sagrada y la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo yaciendo sobre el madero,
entonces Él derramaba su nuevo reino de su perfecta voluntad, en donde tú vivirás con Él, su Hijo y su EspÃritu Santo junto con los ángeles siempre conociendo de glorias agradables a Él una eternidad entera.
Fuera de duda, nuestro Padre celestial necesitaba a su Hijo Jesucristo hablando de su palabra viva derramada sobre Isaac para cada uno no solamente de Israel pero igualmente de las familias de las naciones, para que la reciban todos, bautizados en agua,
al renacer ellos de su santo nombre, su Hijo y del EspÃritu, accediendo asà a su altar celestial, eternamente justificados. Dado que, nuestro Padre celestial necesita recibir a sus hijos de Israel y de las naciones, bautizados todos ellos en agua,
invocando la perfecta santidad de su nombre, su Hijo y su EspÃritu Santo, porque Él mismo tiene que bautizarlos finalmente con el EspÃritu de su imagen y alma viviente, y asà sean hechos sus hijos legÃtimos para su nuevo reino venidero.