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    From ivanvalarezo@gmail.com@21:1/5 to All on Mon Sep 26 05:39:15 2016
    Sábado, 24 de Septiembre, 2016 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    (JESÚS, EL PRINCIPE DE PAZ REINA SOBRE TODO COLOMBIA: Todos nosotros celebramos el renacer de la paz de nuestra hermana nación colombiana. Que ya no haya más conflictos es la paz de muchos no solamente en la tierra de nuestras familias hermanas, pero
    para muchos más por todas partes de nuestro gran continente iberoamericano. Que nuestro Padre celestial bendiga grandemente la paz de todo Colombia, porque también es la paz de todos nosotros, en el nombre bendito de su Hijo Jesucristo se lo pedimos en
    oración. ¡Amén!)


    LA CASA DE DIOS: SALPICADA POR TI CON LA SANGRE DEFENSORA DE YESHUA, JESÚS:

    Nuestro Padre celestial se llevó a Abraham y a su esposa Sarah a la tierra que él había escogido para encontrarse con él, para que lo herede todo, ya que él había obedecido a su palabra para ir al lugar en donde él empezara su nueva relación con Ã
    ©l, por medio de su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Ésta es la tierra de Canaán a donde nuestro Padre celestial había llevado a Abraham y a su familia junto con todas sus posesiones personales, que consistían de ganados y de siervos (hijos
    adoptados de extranjeros por dinero), para darles un hogar en donde puedan vivir juntos y felices por siempre.

    Y porque nuestro Padre celestial lo había visitado, además prometió darle a él la tierra en donde él lo había llamado, para reencontrarse con él junto con su esposa Sarah y toda su familia, entonces Abraham decidió levantar un altar para
    conmemorar la visita de Dios a él y a sus muy amados de siempre. Éste es el altar que nuestro Padre celestial estaba buscando que Abraham lo levante para él y para la gloria de su nombre bendito, porque él no solamente le había otorgado la tierra de
    Canaán pero también a sus hijos—sus hijos que lo heredaran todo en las futuras generaciones venideras, hacia toda la eternidad.

    Éste es el altar de nuestro Padre celestial que Abraham tenia que levantar para él y para gloria de su nombre santo, porque sobre el altar él tenia que confirmar a los hijos prometidos por nacer e incontables como las estrellas del cielo y como la
    arena del mar—tan numerosos todos ellos que jamás han sido contados—y sólo por Dios. Ciertamente, que nuestro Padre celestial se sintió muy contento al ver a alguien como Abraham su siervo levantar su altar, en donde él mismo se encontraría con Ã
    ©l junto con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, por ello el Padre decidió bendecirlo con un hijo muy especial, su mismo Hijo Jesucristo y su carne sagrada y con la sangre reparadora.

    Porque fue sobre éste altar en que nuestro Padre celestial había de confirmar no solamente el numero de los hijos que son incontables perpetuamente, entregándoselos a través de las generaciones futuras como la nación hebrea, pero también, para que Ã
    ©l llegue a ser padre de muchas naciones y así formar su gran reino celestial hacia toda la nueva eternidad venidera. Por lo tanto, fue sobre éste altar, en que nuestro Padre celestial se encontró feliz para entregarle a Abraham a su Hijo amado, el
    Rebbe Yeshua jaMashiax, Jesucristo, para que nazca como Isaac del vientre muerto de Sarah, por el Espíritu Santo: Y éste es el pacto de la carne sagrada, dándole así vida perpetuamente a la nación de sus sueños, Israel.

    Y es sobre éste altar, en que Abraham había construido para nuestro Padre celestial entonces encontrarse con él y con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, para que lleguen a ser parte de su vida a través de su hijo Isaac por nacer en su
    familia—dándole abundante vida, al que crea en su nombre para perdón de sus pecados. Además, para nuestro Padre celestial sellar éste pacto con Abraham, entonces él tenia que no solamente hacer que esté en la presencia de su Hijo Jesucristo, pero
    también del Espíritu Santo: porque él ya estaba listo para recibir a su Hijo Jesucristo por el vientre estéril de Sarah como Isaac y lleno del amor prehistórico, descendido del cielo, por el Espíritu Santo.

    Sobre éste altar, construido por Abraham para nuestro Padre celestial, fue no solamente para conmemorar su visita a él en Canaán, pero también para empezar una relación que él tenia que tener con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, porque
    con el nacimiento de Isaac entonces amor prehistórico descendería del cielo, encendiendo el altar de Dios para las naciones, perpetuamente. Por eso, es que fue importante para nuestro Padre celestial de que Abraham abandonara la casa de su padre junto
    con todo su país para ir a la tierra de Canaán, que él había preparado para que él viva con sus hijos incontables por nacer, y en donde levantaría el altar que ardería perpetuamente con el amor prehistórico, descendido del cielo.

    Éste vendría a ser, en su día, el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, uniendo a cada hombre, mujer, niño y niña de Israel cada siete días (el Sábado) para amar, servir y glorificarlo a él y a su
    nombre bendito todos juntos como una gran familia destinada a poseer pronto La Nueva Jerusalén celestial. Realmente, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a Canaán, en donde él haría que su amor prehistórico descendiese del cielo, encendiendo así
    su altar con su amor lleno de su presencia y de la su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo: porque éste es el amor que le dará vida a la nación de sus sueños, Israel, y por muchas generaciones venideras.

    Ya que, éste amor prehistórico, descendido del cielo, no solamente empezara la familia divina en la tierra que es su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo para hacer nacer a la nación hebrea de su sueño, pero también para regar su amor paterno hacia
    las familias de las naciones, para salvarlos a todos del pecado, Satanás, muerte y del infierno tormentoso, perpetuamente. Éste es el altar que nuestro Padre celestial necesitaba tener establecido en la tierra así como siempre lo ha tenido en el cielo
    ante sus huestes angelicales para alabar, exaltar y glorificarlo a él y a su nombre bendito sobre el monte Sión, para que Abraham con sus hijos haga lo mismo incesantemente, bendiciendo así a las naciones como se lo prometido inicialmente.

    Éste es el altar, en donde nuestro Padre celestial finalmente llamaría a Abraham a traer a su sacrificio al monte del que siempre le hablara, porque aquí es en donde él le confirmara sus promesas no solamente para darle a su Hijo Jesucristo como
    Isaac, por medio del vientre estéril de Sarah, pero también para darle sus hijos en las generaciones venideras. Sin embargo, antes de que esto tome lugar entonces Abraham tenia que haber recibido a su único hijo Isaac, para que él aprenda a amarlo asÃ
    ­ como el Padre siempre lo ha amado a través de la eternidad y ante los ángeles, para que por su hijo Isaac entonces él aprenda a amarlo a él hacia toda la vida eterna del cielo.

    Además, nuestro Padre celestial tenia que asegurarse de que Abraham había aprendido a amar a su Hijo Jesucristo, que realmente era Isaac, nacido del vientre estéril de Sarah, por el poder del Espíritu Santo, para que él lo ame a él y a su nombre
    bendito a través de su amor prehistórico, entrando así a la vida eterna del cielo eternamente enriquecido. Así nos dice también de que si Abraham hubiese fallado de recibir a su Hijo Jesucristo por medio del nacimiento de Isaac del vientre estéril
    de Sarah, entonces él hubiese fallado también eternamente de amarlo a él, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, para que su familia divina jamás nazca en la tierra para ser la nación de Israel.

    Por eso, es que fue importante para su Hijo Jesucristo nacer no solamente para introducir vida eterna en la vida humana, por medio de la familia de Abraham, como la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora para el sacrificio
    continuo sobre el altar divino, pero también introducir el amor prehistórico para que todo hombre aprenda amar a Dios, perpetuamente. Ciertamente, únicamente por nacer Isaac el amor prehistórico de nuestro Padre celestial descendió del cielo con el
    Espíritu Santo, y fue importante no solamente para impartir amor en Abraham y en su familia, pero también en todas las naciones: y así aprendan todos a amar a Dios y a su nombre bendito sobre el monte Sión y su altar del sacrificio continuo.

    Por ello, cuando Isaac finalmente nació del vientre estéril de Sarah, por los poderes del Espíritu Santo, entonces Sarah tubo que hablar por el poder del Espíritu Santo, pidiéndole terminantemente a Abraham que su hijo Ismael y con su madre Agar, la
    egipcia, abandonen su hogar: porque Isaac su hijo tenia que crecer sin conflicto alguno en su familia. Isaac necesitaba vivir lejos de Ismael y quien sea que diga ser hijo de Abraham, para que él viva conociendo únicamente el amor entre él, Abraham,
    Sarah y los hijos adoptados que vivian ya en aquellos días en el hogar de Abraham, para que su cuerpo santo se desarrolle normalmente junto con el amor prehistórico, descendido del cielo, para bendición de muchos.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial tubo que hablar con Abraham sobre Isaac, para que viva una vida normal entre él y su familia, para que conflictos no se manifiesten jamás, para que Isaac crezca en un ambiente saludable y rico, ayudando así a su
    amor divino dado a la humanidad entera a que se manifieste en su plenitud: salvándolos, perpetuamente. Aquí, Abraham finalmente entendió, que él tenia que obedecer a Sarah, por lo que decía de Ismael y de Agar, porque tenían que abandonar el hogar
    para ir a vivir a otro lado, para que Isaac crezca sin conflicto alguno en su mente, corazón, cuerpo y espíritu humano: dado que lo que saldría de él era muy precioso, para el sacrificio continuo.

    Puesto que, éste era el único camino posible en que nuestro Padre celestial podía realmente ayudar a Isaac junto con el Espíritu Santo, para que se desarrolle en el espíritu de la familia humana su amor prehistórico, para que no solamente Abraham
    sea enriquecido divinamente con él, pero también todos los demás: porque su amor descendió para conquistar a las naciones, eventualmente. Éste movimiento de su amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, fue muy
    importante para nuestro Padre celestial establecer su vida prístina en la tierra, vistiendo así a todo su nuevo reino con la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, dándole vida a sus hijos, renacidos milagrosamente de su
    imagen y de su alma viviente.

    Éste es la extensión de su familia divina, que realmente es su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, no solamente manifestado por vez primera en el cielo angelical con Adán pero también con Eva, porque cuando Adán se movía por todo el reino de los
    cielos, entonces él entendió que no era bueno de que su Hijo viva solo. Aquí, Adán caminó hacia el epicentro del paraíso, en donde el árbol de la vida está, entonces él lo puso a dormir, para abrirle su quinta costilla, y de ella y la sangre creÃ
    ³ a su compañera que vendría a ser no solamente su esposa pero también madre de sus hijos, para llenar la Creación con vida por todos lados, perpetuamente.

    En el sueño profundo de Adán, entonces nuestro Padre celestial tomó su quinta costilla y la sangre de su corazón para formar a la primera mujer y cada hijo que nacería no solamente en el paraíso, si es que ellos no hubiesen comido del fruto
    prohibido, del árbol de la ciencia del bien y del mal, para llenar la tierra de vida abundantemente. Aquí es cuando, Adán empezó amar a nuestro Padre celestial, porque él le había dado a la compañera de su vida pero también a sus hijos, que
    serian como él con la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre bendita: pompeando así por toda vena poder para amar, servir y glorificar a Dios y a su nombre bendito, para siempre.

    No obstante, como ya conocemos, Eva fue engañada por la serpiente del Jardín del Edén para comer del fruto prohibido, que estaba destinado por el engaño de Satanás para que Adán lo coma, para que no solamente él muera sino también sus hijos que
    nacerían en las generaciones venideras, llenando así no solamente el cielo de vida sino también la tierra, eventualmente. Además, cuando Adán y Eva se dieron cuenta del error que habían cometido al comer del fruto prohibido, que nuestro Padre
    celestial les había prohibido tajantemente jamás comer de él, porque cuando lo coman, entonces ellos morirían en el paraíso junto con los hijos por nacer: y aquí sus ojos se abrieron conociendo el mal y el bien, para ser castigados divinamente.

    Entonces ellos sentían miedo, como jamás lo habían conocido antes ante nada, porque al comer del fruto prohibido, el amor de nuestro Padre celestial que él ya les había manifestado por su Hijo Jesucristo (como el árbol de vida) y por el Espíritu
    Santo, entonces todo el amor había salido de ellos que ya no amaban más a Dios, sino sólo sentían miedo. Aquí es cuando, nuestro Padre celestial se da cuenta de que ambos habían comido del fruto prohibido, porque cuando se acercó a ellos para
    interactuar divinamente como siempre, entonces él sintió que su amor ya no estaba en ellos para recibirlo, porque Adán y Eva dijeron: Te oímos caminar hacia nosotros, y sentimos miedo de encontrarnos contigo, para amarte como siempre.

    Nuestro Padre celestial les preguntó: ¿Qué es lo que ustedes han hecho? Adán dijo: La mujer que tú me diste, ella me dio de comer del fruto prohibido, y por eso es que sentimos miedo cuando te oímos caminar hacia nosotros; y nos cubrimos de nuestra
    desnudes con las hojas de los árboles, porque sentimos vergüenza de que nos veas así. Y, entonces, nuestro Padre celestial les dijo a ambos: ¿Ustedes han comido del fruto que siempre les mande que jamás coman de él?

    Y Adán le respondió al SEÑOR, diciéndole: Si, SEÑOR, ambos comimos de él. Aquí es cuando, nuestro Padre celestial los empezó a juzgar, porque ahora se habían vaciado del amor prehistórico que él les había dado y puesto en ellos con tanto cariÃ
    ±o, para que aprendan a amarlo a él y a su nombre bendito no solamente en el paraíso pero en toda la Creación, como por donde él los enviaría postreramente como sus hijos legítimos.

    Ciertamente, Adán y Eva ausentes de su amor divino de familia que él había depositado en ellos y en sus hijos con tanta confianza y que nacerían en las generaciones venideras, para que llenen el paraíso y la tierra de su precioso amor prehistórico
    que sólo su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo lo conocen en toda su profundidad divina, entonces morían. Aquí es cuando, nuestro Padre celestial les dijo a ambos, y a todos sus hijos por nacer aún: De la tierra los he recogido: pues a la tierra
    regresaran.

    Por eso, es que Adán y Eva ya no podían permanecer en el paraíso, ellos tenían que abandonarlo, porque en la tierra devolverían sus cuerpos humanos al polvo de la muerte únicamente para que su Hijo Jesucristo los vuelva a vestir como antes, pero
    esta vez con su carne sagrada que ha derrotado y matado a Satanás y a la muerte, para siempre. Esto nos dice también que hasta el día de hoy y desde que Adán y Eva fueron clavados a su Hijo Jesucristo sobre el monte Sión, entonces ellos no son los ú
    nicos que visten la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, pero también sus hijos, incluyendo a toda la casa de Israel tendida en el Valle de los huesos secos.

    Éste es el Plan de Salvación que nuestro Padre celestial tenia en mente para entregárselo a Adán y a Eva por haber comido el fruto prohibido, pero también a sus hijos que finalmente alcanzaran a las almas perdidas de Israel tendidos todos ellos en
    el Valle de muerte, para que reciban nuevamente la carne sagrada y llena de vida, perpetuamente. Por eso, es que era muy importante para Abraham abandonar a su país junto con sus parientes y hasta la casa de su padre también, porque nuestro Padre
    celestial necesitaba que él viajase hacia la nueva tierra preparada para él, para que levante su altar exactamente en donde lo necesitaba para derrotar a Satanás, el pecado y la muerte, para siempre.

    Ahora, nuestro Padre celestial necesitaba derrotar a Satanás y la muerte (incluyendo ángeles caídos) y el pecado, porque Satanás atacó y engañó a Adán y Eva en el paraíso y cerca del árbol de la vida, que es su Hijo Jesucristo, para él
    entonces destruirlo con todo su reino de mentiras, y sólo con la carne sagrada, derramando así su sangre reparadora. Aquí, nuestro Padre celestial estaba restaurando a Adán y Eva junto con sus hijos y la casa de Israel que yacía en el Valle de
    muerte a la carne sagrada, cuerpo glorioso que inicialmente recibieron de él, cuando nacían de su imagen para vivir conforme a la semejanza de su Hijo Jesucristo que derrotó a Satanás, el pecado, la muerte y el infierno.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial pudo haber derrotado a Satanás, el ángel de la muerte y el pecado en diferentes formas, ya sea en el paraíso, en la tierra o en cualquier lugar de su Creación, pero él definitivamente necesitaba derrotarlo con
    sus mentiras en la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, y ésta es la carne de cada uno de sus hijos. Innegablemente, nuestro padre celestial derrotó a Satanás, el ángel de la muerte y el pecado sobre el monte Sión y su altar del amor prehistórico,
    descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, porque él tenia que pagarle a Satanás y a sus malvados con la misma fruta del árbol de vida, que hizo pecar al hombre en contra de él.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba levantar del polvo a Adán y Eva como los huesos secos de la tierra, para que la carne sagrada de su Hijo Jesucristo sea clavada a sus ancestros, incluyendo a la casa de Israel que yacía en el Valle de los
    huesos secos, obteniendo así una victoria total sobre el pecado y el infierno, para salvación eterna. Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba que Abraham y su esposa Sarah le obedecieran en cada palabra que les había manifestado, ya sea por
    su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, incluyendo a la gente que él enviaba a ellos como el Rey Melquisedec, por ejemplo, para que finalmente hagan su voluntad perfecta en Canaán, honrando así su nombre bendito, perpetuamente.

    Además, nuestro Padre celestial tenia en mente, como omnisciente y omnipotente que es, finalmente abolir toda carne que Satanás y con la serpiente del Edén había contaminado con sus mentiras y el fruto prohibido, para derrotar a Satanás, el ángel
    de la muerte y el pecado con la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo. Ciertamente, cuando nuestro Padre celestial le dio a Moisés su nombre todopoderoso sobre el altar de Abraham e Isaac, ardiendo
    apasionadamente sobre el monte Sión, y descansando sobre el Sinaí, entonces fue para que Israel poseyera poderes importantes no solamente para escapar de Egipto con milagros y maravillas, pero también para que conozcan que tenían que bautizarse en el
    mar Rojo inmediatamente.

    En aquellos días, únicamente Israel recibió el nombre todopoderoso de nuestro Padre celestial de parte de Moisés cuando descendió del monte Sinaí, porque es un nombre sumamente santo que él jamás confió en nadie para entregárselo: pero
    solamente en Moisés e Israel vio confianza por su pacto, para que todos escapen de la cautividad, después de sufrir por cuatrocientos años. Por eso, es que cada hombre, mujer, niño y niña conocía el nombre todopoderoso de nuestro Padre celestial y
    de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque lo recibieron con gran gozo de Moisés al descender del Sinaí y, además, vieron el despliegue de poderes asombrosos al ser invocado, creyendo en la gracia divina del Padre y del Espíritu Santo,
    perpetuamente.

    Habiendo los israelitas no solamente aprendido el pronunciamiento del nombre todopoderoso del Padre celestial y el de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, entonces estaban todos listos para abandonar la cautividad egipcia para ir a servir a Dios y a
    su Hijo Jesucristo, por los poderes asombrosos del Espíritu Santo, desplegados delante de ellos por donde los lleve su nueva vida. Lo primero que nuestro Padre celestial hizo, después que los hebreos se alejaban de Egipto, habiendo ellos pedido de
    ellos algunas de las riquezas que habían recibido abundantemente durante su estadía en sus tierras, entonces marcharon enriquecidos hacia las playas del mar, para recibir el bautismo en agua que urgentemente lo necesitaban, cumpliendo así con toda
    verdad y justicia divina.

    Aquí es cuando, Moisés se encontró enfrente del mar listo para invocar a Dios, porque él estaba listo para cruzarlo con toda su gente que estaba asustada de sus olas reventando sobre sus playas—algo que jamás habían visto antes—porque los
    egipcios no los dejaban por ninguna razón acercarse a las playas por temor de que escapen, uniéndose a sus enemigos. Sin embargo, nuestro Padre celestial estaba observando todo el evento en desarrollo, porque deseaba ver a toda su gente renacido en las
    aguas, al su nombre todopoderoso ser invocado junto con el de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, para que finalmente reciban la carne sagrada para amarle, servirle y glorificarle a él y a su nombre bendito, para siempre.

    No obstante, nuestro Padre celestial se encontró sorprendido al ver a Moisés alzando sus manos hacia él en el cielo no solamente para invocar su nombre, el nombre que le había dado a él y para todo Israel sobre el altar del amor prehistórico,
    descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, pero también le pidió ayuda nuevamente con sus poderes divinos. Moisés se encontraba preocupado junto con todos los hebreos de que Faraón y su ejercito que se acercaba, y estaba ya tan cerca para
    cercarlos nuevamente, por ello él necesitaba a nuestro Padre celestial que los vuelva a salvar: porque todos estaban seguros de que iban a morir en cualquier momento una vez que el ejercito egipcio los vuelvan a capturar.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial estaba sorprendido de Moisés, alguien que había sido bautizado en el altar del amor prehistórico, descendido del cielo con él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, y él no estaba supuesto de estar temeroso de
    nada, sin embargo, él estaba clamando al cielo por ayuda, para recibir instrucciones necesarias para escapar el peligro que se acercaba. Y nuestro Padre celestial le respondió, diciendo: Ya te di mi nombre todopoderoso y ya sabes lo que debes hacer con
    él; entonces ¿por qué me llamas? ¡Toma a toda la gente y marcha a hacer lo que debes sin mirar más hacia atrás, para que no seas sobrecogido de miedo así como estás temeroso ahora y con todos alrededor de ti!

    Avanza ya, muévete a hacer lo que ya te dije, nuestro Padre celestial le decía desde el cielo. Usa la vara de Aarón que tienes en tus manos y ponla sobre el mar, para que las aguas se dividan en paredes que se abrirán ampliamente como el Camino de
    Santidad para que Israel cruce hacia el otro lado, en donde me amaran, servirán y glorificaran al fin—por tanto, avanza y marcha en los poderes de mi nombre santo.

    Éste es el momento en que nuestro Padre celestial había trabajo duramente por años, y él tenia que esperar junto con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo por cuatrocientos años no solamente para que Israel escapase de Egipto con los poderes de su
    nombre todopoderoso, invocado: pero también escapar de la carne pecadora que los llevaba hacia el infierno, eternamente perdidos. Aquí es cuando, nuestro Padre celestial necesitaba ver a toda la casa de Israel alejándose del cautiverio Egipcio en
    busca de la nueva tierra, que él mismo la había preparado especialmente para ellos: pero también para verlos transformados en la carne sagrada, en un momento de fe y de oración, al Moisés invocar por su ayuda divina, entonces todos finalmente fueron
    bautizados.

    Éste es el bautismo que nuestro Padre celestial tenia en mente para que Israel lleve obedientemente en cada hombre, mujer, niño y niña de sus doce tribus, porque ellos deberían escapar la carne pecadora y sus días malos para servir a su Dios y Padre,
    así como escaparon el mal del cautiverio Egipto, en busca de la tierra prometida de Canaán. Además, nuestro Padre celestial necesitaba bautizarlos a todos, invocando su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, porque éste es
    el único camino en que finalmente podían desconectarse de la carne pecadora que había pecado tanto en Egipto como cuatrocientos años: por ello, tenían que ser vestidos de la carne sagrada para servirle a él, al fin.

    Ciertamente, esto es exactamente lo que pasó cuando toda la casa de Israel caminó por el Camino de Santidad al abrirse ampliamente con dos paredes de agua que se alejaban de entre ellos, dándoles así a todas las familias hebreas todo el espacio
    necesario para cruzar el mar con todas sus gentes y abundantes posesiones, como cantidades de ganado, por ejemplo. Y es aquí, en donde abandonaron sus carnes pecadoras con sus días malos, días preparados por Satanás y sus ángeles caídos para robar,
    matar y destruir: pero al cruzar el mar con el conocimiento de su nombre bendito y el de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, entonces finalmente recibieron la carne sagrada de su Hijo Jesucristo: en perfecta santidad infinita.

    Indisputablemente, nuestro Padre celestial estuvo muy complacido al ver a cada hombre, mujer, niño y niña de las tribus hebreas vestidos en la carne sagrada y días bendecidos grandemente aún por vivir abundantemente, dado que, entonces ya tenían las
    ventanas del cielo abiertas para cada uno de ellos: para recibir sus bendiciones cotidianos de él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Ésta victoria fue de nuestro Padre celestial, porque él había derrotado a Satanás y a los ángeles caídos
    que cautivaban a Israel y hasta hacer adorarlo a él y a su reino de tinieblas, tinieblas preparadas en las Pirámides Egipcias, cuando verdaderamente Israel tiene que servir a Dios sobre el monte Sión en done nació del sacrificio interminable, ¡el
    Rey Mesías Jesucristo!

    Ciertamente, nuestro Padre celestial tenia que llevar a Israel de regreso a su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y el Espíritu Santo, estacionado en Jerusalén, Canaán, para que le sirvan a él, a su Hijo Jesucristo y al Espí
    ritu Santo: pero Satanás quería mantenerlos cautivos para que le sirvan a él en las Pirámides Egipcias. Por eso, es que era importante para nuestro Padre celestial no solamente de tener a Moisés salpicando la sangre del cordero sobre los linteles de
    las puertas de los hogares hebreos, protegiéndolos así del pecado, males y ángeles caídos de seguirlos tras de ellos al escapar de Egipto, pero también los bautizo en agua, para que todo mal descienda enteramente al infierno.

    Nuestro Padre celestial realmente llevaba a todo Israel a Canaán, porque aquí es donde él había traído a su siervo Abraham para que le levante su altar bendito, pero también encienda el fuego del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y
    el Espíritu Santo, para que aprendan todos a servirle a él y a su nombre, y sólo en la carne sagrada. Además, nuestro Padre celestial necesitaba ganarse a cada hombre, mujer, niño y niña, empezando con su Hijo Jesucristo, cada gloria que Satanás y
    sus ángeles caídos le habían robado de su nombre bendito al tratar de exaltar su nombre inicuo en los corazones de los ángeles del reino, para que le sigan para convertir el reino de los cielos en tinieblas.

    Incuestionablemente, Satanás tomó a Adán y Eva pero también a los hijos que nacerían en las generaciones futuras, porque todos ellos llevan el llamado de nuestro Padre celestial de llenar la tierra con muchas familias, para que él pueda ser parte
    de todos ellos, por medio de la carne sagrada de su Hijo Jesucristo y de los poderes cotidianos del Espíritu Santo. Además, nuestro Padre celestial necesitaba ser parte de cada familia de las naciones, empezando por Israel, porque en cada corazón,
    alma, mente, cuerpo y espíritu humano de sus hijos tienen abundantes glorias para su nombre bendito, y ellos pueden entregarle a Dios éstas glorias únicamente por la carne sagrada de su Hijo Jesucristo: por ello, todos tienen que renacer del Espíritu
    Santo.

    Y al ser parte de la familia humana, entonces nuestro Padre celestial podía introducir a cada uno de sus hijos a amar su vida prístina, y éste es su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, para que vengan todos a conocerlo a él por medio de ellos, a é
    l hablar por sus bocas su palabra santa que sale de su boca bendita. En otras palabras, nuestro Padre celestial siempre continuara hablándoles su palabra bendita, y estos son los hijos renacidos del Espíritu Santo, cada palabra que sale de su boca
    bendita, entonces nuestro Señor Jesucristo les hablara también como el Espíritu Santo que siempre lo ha hecho así—palabras benditas del Padre que bendicen grandemente a todos sus hijos para hacer su voluntad eterna.

    Ciertamente, que nuestro Padre celestial necesita que todos regresen a él, porque tienen que darle gloria a su nombre, ya que Satanás los contaminó con sus mentiras cuando Eva creyó en ellas, al comer del fruto prohibido, entonces ellos se
    contaminaron y fueron imposibilitados en darle gloria a su nombre santísimo: pero por la carne sagrada de Jesucristo entonces si pueden hacerlo nuevamente. Definitivamente, fue importante para nuestro Padre celestial que Abraham le siga, abandonando su
    país y la casa de su padre por una casa mejor, el monte Sión, en donde él no solamente se reencontrara con él, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo sobre el altar que levantaría a su nombre bendito: pero también para empezar el pacto de la carne
    sagrada.

    Éste es el pacto de vida que nuestro Padre celestial buscaba establecerlo en la tierra, empezando con Abraham y su familia, y éste es su Jesucristo, el amor de su existencia celestial y terrenal, naciente del vientre estéril de Sarah como Isaac con su
    semilla (la sangre reparadora) y la carne sagrada: reconquisten glorias a su nombre de la humanidad entera, perpetuamente. Visto que, nuestro Padre celestial solamente puede recibir gloria a su nombre santísimo en la carne sagrada de su Hijo Jesucristo:
    la carne sagrada que él mismo vistió inicialmente a Adán y Eva junto con sus hijos por nacer innumerables como la arena del mar y, entonces, Abraham tenia que abandonar su país y sus parientes para levantar el altar del sacrificio continuo.

    Y aquí, a donde nuestro Padre celestial llamó a Abraham para luego ascender con su único hijo Isaac el monte santo, para ofrecerlo como una ofrenda encendida hacia la eternidad con su amor prehistórico, descendido del cielo, para él postreramente
    clavar a su Hijo Jesucristo sobre el altar y así recobrar toda gloria a su nombre en toda alma viviente del hombre. Y es aquí, sobre el altar del amor prehistórico, ardiendo apasionadamente, en donde nuestro Padre celestial clavó a su Hijo Jesucristo
    nacido del vientre virgen de la hija de David, por el Espíritu Santo, y bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista: entonces bautizo universalmente a Israel del Valle de muerte, cumpliendo así con toda verdad y justicia, perpetuamente.


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