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All on Sun Dec 25 20:19:12 2016
Sábado, 17 de Diciembre, 2016 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
(Feliz Navidad y Prospero Año nuevo a nuestras familias de toda la tierra, porque estos son dÃas de luz de nuestro Padre celestial, entregándonos no solamente a su Hijo amado, como el amor mayor de su corazón santÃsimo para con nosotros, pero tambié
n su EspÃritu Santo: para que seamos llenos de sus grandes dones, poderes y riquezas inagotables de cada dÃa. Ya que, el deseo del corazón de nuestro Padre celestial es de que sus grandes poderes, amor, gracia y victorias manifestadas abundantemente
en su Hijo Jesucristo entonces sean para sus hijos e hijas de todas las familias de las naciones, para que su EspÃritu Santo ponga en ti abundante paz y asà sus muchos favores entren en tu vida, quedándose, perpetuamente. Y asà nuestro Padre
celestial junto con su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo será bendito en tu corazón y en toda tu vida junto con todos los tuyos y amistades, para que sus bendiciones lleguen a ti abundantemente para quedarse, enriqueciendo asà tu vida y la de
muchos también grandemente, y para siempre.
Merry Christmas to every one everywhere throughout the land is our constant every day desire of our hearts towards you and your loved ones, including your friends these days as always throughout the years to come. May our heavenly Father continue to
bless you these days through the wonderful love, grace and mercies manifested towards you as His Son Jesus Christ was born from King Davis’s virgin daughter, so you may become reborn in His eternal covenant of the sacred-flesh, knowing always the daily
powers and favors of His Holy Spirit thus becoming His legitimate child forever. It is here: where you will become a new person before our heavenly Father, His Son Jesus Christ and the Holy Spirit always knowing love, grace, mercy, truth and divine
justice from His altar established with Abraham and Isaac over Mount Zion. Amen.
Happy Hanukkah 2017 to every one of our lovely families that our heavenly Father had given birth in the midst of the nations by His Holy Spirit’s power through Sarah’s barren-womb as Abraham’s covenant of life was established with heaven as his son
Isaac was born filled with the divine family-love fulfilling the Spirit of the Ten Commandments in everyone’s salvation baptism. And because of this Holy Spirit’s baptism becoming part of us as we enter the water invoking the perfect holiness of His
name and that of His Son and of the Holy Spirit, so we may become disconnected from the sinful-flesh receiving the sacred-flesh fulfilling His holy commandments as they are in heaven, then we have entered into His will/love/kingdom forever blessed. It is
here, where our heavenly Father will listen to your prayer as you may say: Father, bless me and my ministry, as well. And our heavenly Father will bless you along with your ministry that could be reading His word, worshipping Him and His holy name,
interceding for other in prayer thus to bless them miraculously, since this is how He has always blessed the families of the nations for His daily grace, mercy, truth and divine justice to abound always throughout the land. Happy Hanukkah these days of
our heavenly Father’s lights shining in you with your loved ones, so He may guide you through life from blessing to blessing, knowing the glories created for you in this life and in the next one to come in the City of God and of precious stones, the
New Jerusalem from heaven above, your future eternal home. Amen!)
DOS CORDEROS ISRAELÃS CLAVADOS CONTIGO EN LA CRUZ, TE SALVAN HOY:
Nuestro Padre celestial les dijo a Moisés y a Aarón de que deberÃan informarle a Faraón de Egipto, de que él tiene que dejar a su pueblo ir hacia el desierto, al lugar especial que él ha escogido, para que lo honren a él y a su nombre bendito con
festivales muy importantes sobre su altar de su grandioso amor prehistórico. Sin embargo, el Faraón dijo: Yo fallé en conocer a su Dios y, además, yo no los voy a dejar ir de Egipto, al lugar que su Dios ha escogido en el desierto, para honrarlo a é
l con sus festividades y sacrificios, por lo tanto, dejen que su gente regrese a sus tareas de cada dÃa, para que las cumplan, como siempre.
Nuestro Padre celestial necesitaba que Israel abandone Egipto, porque ya habÃan estado ahà por más de cuatrocientos años, sirviendo a los egipcios, puesto que han nacido de un importante convenio de vida que empezó con su padre Abraham, cuando su
Hijo Jesucristo nació como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el EspÃritu Santo, únicamente para servirle sobre su altar, eternamente. Verdaderamente, Israel habÃa nacido de Isaac, porque habÃa nacido del vientre estéril de Sarah,
introduciendo en el espÃritu humano su altar del amor prehistórico, ardiendo apasionadamente para siempre con su grande gracia, con su grande misericordia, con su grande verdad, y con su grande justicia divina, enriqueciendo asà abundantemente su
familia que es su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, para siempre.
Pero ahora nuestro Padre celestial no solamente querÃa enriquecer a la familia de Abraham y su esposa Sarah y con sus hijos adoptados, comprados por dinero de extranjeros, para que él les pueda dar abundantemente del amor de familia que habÃan perdido
en sus tierras cuando fueron atacados sorpresivamente por invasores, robándoles todo lo que tenÃan junto con sus amados y vecinos. Además, nuestro Padre celestial necesitaba establecer su altar antiguo del amor prehistórico, que siempre ha sido el
corazón de su familia divina, que es su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo y, ahora, las huestes angelicales la gozan igualmente, creados todos ellos por el poder de su nombre y de su palabra viva, sirviéndole fielmente sobre su altar de amor eterno,
constantemente.
Oportunamente, nuestro Padre celestial tenia que tener en la mira a la familia de Abraham, por el amor humano que emanaba hacia sus moradas celestiales, que él se maravilló, gozándose grandemente, que él querÃa tener no solamente a su Hijo
Jesucristo como parte de esta familia maravillosa de Abraham, pero también querÃa a su EspÃritu Santo en ella, camino hacia la eternidad. Es decir, que nuestro Padre celestial querÃa transferir todo su altar del amor prehistórico del reino de los
cielos, que no solamente su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo que estaban gozándolo grandemente con el conjunto de todas las naciones angelicales, pero ahora él también querÃa que la humanidad entera lo gozase grandemente toda ella junto con él,
y para siempre.
Por eso, es que era importante que Abraham se siente con nuestro Padre celestial a la Mesa de la Cena del SEÑOR, para comer del pan y vino junto con sus 318 hijos adoptados, que se habÃan incorporado en su familia, para gozar todo lo que ofrecÃa a
todo aquel que necesitaba ser amado de él y de su esposa Sarah. Éste es el altar de amor que nuestro Padre celestial establecerÃa en la familia de Abraham y Sarah, representado a Adán y Eva sobre el monte santo como la familia divina, para que ellos
sean la familia adoptando a cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones que vendrÃan a ser parte de ellos: buscando amor eterno.
Divinamente, éste es el pan y vino, servido diariamente por su Hijo Jesucristo como la perfecta Santidad sobre la Mesa del SEÑOR, por ello, no solamente las naciones de ángeles santos pueden comerlo para alimentarse con la perfecta santidad que sirve
al Padre celestial y a su nombre santÃsimo—pero también a cada hombre, mujer, niño y niña de toda la tierra. Ahora, al Abraham comer con nuestro Padre celestial del pan y vino de la mano de su Hijo Jesucristo sobre la Mesa del SEÑOR, entonces él
fue enriquecido con un convenio todopoderoso, prometiendo nuestro Padre celestial que su Hijo Jesucristo nacerÃa como Isaac y asà entregarÃa a toda su familia divina a su familia terrenal y a sus hijos por nacer aún.
Puesto que, nuestro Padre celestial querÃa tener a sus hijos nacidos en el mundo de la familia de Abraham, que estaba llena del amor humano que amaba y cuidaba por muchos, al punto de que no solamente estaban dispuestos a darles a ellos todo lo que tenÃ
an, pero también aún su propia vida si fuese necesario, para protegerlos con amor puro, siempre. Ya que, Abraham estaba listo ha hacer cualquier cosa que estaba a su alcance para ayudar al necesitado, y jamás dejarlos ir hambrientos, sedientos o sin
cuidado alguno que él mismo les proveerÃa sin buscar interés como cambio por su ayuda, pero, más bien, él solamente buscaba proveerles el calor y abrigo de su familia, para que crezcan conociendo el amor, siempre.
Por eso, es que cuando nuestro Padre celestial vio a Abraham viviendo con su esposa Sarah y junto con los hijos adoptados, entonces él habÃa encontrado un tesoro humano nunca antes visto, que él deseó inmediatamente transferir su hogar al hogar de
Abraham, que es su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, llenos del amor divino que existe en el cielo, desde siempre. Visto que, nuestro Padre celestial querÃa llenar a la humanidad entera con su amor divino que él siempre ha gozado con sus muy amados,
que son su Hijo Jesucristo y su EspÃritu Santo, pero también, él querÃa gozarlo todo con Adán y Eva y junto con sus hijos por nacer de ellos, pero Satanás lo contaminó todo con mentiras.
Éste fue un pecado terrible cometido en contra de él, de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo cuando Eva creyó mentiras de Satanás, contaminando grandemente no solamente la vida de Adán, pero también la de los hijos por nacer aún para amar,
servir y glorificar a nuestro Padre celestial y a su nombre bendito sobre su altar del amor eterno. Ciertamente, Satanás habÃa arruinado la familia que nuestro Padre celestial habÃa empezado con Adán y Eva y con la ayuda de su Hijo Jesucristo y del
EspÃritu Santo, porque nuestro Padre veÃa a sus hijos nacer de ellos, ya que ambos habÃan nacido de su imagen santa, pero, para lograr su objetivo, entonces él tenia que establecer su altar del amor eterno.
Por eso, fue importante para que su Hijo Jesucristo naciese del vientre estéril de Sarah, por el poder del EspÃritu Santo, para que su único Hijo nazca con su amor divino llenó de la bendición de cada dÃa, que Abraham gozarÃa junto con sus hijos
por nacer en generaciones venideras: conociendo siempre el amor, la bendición, los poderes y toda prosperidad eterna. Además, su Hijo Jesucristo nació como Isaac del vientre muerto de Sarah, introduciendo asà su nombre bendito junto con la carne
sagrada, los huesos inquebrantables, y la sangre reparadora para cada uno de los hijos que nacerÃan en las generaciones venideras, para que sean la nación que nuestro Padre celestial soñaba poseer en la tierra, como su Cordero escogido para el
sacrificio continuo.
Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba que Israel nazca de Isaac y de su amor maravilloso, carne sagrada, huesos inquebrantables y sangre reparadora como el Cordero que no solamente tomarÃa los pecados de todas las familias de las naciones, pero
también de sus heridas, enfermedades y muertes: para que él entonces uniéndolos a la vida sagrada de su Hijo Jesucristo, salvarlos, perpetuamente. Por eso, es que nuestro Padre celestial tenia que tener a Israel descendido en Egipto, porque José habÃ
a venido a ser el segundo comandante general después de Faraón, para que sea él quien almacene las riquezas de los siete años de prosperidad abundante, para que Israel tenga alimentos junto con las naciones que eventualmente salvarÃan, en los ú
ltimos dÃas.
Ciertamente, que nuestro Padre celestial tenÃa que tener a Israel viviendo en cautividad en la tierra de Gosén, por cuatrocientos años, porque éste seria el infierno que las naciones descenderÃan condenados, porque no tienen ningún convenio de vida
con él ni con su Hijo Jesucristo ni con el EspÃritu Santo, por ende, Israel tenia que sufrir sus pecados y maldiciones, en cautividad. Los israelitas estuvieron cautivados, por cuatrocientos años, sufriendo los pecados, llorando las agonÃas de las
familias de todas las naciones del mundo entero, porque ellos eran el Cordero que nuestro Padre celestial habÃa escogido para pagar por sus pecados, sufrimientos y muertes, en cautividad: para que Dios mismo venga a su rescate, resucitándolos a vida
eventualmente sobre su altar del amor eterno.
Provisto de que, una vez que la casa de Israel sufra los cuatrocientos años de cautividad en Egipto, en la tierra de Gosén, llorando los pecados, dolores, agonÃas de muerte de todas las familias de las naciones, entonces nuestro Padre celestial
descenderÃa con su altar del amor prehistórico establecido con sus antepasados, como Abraham, Isaac y Jacobo, liberándolos del mal eterno. A tiempo, nuestro Padre celestial descendió sobre el altar de Abraham e Isaac junto con su Hijo Jesucristo y
con su EspÃritu Santo, porque solamente ellos podÃan rescatar a toda la casa de Israel de toda cautividad, en la que habÃan nacido para vivir y sufrir toda su vida y hasta que sean liberados para ser bautizados en el mar Rojo.
Éste es nuestro Padre celestial descendiendo para rescatar a Israel como su Cordero que habÃa entrado en la cautividad de Egipto, para sufrir los sufrimientos y agonÃas del infierno por todas las familias de las naciones, para que cuando los castigos
por los pecados y ofensas se cumplan, entonces serian liberados, por los poderes del convenio de vida establecido con Abraham, perpetuamente. Es decir también de que cuando nuestro Padre celestial llamó a Moisés a ascender el Monte Sinaà a donde la
zarza ardiendo estaba esperando por él, entonces no fue solamente para bautizarlo con el bautismo del cumplimiento del EspÃritu Santo de los Diez Mandamientos, para que los cumpla cabalmente sin haberlos recibido fÃsicamente jamás, pero también para
entregarle su nombre todopoderoso.
Además, Moisés necesitaba caminar en la zarza ardiendo, en donde nuestro Padre celestial se encontraba con su Hijo Jesucristo y con el EspÃritu Santo, para que sea bautizado con el fuego del amor prehistórico, descendido del cielo inicialmente para
bautizar a Abraham, Jacobo y toda la casa de Israel igualmente junto con él, para que todos cumplan finalmente con los mandamientos, perpetuamente. Asimismo, nuestro Padre celestial necesitaba bautizar a Moisés y a toda la casa de Israel en la zarza
ardiendo del amor divino asà como habÃa bautizado inicialmente a Abraham, Isaac y Jacobo, porque él estaba por entregarles no solamente su nombre todopoderoso y con muchos poderes liberadores, pero también entregarles sus mandamientos eternos de su
vida mesiánica, para que la asimilen, viviéndola fielmente.
Dado que, es únicamente en el cumplimiento de sus mandamientos es que cuando cualquier hombre, mujer, niño y niña no solamente conocerá completamente el amor vivo hacia ellos, pero también la vida maravillosa que emana de sus palabras vivas y de sus
mandamientos glorificados, saturando asà hacia todo fiel con bendiciones cotidianas, y viviendo ya abundantemente con lo mejor del cielo, siempre. Visto que, los mandamientos son una bendición en la vida de todo fiel a ellos cuando son cumplidos sobre
el altar del amor prehistórico, que Abraham e Isaac incendiaron sobre el monte Sión, descansando sobre el monte Moriah, para que todos sean bautizados con el fuego del EspÃritu Santo, cumpliéndolos asà perpetuamente, para que la vida eterna sea
posible siempre con bendiciones diariamente.
Ya que, nuestro Padre celestial no solamente habÃa otorgado a su Hijo Jesucristo nacido como Isaac del vientre estéril de Sarah, pero también su altar rebosando de su amor divino que prevalecerá por siempre en su nuevo reino venidero, cuando cada
hombre, mujer, niño y niña sea bautizado por su fuego, cumpliendo con los mandamientos asà como en el cielo es, eternamente. Sin embargo, cuando los mandamientos no son cumplidos por los hombres, mujeres, niños y niñas fallando continuamente en
bautizarse en agua con sólo invocar su nombre todopoderoso y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces: Su EspÃritu Santo es compungido junto con cada palabra que ha emanado de la boca de Dios: que juicios se acumulan, en vez de
bendiciones.
Además, nuestro Padre celestial se llena con tanta furia y juicio, que abruma su corazón y su EspÃritu Santo, que él tiene que dejarlos caer sobre el transgresor de sus mandamientos, y lo hace asà porque está rebosando en todo su ser santÃsimo que
no hay nada que lo impida, a no ser que el pecador se bautice en agua, inmediatamente. Por eso, es que nuestro Padre celestial necesita que cada uno se bautice en agua, invocando la santidad perfecta de su nombre y de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu
Santo, porque está santidad es la espada cortante de la carne pecadora del alma viviente del ofensor, vistiéndolo de la carne sagrada, en donde sus mandamientos son cumplidos instantáneamente, para salud eterna.
Aquà es, cuando nuestro Padre celestial siente alivio cuando el transgresor de sus mandamientos es bautizado en agua, invocando su nombre, el de su Hijo y del EspÃritu Santo, porque la santidad de su nombre es la espada libertadora de cada hombre,
mujer, niño y niña, derramando finalmente su furia sobre toda carne pecadora en el infierno, en vez del ofensor. Por ello, nuestro Padre celestial tenia que sacar a Israel del cautiverio Egipto, porque él tenia que llevarlos por el proceso de la
resurrección que su Hijo Jesucristo tenia que vivir milagrosamente: primeramente nacer del vientre virgen de la hija de David, por el EspÃritu Santo, destruyendo toda obra del diablo y finalmente sufrir el pecado del hombre sobre el altar del amor.
En tanto que, Israel irÃa por el desierto bautizado por el mar Rojo, por la santidad de su nombre y de su Hijo y del EspÃritu Santo, sufriendo los ataques de los enemigos de Dios, incluyendo las serpientes venenosas y sus mordidas sangrientas en sus
talones, tórax y manos, preparándose asà para el sacrificio continuo del altar del amor eterno, en Israel. Históricamente, Israel sufrió por el desierto cada pecado, dolor, agonÃa de las familias de las naciones asà como las habÃan sufrido en
cautiverio por las mismas naciones todas ellas, porque todo pecado, dolor y agonÃa tenÃa que ser sufrida tres veces por ellos y finalmente por el Rey MesÃas, clavados juntos sobre la cruz del altar del amor eterno, para salvación universal.
Porque cuando nuestro Padre celestial trajo a Israel a Egipto como una familia de setenta miembros, entonces fue para alimentarlos con lo mejor de la tierra, aunque iba a vivir con las naciones los siete años de hambre mundial, pero Dios siempre estuvo
con ellos junto con su Hijo Jesucristo y con el EspÃritu Santo, fiel siempre a su convenio de ricas bendiciones. Además, nuestro Padre celestial, con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo tenia que mirar en persona desde su altar del amor prehistÃ
³rico, descendido del cielo, el bautismo de fuego para el cumplimiento eficaz de sus mandamientos en cada hombre, mujer, niño y niña que habÃa vivido en la carne pecadora las heridas, enfermedades, maldiciones y agonÃas de las naciones.
Éste fue el castigo en el infierno por los pecados de las naciones por cuatrocientos años que tuvieron todos que sufrir juntos en la carne pecadora, porque nacieron como corderos finalmente redimiendo al mundo sobre el altar del amor prehistórico en
la tierra prometida, clavados todos ellos juntos a la carne del Rey MesÃas, y victoriosos sobre Satanás y sus tinieblas, perpetuamente. Por ello, una vez liberados del cautiverio Egipto, entonces Israel tenÃa que bautizarse en agua por la santidad de
su nombre bendito, de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, porque ahora se bautizarÃan sobre el altar del amor prehistórico del fuego del EspÃritu Santo, descansando sobre el monte SinaÃ, en donde Moisés se bautizo inicialmente cumpliendo los
mandamientos eternos, para siempre.
Sin embargo, asà como lo sabemos perfectamente, Israel fue probado para ver si se mantendrÃa fiel a nuestro Padre celestial cuando llamó a Moisés al monte SinaÃ, porque él querÃa escribir sus mandamientos santÃsimos con su dedo (y no con tinta)
sobre las dos tablas de piedra, para que Israel lo posea para el MesÃas cumplirlos, derrotando la muerte, para siempre. Pero cuando Moisés descendÃa del monte SinaÃ, entonces nuestro Padre celestial le dijo: Regresa a tu pueblo que está al pie del
monte, porque se ha corrompido grandemente, fundiendo un becerro de oro, diciéndose entre ellos: estos son los dioses que te liberaron Israel del cautiverio Egipto—pecando y traicionando todo su amor eterno hacia todos ellos, para siempre.
Y porque Israel pecó con el becerro de oro al llamarlo los dioses libertadores del cautiverio, además traicionaron voluntariamente su amor antiguo hacia todos ellos, grandemente manifestado sobre el altar del amor prehistórico del monte santo de
Jerusalén, descansando sobre el monte SinaÃ, entonces él tenia que destruir su infidelidad, pero jamás su convenio con Abraham y con sus hijos por nacer aún. Porque el convenio de vida que nuestro Padre celestial habÃa empezado con Abraham, Sarah
su esposa, y su hijo amado Isaac, realmente es para siempre que no hay poder en el cielo, ni en la tierra, ni menos en las aguas debajo de la tierra para destruirlo, pero solamente los ofensores pueden ser destruidos, y este fue todo Israel en el
desierto.
Además, nuestro Padre celestial estuvo listo para destruir a todo Israel en el desierto del SinaÃ, porque habÃan pecado en contra de él, rompiendo su convenio, al declarar abiertamente de que el becerro de oro habÃa sido su libertador del cautiverio
eterno, contaminándose asà con una confesión tan terrible, que él ya no podÃa verlos con sus mandamientos cumplidos en su bautismo. Éste fue un pecado detestable, que las familias de las naciones han estado cometiendo en contra de nuestro Padre
celestial, de su Hijo Jesucristo y de su EspÃritu Santo en todos sus dÃas, por tanto, Israel tenia que sufrirlos: porque habÃan sido bautizados en agua despojándose de éste mal ante nuestro Padre para darle gloria a él, pero fallaron en complacerlo
finalmente.
Además, porque Israel falló en honrar y en glorificar a nuestro Padre celestial, pecando al aceptar el becerro de oro como su libertador de la cautividad, entonces, después de haber recibido las oraciones de Moisés para no destruirlos en el desierto:
sabiamente él decidió dejarlos vivir y sufrir los pecados, dolores y agonÃas de las naciones nuevamente antes de entrar a Canaán. Puesto que, nuestro Padre celestial habÃa preparado serpientes venenosas del desierto para morderlos, envenenándolos
mortalmente cuando caminaban por la arena, y cuando luchaban con ellas tomándolas con sus manos desesperados, tratando de removerlas de sus heridas cuanto antes posible, porque querÃan escapar del dolor terrible que sentÃan, pero no podÃan, porque se
multiplicaban paso a paso que todo era un infierno interminable.
Es decir, que cuanto más los israelitas trataban de escapar de las serpientes que los atacaban y que los envenenaban, mordiéndolos en los talones, cuerpo y manos, haciendo asà que sangren profusamente, entonces más salÃan las serpientes de entre la
arena que los israelitas se sentÃan abrumados por ellas, y colapsaban desmayados en la arena caliente, muriendo una muerte cruel e inhumana. Aquà es cuando Moisés clamó a nuestro Padre celestial por su intervención divina, y cuando Dios oyó su
clamor en el cielo entonces se acordó él de su convenio para con Abraham haciendo que su corazón se mueva abundantemente con su grande gracia, con su grande misericordia, con su grande verdad y con su grande justicia divina que ofreció ayudarles al
instante.
Y es aquÃ, en donde nuestro Padre celestial le dijo a Moisés de que deberÃa moldear en bronce una serpiente como las de la arena, clavándola a la vara de Aarón, y cada cual que alce su mirada para verla entonces aquella persona seria sanada, aunque
esta persona esté ya muriendo: porque hay poder salvador para el que cree en su cruz, siempre. Entonces cuando los israelitas ven la serpiente de bronce clavada a la vara de Aarón asà como su Hijo Jesucristo seria clavado a ellos perpetuamente,
instantáneamente él los sanaba milagrosamente como si ya estuvieran clavados a su carne sagrada, nacido del vientre virgen de la hija de David, por el EspÃritu Santo, derrotando a Satanás y sus obras, para entregarles salud eterna.
Ésta es la victoria que todos los primeros israelitas recibirÃan, clavados a su Hijo Jesucristo sobre el altar del amor prehistórico, que realmente es el fuego de su grande gracia, de su grande misericordia, de su grande verdad y de su grande justicia
divina, ardiendo apasionadamente, bautizando con el cumplimiento de los mandamientos a los que lo aman, sirven y glorifican, siempre. Éste es el bautismo que no solamente bautizara a cualquier hombre, mujer, niño y niña de la casa de Israel y de las
familias de las naciones, con el cumplimiento de los mandamientos, pero también los bautiza grandemente con la vida del cielo llena de milagros, maravillas garantizadas diariamente para los que lo aman: sirviéndole y glorificándole siempre sobre su
altar de amor.
Por ello, cuando los israelitas heridos miraban a la serpiente de bronce amartillada, entonces aceptaban el llamado del Padre ha ser parte de su altar a golpe de martillo, porque después de haber sufrido el dolor y las agonÃas del pecado, enfermedades
y maldiciones de las naciones, entonces serian la cruz herida clavados con el MesÃas, salvando a la humanidad entera del infierno. Es decir también que finalmente vendrÃan a ser los maderos, recibiendo las victorias de la carne sagrada del Rey MesÃas
a golpe de martillo, que habÃa destruido las obras de Satanás y de sus secuaces, además, destruyó la muerte y el infierno, para que jamás desciendan maldecidos al fuego eterno, sino que tengan abundante vida en la tierra y en el cielo, perpetuamente.
Por eso, es que Israel tenia que sufrir los dolores, agonÃas, enfermedades, maldiciones y muertes no solamente de sus pecados, rebeliones, idolatrÃa, pero igualmente de todas las familias de las naciones, porque tenÃan que ser partes del altar del
amor prehistórico, en donde Abraham y su hijo Isaac encendieron el fuego ardiendo con grandes misericordias y salvación sin fin por ellos, perpetuamente. Ellos eran el cordero que nuestro Padre celestial necesitaba no solamente para sufrir en la carne
del pecado de las naciones sus pecados, maldiciones, y agonÃas de ellos en cautividad egipcia, pero también en la carne sagrada por el desierto del SinaÃ, al ser bautizados en el mar Rojo por éste propósito: llevando todo pecado al altar del amor
eterno, en Canaán.
Ellos eran el Cordero escogido, nacidos en la familia de Abraham cuando su esposa Sarah dio a luz a su hijo Isaac, por el EspÃritu Santo, no solamente para ascender como su cordero personal al monte del que nuestro Padre le mostró, pero también para
que la nación israelita nazca para sufrir los pecados del mundo sobre el altar del amor salvador. Porque al sufrir los pecados del mundo entero en la cautividad egipcia, entonces luego fueron liberados invocando la santidad perfecta de su nombre bendito
y de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, y asà todos bautizados ya entraron en el convenio de la carne sagrada, ascendiendo sobre el altar del amor, como el madero que recibe al Rey MesÃas para salvación eterna.
Ahora, aunque los israelitas antiguos murieron en el desierto del Sinaà por culpa del becerro de oro, ya que por éste pecado no subieron al altar del amor sobre el Sinaà para ser bautizados en el cumplimiento de los mandamientos, pero también
fallaron en conquistar Canaán, en donde serian el altar del amor de la cruz recibiendo el nombre bendito con clavos, eternamente. Consiguientemente, lo que los israelitas antiguos fallaron en hacer en vida entonces lo lograron en muerte, y esto es que
fallaron en ascender al altar del amor sobre el SinaÃ, además fallaron en entrar a Canaán, pero con sus hijos lo lograron todo finalmente: porque sus hijos conquistaron Canaán para ascender sobre el monte santo, cumpliendo asà con la voluntad de
Dios, perpetuamente.
Visto que, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés: Tú e Israel regresaran a éste monte para servir a Dios para siempre, y esto es que eventualmente ellos serian integrados al altar del sacrificio continuo, salvando a todo hombre, mujer, niño y niñ
a de Israel y de las familias de las naciones, bautizándose y renaciendo como hijos del nuevo reino de Dios. Más aún, ellos son perpetuamente parte integrada divinamente del altar del amor prehistórico, porque ellos son la carne que renació como el
madero de la cruz recibiendo no solamente el nombre todopoderoso de nuestro Padre celestial, escrito como Rey de los JudÃos en arameo, hebreo y latÃn, pero también la carne sagrada, vistiéndose de gloria y salvación para los hijos de Dios.
Ya que, era importante para nuestro Padre celestial que Israel muera en el desierto del SinaÃ, pero también tener a sus hijos conquistando a Canaán e introduciendo con ellos los pecados, maldiciones, agonÃas, heridas y dolores de sus antepasados que
sufrieron en cautividad y cruzando el desierto para conquistar el altar de Dios finalmente, para salvar a la humanidad entera del infierno. Toda la casa de Israel finalmente murió para descender al Valle de los huesos secos, y su carne muy trabajada y
sufrida se tornó en polvo, cumpliendo con el juicio de nuestro Padre celestial en contra de ella misma, porque por el proceso de la naturaleza, entonces su carne se filtró de todo mal conocido fertilizando la semilla de los árboles frondosos.
Éstas son las semillas enriquecidas por el polvo de la casa de Israel yaciendo en el Valle de muerte para fecundizar los árboles que le dan vida a su misma carne, ascendida por los poderes de la carne sagrada del Rey MesÃas sobre el altar del amor
eterno y como la cruz repleta de pecados, agonÃas y heridas de las naciones, salvándolas, finalmente. Es decir también que cuando los hijos de los israelitas antiguos entraron a Canaán, conquistándola eternamente, entonces entraron como el polvo
fertilizando las semillas que nuestro Padre celestial habÃa escogido divinamente, para que se vuelvan árboles frondosos, pidiéndole al cielo por el Rey MesÃas que se manifieste ya a Israel y al mundo entero, para alcanzar por fin la salvación
deseada.
Estos son los árboles que necesitaban, buscaban, la carne sagrada del Cordero de Dios que es su Hijo Jesucristo nacido del vientre virgen de la hija de David, por el EspÃritu Santo, para que descienda ya a sus árboles que clamaban por él, para
destruir toda obra de Satanás y de sus ángeles caÃdos, restaurando asà abundantemente toda vida de Israel, perpetuamente. Estos árboles llevaban los sufrimientos, dolores, agonÃas y muerte que toda la casa de Israel habÃa sufrido en cautividad,
por el desierto del SinaÃ, batallando en contra de enemigos más grandes y poderosos que ellos, para que ellos mismos sean finalmente la carne herida sobre el monte santo recibiendo con clavos la carne sagrada que complace grandemente a nuestro Padre
celestial, siempre.
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