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Sábado, 04 de Marzo, 2017 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica
(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)
EL NOMBRE DEL PADRE ES FUEGO EN TI: PERO BAUTIZADO TÚ EN AGUA: ACTIVA PODER:
El dÃa llegó, cuando Jacobo le pidió a nuestro Padre celestial por su nombre bendito, mientras luchaba con él en toda la noche, en Peniel, camino a la tierra de Canaán. Y él le dijo: ¿Por qué preguntas por mi nombre? Y luego lo bendijo
grandemente por medio de los poderes asombrosos de su santo nombre fuego, para que continúe con muchas bendiciones por su camino hacia Canaán, en donde nació y fue llamado para empezar su familia: y, entonces, realmente él fue llamado para hacer su
voluntad bendita de criar a sus hijos legÃtimos, en la tierra prometida, y de su nacimiento.
Ahora, nuestro Padre celestial no estaba listo para manifestar su nombre santo a él, ni a nadie más, porque su nombre es muy santÃsimo, que solamente puede ser entregado sobre su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y con el
EspÃritu Santo: por lo tanto, Jacobo no recibió su nombre bendito, en aquel dÃa que se lo pidió encariñadamente. Sin embargo, lo que nuestro Padre celestial hizo fue bendecirlo poderosamente, por el fuego asombroso de su nombre santo, creador no
solamente del cielo y la tierra, pero igualmente de sus ángeles, para que lo amen, sirvan y alaben a él por medio de su nombre maravilloso sobre su altar antiguo de su gracia, misericordia, verdad y justicia divina hacia la eternidad.
Éste es un nombre santÃsimo, que jamás se lo habÃa dado a nadie en el cielo con los ángeles ni menos en la tierra al hombre, mujer, niño o niña, porque su santo nombre fuego solamente lo puede recibir aquellos que han sido renacidos por el horno
de fuego de abundante gracia, misericordia, verdad y justicia divina, para servirle enteramente y para siempre. Además, todo lo que nuestro Padre celestial podÃa hacer por Jacobo, fue realmente bendecirlo con su fuego de muchas maravillas, para que
llegue sano y salvo a su destino final, a donde habÃa sido llamado a regresar con su familia y sus posesiones, ganadas al trabajar por veinte años por sus esposas, Lea y Raquel, hijas de su tÃo Laban, en Padan-aram.
Por lo tanto, nuestro Padre celestial bendijo a Jacobo y sus hijos con los poderes de su santo nombre fuego, para que crezca espiritualmente asà como su familia continuara recogiendo los pecados de todas las familias de las naciones, porque él con sus
hijos vendrá a ser una antorcha con su nombre fuego, para destruir todo pecado sobre su altar de amor. Visto que, aunque habÃa sido llamado por nuestro Padre celestial a tener a sus hijos incontables como las estrellas celestiales, que él mismo le habÃ
a prometido no solamente a Abraham, pero igualmente a su padre Isaac: por ello, él tenia que vivir los pecados que afectan a toda familia, asà como sus esposas Lea y Raquel peleaban por su amor, por ejemplo.
Además, porque Lea, su primera esposa, pudo darle sus primeros hijos, y Raquel, su hermana, no podÃa darle hijos, porque su vientre estaba estéril, entonces Lea pensó que ella seria favorecida por su esposo Jacobo, porque sus ojos siempre estaban
sobre Raquel desde el principio, y este conflicto entre hermanas en la familia continuo por toda la vida de Jacobo. Entonces cuando Lea paró de darle hijos a Jacobo, inmediatamente Raquel empezó a darle hijos a su esposo por medio de su sirva Bilha,
que hizo que Lea sintiera que ella estaba perdiendo el interés de Jacobo su esposo sobre ella nuevamente, que seguidamente también le dio a su sierva Zilpa, para tener más hijos de Jacobo por medio de su sierva.
Asà es como Jacobo recibió de sus dos esposas los hijos que nuestro Padre celestial necesitaba, para establecer su familia que él mismo la llamarÃa Israel, que quiere decir firmemente de que Israel es su primogénito, recogiendo los pecados de las
familias de todas las naciones: para que ellos los suban al monte Sión y destruirlos todos en un dÃa, para siempre. Pero Jacobo estaba llamado a vivir en Canaán, la tierra que nuestro Padre celestial le habÃa prometido entregársela a él y a sus
hijos, porque en ella vendrÃa a ser la familia de setenta personas en Egipto, y en donde su hijo José será el segundo en mando ante el Faraón, para salvarlos del hambre que castigara al mundo por siete años.
Puesto que, nuestro Padre celestial le dará a Faraón de Egipto dos sueños que nadie los podrÃa interpretar, y que traerÃan grandes riquezas sobre toda la tierra por siete años, pero, entonces habrá hambre después que tocara a todas las familias
de las naciones, haciendo que todos dependan de José y de las riquezas acumuladas, para sobrevivir en todos los años venideros. Visto que, nuestro Padre celestial le dio a José no solamente los poderes para interpretar los sueños de las siete vacas
gordas y de buen parecer, pastando a orilla del Nilo, que vendrÃan a ser las riquezas de Egipto, para almacenarlas: pero también interpretar que las vacas feas y flacas se comÃan a las vacas gordas, causando el hambre sobre las naciones.
Ésta fue la manera en que nuestro Padre celestial no solamente tenia a cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones, sufriendo los pecados, problemas, dificultades, maldiciones, enfermedades, heridas y muerte, pero igualmente
manifestarlas mundialmente: para que el mundo vea como Israel recibÃa los pecados eventualmente, al José alimentarlos por siete años, para que escapen del hambre. Puesto que, Israel tenia que descender eventualmente asà como cualquier nación, para
ser alimentado de las riquezas, que José habÃa acumulado por siete años de grandes cosechas, descendidas del cielo, para que ellos no mueran del hambre: más bien, todos vivan, gozando de las riquezas acumuladas, convirtiéndose asà en la nación de
Dios para retener los pecados del mundo, por cuatrocientos años.
Israel se convirtió en una nación de familias viviendo en cautividad, por cuatrocientos y treinta años: porque todos tenÃan que vivir cada pecado, maldición, enfermedad, herida y muerte de cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de
las naciones, finalmente para ser bautizados en el mar Rojo en el santo nombre fuego, dado inicialmente a Moisés sobre el monte SinaÃ. Porque esta es la razón de que nuestro Padre celestial vino sobre el SinaÃ, con su altar del amor prehistórico,
descansando sobre el monte Sión, ardiendo como siempre con su grande fuego del horno manifestando mundialmente su abundante gracia, su abundante misericordia, su abundante verdad y su abundante justicia divina, para liberar a Israel del cautiverio
egipcio, para bautizarlos en agua.
Aquà es cuando, nuestro Padre celestial le entregó su santo nombre, ardiendo apasionadamente por Jacobo, porque Israel habÃa venido a ser la nación de familias, que habÃa recogido los pecados, maldiciones, enfermedades, heridas y muerte que habÃan
afligido a la humanidad desde su inicio: para eventualmente destruirlos en un dÃa sobre su altar, salpicada con la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo. Y es sobre su altar del amor eterno por Israel y las familias de las naciones, que nuestro Padre
celestial finalmente contestó la petición de Jacobo, de conocer su glorioso nombre, que es fuego, ardiendo con pasión por cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, finalmente para liberarlos del mal, perpetuamente, para que entren a su
nuevo reino angelical.
Por ende, fue sobre el monte Sión y con su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y con el EspÃritu Santo, descansando sobre el monte SinaÃ, en donde nuestro Padre celestial llamó a Moisés a estar delante de él, su Hijo
Jesucristo y su EspÃritu Santo, entregándole asà su santo nombre fuego a Jacobo a estrenar, después de siglos. A tiempo, Moisés llegó al monte santo, porque podÃa ver el fuego del horno por millas y desde lejos, y se acercó a la cima para ver
porqué el horno ardÃa sin regarse su fuego hacia otros lugares de la montaña, como siempre el fuego se regarÃa a otros lugares después de tres dÃas de arder, por ejemplo, causando asà mucho daño.
Aquà es cuando, Moisés empezó a sentirse maravilloso como nunca antes, porque este horno de fuego en donde estaba parado no solamente es el lugar más santo del cielo, pero igualmente es el dulce hogar de nuestro Padre celestial, en donde él siempre
ha vivido con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo junto con las naciones angelicales, en la eternidad. Éste lugar es tan santo para nuestro Padre celestial y para su EspÃritu Santo, porque aquà es donde su Hijo Jesucristo fue inmolado desde
mucho antes de la fundación del mundo: ya que, sin su Cordero escogido derramando su sangre santÃsima sobre su altar del amor eterno, entonces él jamás podÃa crear nada en el cielo ni menos en la tierra.
Por ello, éste es un lugar muy glorioso en el cielo y en la tierra, para estar con nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo y junto con las huestes angelicales, que usualmente, los acompañan, por donde vayan por toda la Creació
n, para poderles rendir glorias y honras a su santo nombre, que es fuego ardiendo con amor eterno. Por ende, una vez que Israel habÃa vivido ya los cuatrocientos años de cautividad, que nuestro Padre celestial le habÃa manifestado a Abraham, de que
seria asà con sus hijos al nacer en una nación extranjera, que él habÃa escogido para que su voluntad sea cumplida: entonces él los visitarÃa con su altar que Abraham habÃa iniciado, para caminar en él, siempre.
Además, estos fueron los animales del sacrificio que nuestro Padre celestial habÃa llamado a Abraham a ofrecerlos sobre la roca, con sus mitades opuestas una a la otra, y salpicada con la sangre sobre el lugar: porque él tenia que iniciar su obra de
gran salvación para Israel y las familias de las naciones: liberándolos del pecado, muerte y el infierno tormentoso, eventualmente. Abraham, después de que habÃa puesto las mitades de los sacrificios uno opuesto al otro sobre la roca, entonces él
simplemente se paró allÃ, esperando para que nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo regresen con la antorcha ardiendo, para caminar por las mitades cortadas, sellando asà su convenio de vida con su siervo y sus hijos por
nacer.
Ciertamente que Abraham al pararse fielmente para que nuestro Padre celestial bendiga su altar y con la sangre del sacrificio regada sobre la roca, entonces él estuvo parado allà con grandes poderes del cielo, con grandes poderes de la tierra y con
grandes poderes de las aguas debajo de la tierra, porque él tenia que frenar cualquier fuerza atacando el altar. En éste dÃa, Abraham se paró firme ante el altar e ungido con poderes, que él jamás habÃa experimentado en su vida, porque él tenia
que no solamente de proteger el altar, que eventualmente lo enriquecerÃa a él y a sus hijos en generaciones futuras, pero igualmente a cada hombre, mujer, niño y niña de todas las familias de las naciones.
Además, aunque el dÃa se habÃa ido, dándole paso a la oscuridad de la noche más oscura de su vida, porque éste es el dÃa cuando no solamente aves de rapiña descendieron del cielo para caer sobre el altar, de los tres sacrificios: pero igualmente
depravadores que andan en la cobertura de la oscuridad, para comer de la carne sobre la roca. En éste dÃa, Abraham tuvo que enfrentarse a los depravadores más furiosos que se encontraban en el área, y que siempre salen por la noche para cazar, y asÃ
llenar sus barrigas, en la manera más violenta e increÃble y hasta quedar satisfechos por completo: y, por lo tanto, Abraham tenia que detenerlos comoquiera, al intentar acercare al sacrificio del altar.
Ya que, Abraham sabia en su corazón perfectamente, que él estaba a punto de establecer un convenio importante con nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, en el que seria enriquecido como jamás lo pensó posible con su esposa
Sarah y con los hijos adoptados, incluyendo a sus hijos por nacer, y de las familias de las naciones, igualmente. Y, entonces, Abraham tenia que permanecer fiel aún hasta el anochecer, y él tenia que esperar, porque nuestro Padre celestial le habÃa
prometido que bendecirÃa el altar que él le habÃa llamado a establecer con él, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo: porque cada sacrificio de animal era para cada uno de ellos, para que el convenio de vida sea posible.
Aquà es cuando, Abraham recibió la antorcha, que realmente es la carne sagrada en la madera, que finalmente recibirá su santo nombre fuego, para arder apasionadamente, al ser clavado al madero perpetuamente sobre el altar, no solamente haciendo a sus
hijos especiales para él nacidos en futuras generaciones, pero igualmente, hará con cada uno de ellos su hijo legitimo encaminado al cielo. En otras palabras, éste altar de los tres carneros sacrificados que nuestro Padre celestial llamó a Abraham a
tenderlos sobre la roca como uno para él, uno para su Hijo y uno para su EspÃritu, para que cuando él regrese con su antorcha, ardiendo con su nombre, entonces él recibirá a sus hijos prometidos, y asimismo él los recibirá como suyos igual,
perpetuamente.
Porque es solamente sobre éste altar, en donde nuestro Padre celestial garantizó a Abraham a sus hijos e incontables como las estrellas del cielo, pero igualmente, por los mismos poderes del altar, él los recibirá junto con su Hijo Jesucristo y con
su EspÃritu a cada hombre, mujer, niño y niña, renacido de su imagen y de su alma viviente como suyo. Es decir también que éste altar tenia que servirle a Abraham, entregándole sus bendiciones, que nuestro Padre celestial le habÃa prometido a él
por los años venideros junto con su primogénito, que es Isaac y los hijos por nacer aún: pero igualmente, nuestro Padre estarÃa recibiendo a sus hijos, renacidos de su imagen y de su alma viviente, para su familia celestial.
Además, nuestro Padre celestial lo hizo asÃ, porque éste es el único camino en que él no solamente garantizaba a Abraham sus hijos incontables como las estrellas del cielo, pero igualmente, él los recibirÃa a ellos junto con los hijos de las
naciones, renacidos del EspÃritu Santo en el cuerpo glorioso de su Hijo Jesucristo como sus hijos legÃtimos, del reino celestial. Ya que, éste es el único altar de su amor prehistórico, en donde él no solamente caminara entre las mitades de los
animales sacrificados sobre la roca, expiando profundamente pecados, pero igualmente caminara por dentro de cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las familias de las naciones, removiendo todo mal, entregándoles asà vida eterna como sus hijos
legÃtimos.
Visto que, para nuestro Padre celestial recibir a cualquiera de sus hijos de las familias de las naciones, empezando por Israel, entonces él tiene que entrar en sus interiores y hacia fuera, haciéndoles renacer asà en el EspÃritu Santo, para que
vistan de la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, para que sean hechos sus hijos legÃtimos, finalmente justificados por su EspÃritu. Por eso, es que era importante para nuestro Padre celestial tener a Abraham sacrificando los tres carneros, y cada uno
tenia que ser de tres años e inmaculado, porque uno lo representa él, el segundo a su Hijo Jesucristo y el tercero al EspÃritu Santo: para él caminar en los interiores de sus hijos, entregándoles asà un nuevo renacer con vida eterna.
Por ello, nuestro Padre celestial siempre ha llamado a cada hombre, mujer, niño y niña de Israel y de las naciones a que se bauticen en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre y el de su Hijo Jesucristo junto con el EspÃritu Santo, para que
tengan un nuevo amanecer de vida, encaminados hacia la gloria, perpetuamente bendecidos hacia la eternidad. Visto que, es importante para nuestro Padre celestial de caminar entre el interior de cada hombre, mujer, niño y niña que desee renacer de su
imagen santa y de su alma viviente, para recibir el nuevo cuerpo glorificado, que todos tenemos en la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, nacido del vientre virgen de la hija de David, entregándonos asà vida eterna.
Es decir, también de que nuestro Padre celestial junto con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo caminara por tus interiores, para santificar no solamente tu corazón, mente, cuerpo, alma y espÃritu humano, pero igualmente cada órgano de tu
interior y con el cuerpo de su Hijo Jesucristo lo hará, por el EspÃritu Santo, para que vivas perpetuamente justificado desde ya, perpetuamente. Ya que, no existe otro lugar en el cielo ni en la tierra, en donde nuestro Padre celestial pueda entrar en
el interior de tu cuerpo, bendiciéndote asà para remplazar tus órganos por completo con los de su Hijo Jesucristo que ha destruido cada obra malvada de Satanás y de sus ángeles caÃdos, matando asà al ángel de la muerte por ti.
Por ende, tú recibirás un maravilloso bautismo de agua y del EspÃritu Santo, que realmente es su santo nombre fuego, ardiendo apasionadamente con su grande gracia, con su grande misericordia, con su grande verdad y con su grande justicia divina por ti,
para que tengas vida abundantemente cada dÃa en la tierra camino hacia la gloria celestial, enriquecido grandemente para siempre. Y, es aquÃ, sobre su altar de su amor prehistórico, en donde Abraham junto con su hijo Isaac empezó el fuego que te
convertirá en una nueva persona, llena con las victorias de su Hijo Jesucristo en contra de Satanás y sus obras malvadas, para que tengas un nuevo comienzo en tu vida y con salvación eterna, asegurada ya en el cielo.
Y, es aquÃ, en donde tú sentirás su amor asombroso que siempre ha sentido por ti, desde antes que nacieses de su imagen santa y de su alma viviente, para ser su hijo legitimo, renacido en la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, conociendo por siempre Ã
ºnicamente su amor, paz, prosperidad y riquezas inagotables, haciéndote asà el alma más feliz del cielo. Por eso, es que fue importante para Abraham junto con su hijo Isaac, que realmente es el Hijo de Dios, Jesucristo, y Jacobo que vino a ser Israel,
para que la nación de familias que nuestro Padre celestial necesitaba, entonces empiece a acumular los pecados del mundo entero, para destruirlo todos en un solo dÃa.
Puesto que, Israel tenia que nacer en el cautiverio egipcio, sufriendo los pecados, maldiciones, enfermedades, heridas, necesidades de ser libre y muerte, por cuatrocientos años, para que nuestro Padre celestial descienda sobre el monte SinaÃ, con su
altar del fuego de amor, del monte Sión, listo para entregarles su santo nombre fuego, ardiendo apasionadamente con su fuego creador para liberarlos pronto, perpetuamente. Éste es el nombre que Jacobo una vez se lo pidió, para poseerlo con sus hijos,
pero lo rechazó el Padre: porque si se lo hubiese entregado, entonces él y su familia hubiese fallado en acumular los pecados de las naciones, porque su nombre los hubiese destruido antes de ascender a su altar de amor, para sólo él destruirlos en
un dÃa.
Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba que Israel los recoja y retenga los pecados de las familias de las naciones, al nacer en el cautiverio egipcio, y retenerlos por cuatrocientos años: porque una vez que cada pecado, maldición, enfermedad,
pobreza, heridas, muerte, y otros males escondidos, absorbidos por la carne sagrada, entonces él los destruirÃa en un momento sobre su altar, perpetuamente. Visto que, una vez que Israel estuvo los cuatrocientos años en cautiverio egipcio, gozándose
de las abundantes riquezas de la tierra que Dios le habÃa dado a José por siete años, para sobrellevar los siete años de hambre que afligirÃan a las familias de las naciones, entonces él estuvo listo para llevárselos a su dulce hogar, en donde
todo pecado muere, instantáneamente.
Nuestro Padre celestial tenia que entregar su santo nombre fuego, dado inicialmente a Moisés, que es el nombre del Padre, del Hijo y del EspÃritu Santo, para que Israel tenga los poderes necesarios, para romper las cadenas del cautiverio, para caminar
hacia el mar Rojo: porque todos tenÃan que abandonar la carne pecadora que desciende hacia el infierno como polvo muerto, perpetuamente. Ya que, nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo junto con el EspÃritu Santo estaban listos, para vestirlos con
carne sagrada: porque ellos iban a entrar en el desierto de Satanás, reinando como el cordero de oro no solamente para engañarlos, como la carne sagrada del convenio de vida, pero igualmente a las familias de las naciones, para que mueran en su
infierno.
A orilla del mar Rojo, Moisés llamó a nuestro Padre celestial, y él le respondió inmediatamente, al decirle: ¿Por qué clamas a mÃ? Yo te he dado ya mi nombre. Santo nombre fuego que es del Padre, del Hijo y del EspÃritu Santo para separar las
aguas del mar en paredes, par que Israel cruce al otro lado, en donde ellos encontraran el camino hacia la tierra prometida, porque tenÃan que descender ya todos al Valle de los huesos secos y con su carne convertida en polvo y, finalmente, en el madero.
Éste es el polvo que nuestro Padre celestial necesitaba para convertirlo finalmente en árboles, que eventualmente serán cortados para formar la Menorah (Lámpara (la cruz)), levantando asà su santo nombre fuego, ardiendo apasionadamente, para
destruir todo pecado por los poderes asombrosos de la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo, salpicándola, para destruir todo mal en un solo dÃa, para la eternidad. Mientras toda la casa de Israel estaba en el Valle de los huesos secos, entonces todo
lo que fue sus cuerpos de la carne sagrada en que Abraham junto con nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo habÃan convenido con vida eterna, finalmente se tornó en el madero, levantando su santo nombre fuego, reinando sobre el
mundo entero, perpetuamente.
Esto es lo que nuestro Padre celestial siempre buscó en la eternidad, ver su santo nombre fuego clavado con pasión eterna sobre la casa de Israel, y en su horno ardiendo de su grande gracia, de su grande misericordia, de su grande verdad y de su grande
justicia divina, cambiando asà por dentro a sus hijos en perfecta santidad para su reino angelical. Ciertamente, nuestro Padre celestial necesitaba que su Hijo Jesucristo naciera de la hija virgen de David, por el EspÃritu Santo que le dio vida del
vientre estéril de Sarah inicialmente, para él mismo clavar a su Hijo a los hijos de Abraham convertidos en el madero, para levantar a su santo nombre fuego en perfecta santidad y asà sean hechos todos dioses, finalmente.
Y, es aquÃ, sobre el monte Sión con toda la casa de Israel que se habÃa convirtió en madero, llevando su santo nombre fuego sobre todo el mundo para siempre, y en donde finalmente nuestro Padre celestial cumplió su palabra al llamarlos dioses,
declarándolo asà en sus salmos, al decirles: son dioses, y su palabra no puede fallar jamás, sino cumplirse siempre. Y cada uno en el Israel antiguo se convirtió en dios en este dÃa, al ser clavados todos como el madero que recibió su santo nombre
fuego, ardiendo sobre el mundo entero y su humanidad, victorioso finalmente sobre Satanás y su reino de mentiras, maldiciones, y decepciones que los llevaba cada dÃa hacia el infierno tormentoso, para jamás conocer la vida nuevamente.
Ciertamente, nuestro Padre celestial tenia que finalmente derrotar a Satanás y sus mentiras por la misma carne sagrada que él habÃa contaminado, haciendo que Eva crea en sus mentiras por medio de la serpiente antigua, del JardÃn del Edén, para que
Adán y sus hijos pequen: por ello, Dios tenia que derrotarlo con la misma carne sagrada, inicialmente contaminada con el fruto prohibido. Éste es el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, que nuestro Padre celestial les habÃa dicho a Adán
y Eva de que jamás lo coman, porque si lo comiesen, entonces morirÃan—es decir, de que cesarÃan de ser santos para conocer su amor, paz y gloria para siempre, en el reino de los cielos.
Por lo tanto, ambos tenÃan que descender a la tierra que la habÃan contaminado con los males del pecado, para que algún dÃa hacer el sacrificio necesario para quitar todo pecado de sus hijos, pero igualmente, destruir el poder del pecado en un solo dÃ
a, al derramar el fruto de la vida, que es la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo. Ahora, era importante para nuestro Padre celestial derramar la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre el madero, que en sus dÃas fue el cuerpo y la carne
sagrada de cada hombre, mujer, niño y niña de Israel en la cautividad egipcia, y en el desierto del Sinaà también: para él poner fin al pecado del mundo entero, en un solo dÃa.
Ya que, fue la sangre de Adán y Eva que fueron contaminados inicialmente junto con sus hijos por nacer, cuando ambos comieron del fruto prohibido y, por eso, tenia que ser la misma sangre que finalmente lo derrotarÃa a él junto con todas sus mentiras
y muerte en el infierno, al ser salpicada sobre el madero para salvación de toda alma viviente. Por todo ello, siempre ha sido muy importante de invocar la sangre del Cordero de Dios, que su Hijo Jesucristo, clavado perpetuamente a la misma carne
sagrada que nació inicialmente del vientre estéril de Sarah, dándole vida a Isaac lleno de amor, gracia, misericordia, verdad y justicia divina, para que Abraham sea el padre de una gran nación eterna.
Es decir, que era importante para nuestro Padre celestial salpicar la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre sus hijos en el Valle de los huesos secos, porque tan pronto el pecado fue finalmente destruido por la sangre que inicialmente habÃa sido
contaminada por mentiras, entonces la misma sangre mató al diablo y a su reino de la oscuridad, para siempre. Hasta aquà nuestro Padre celestial habÃa esperado tanto en la eternidad celestial, y esto es de que su santo nombre fuego que Jacobo en su dÃ
a se lo pidió a él, porque tenia curiosidad de conocerlo y de pronunciarlo, entonces finalmente se lo clavó a él junto con sus hijos, levantándolos asà del Valle de muerte, al Valle de la felicidad eterna.
Realmente, Satanás jamás vio a nuestro Padre celestial con la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo en sus manos lista para salpicarla sobre sus hijos del Valle de los huesos secos, para que sean levantados a vivir nuevamente, para bendecir, alabar y
honrar su santo nombre fuego, clavado con la carne sagrada de su Hijo sobre ellos en perfecta santidad, para siempre. Por ende, fue en éste dÃa que nuestro Padre celestial finalmente cumplió con su palabra hacia ellos, cuando les dijo que son dioses,
pero el también les dijo que vendrÃan a ser sacerdotes y templo a su santo nombre fuego, si le obedecÃan por medio de su Hijo Jesucristo y el EspÃritu Santo, para amarle abundantemente, haciéndose asà todos ellos perpetuamente felices.
AquÃ, su Hijo Jesucristo clavado al madero que en sus dÃas fue Israel antiguo en la carne sagrada, entonces ellos se tornaron tan santos y dioses como Dios es Todopoderoso junto con su EspÃritu Santo, porque él personalmente le dijo a Abraham de que Ã
©l tenia que ser santo y perfecto como él es ante los ángeles, para entrar al reino angelical. Por ende, la carne sagrada de su Hijo Jesucristo fue clavada al madero que fue el Israel antiguo nacido en el cautiverio egipcio, sufriendo los pecados del
mundo entero, entonces, instantáneamente cada uno de ellos vistió por vez primera la carne sagrada del Santo de Israel y en su cuerpo glorificado, que habÃa vencido al diablo y sus obras malvadas, para siempre.
AquÃ, finalmente cada uno de ellos no solamente se convirtió como el Hijo de Dios, obediente al Padre y a su EspÃritu Santo, pero igualmente ellos se convirtieron instantáneamente en sacerdotes y templo a su santo nombre fuego que es necesitado en el
cielo y en La Nueva Jerusalén celestial, sirviéndole y adorándole a Dios sobre su altar del amor eterno, perpetuamente. Éste es el dÃa, cuando finalmente nuestro Padre celestial le entregó su santo nombre fuego no solamente asà como cuando Moisés
lo recibió sobre el monte SinaÃ, para que Israel tenga poderes para escapar del cautiverio egipcio y todo pecado entre las aguas del mar Rojo, abandonando asà todo mal, para tomar todo lo bueno de Dios, quedándose con su nombre, postreramente.
Éste es el nombre fuego de nuestro Padre celestial, que no solamente es parte de toda la casa de Israel, porque ya todos están protegidos por la carne sagrada de su Hijo Jesucristo, nacido de la hija de David, para destruir todo el reino de Satanás,
pero igualmente para todos los demás de las naciones, es decir, si se bautizan en agua. Ya que, bautizados en agua, entonces la carne pecadora desaparece con sus dÃas malos y muerte igualmente, para vestir de la carne sagrada que lleva el santo nombre
fuego de nuestro Padre celestial, creando milagros y maravillas en cada paso de cada hombre, mujer, niño y niña en esta vida y en la venidera, conquistando asà nuevas glorias para su nuevo reino angelical.
Y éstas son glorias buscadas por nuestro Padre celestial siempre en toda la eternidad, y jamás podrán ser encontradas en los ángeles, pero solamente en sus hijos que han sido renacidos de su santo nombre fuego y en el horno de su abundante gracia,
misericordia, verdad y justicia divina para con sus familias que lo aman inmensamente, gozando de sus poderes, siempre. Además, esto es amarlo a él y a su santo nombre fuego, porque han sido bautizados en agua, invocando la perfecta santidad de su
nombre y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, que eventualmente los llevan hacia su altar del amor prehistórico, en donde él personalmente los abraza, para jamás alejarse de ellos en toda la eternidad celestial.
Nuestro Padre celestial finalmente te abrazara asà como abrazó a toda la casa de Israel, como las piezas de madera que recibieron su santo nombre fuego con clavos eternos, para levantarlo en perfecta santidad sobre el mundo entero: Victorioso sobre el
reino de Satanás y de sus tinieblas, para que tú seas enriquecido en nuestros dÃas, y en cielo para siempre. Hoy, al tú ser bautizado en agua, invocando su santo nombre fuego y el de su Hijo Jesucristo y del EspÃritu Santo, entonces tú no solamente
tendrás un lugar asegurado en el altar del amor eterno, en donde te abrazara eternamente, pero igualmente tú tendrás un lugar en la gloria angelical con bendiciones de cada dÃa, enriqueciéndote cada vez más y más.
Porque tú por fin caminaras con nuestro Padre celestial, con su Hijo Jesucristo y con su EspÃritu Santo en calles de oro, de La Nueva Jerusalén celestial, en donde tienes una mansión de oro, plata y de piedras preciosas para vivir con los tuyos y
vecinos, siempre gozando de su amor personal, paz, riquezas y felicidades sin fin de tu alma viviente. Pronto, tú encontraras la vida eterna, porque habrás renacido de la imagen y del alma viviente de nuestro Padre celestial, para vivir conforme a la
semejanza de su Hijo Jesucristo, que derramó su sangre libertadora: liberándote a ti del pecado y del infierno, asà como liberó a Israel del Valle muerto para que regrese a casa, eternamente enriquecida en La Nueva Jerusalén celestial.
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